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LOS COLONOS

TERRATENIENTES Y SICARIOS EN UNA PATAGONIA APROPIADA CON SANGRE

El que nos ocupa es el primer largometraje del chileno Felipe Gálvez. Basado en hechos reales, se desarrolla en Tierra del Fuego, ese extremo sur de América conocido también como “el fin del mundo”. Aunque transcurre en 1901, a principios del Siglo XX, su atmósfera es la de un no lugar, a la manera de Stalker (1979, Andrey Tarkovski)  

Aquí los villanos no son como los de Marvel, sino personajes históricos de carne y hueso que campearon en la región - oligarcas terratenientes cuyos descendientes aún hincan sus garras en nuestro terruño - y alguno de sus más despiadados sicarios.

A propósito de esto último, el plato fuerte aquí es el escocés Alexander Mac Lennan, más conocido como "Chancho Colorado", quien fue uno de los más temibles cazadores de nativos. Contaba con algo más de cuarenta y cinco años de edad y estaba bastante deteriorado por la elevada ingesta de bebidas alcohólicas.

Fue administrador de las estancias de José Menéndez (interpretado en el film por el talentoso y versátil Alfredo Castro) y llegó a ser juez de Paz interino en 1905. 

Un episodio protagonizado por este personaje, circunstancia a la que se hace referencia en el último tramo del film, consiste en que Mac Lennan se enteró de la excursión que estaba por realizar un grupo de nativos, gracias a la información aportada por un confidente. Los selk´nam estaban deseosos de ingerir carne grasosa de lobo marino y se dirigieron hacia el cabo Peñas, donde había centenares de animales. Armado de rifles de repetición y seguido por un grupo de jinetes blancos deseosos de correr aventuras, rodeó el promontorio, cortando la retirada a los infortunados indios, que pronto serían desalojados de sus refugios al pie de las rocas por la marea ascendente y caerían en las redes de los frenéticos cazadores.

El propio “Chancho Colorado” sostenía que al matarlos se realizaba una acción humanitaria, siempre que se tuviera el coraje necesario. Explicaba que esa gente nunca podría convivir con blancos, y cuanto más pronto fueran exterminados, mejor, pues era una crueldad tenerlos cautivos, aunque se los ubicara en una misión, donde languidecían o morían de enfermedades importadas.

Sin ir más lejos, desde que apareció Mac Lennan como empleado de confianza de Menéndez, en las crónicas salesianas se dejaron de registrar los ingresos a la misión de nativos capturados, como era habitual hasta esa fecha.

Apelando a un tono narrativo menos cruento, ya en Fuga de la Patagonia (2016), de este lado de la cordillera, Javier Zevallos y Francisco D’Eufemia, habían incursionado en la accidentada gesta del Perito Moreno, personaje con el que también se cruzarán los protagonistas del film que venimos reseñando.

Los colonos reúne numerosos méritos, la espléndida fotografía del desolador paisaje patagónico es uno, la exquisita banda musical que lo ilustra es otro, pero acaso el mayor de todos sea el rigor con que describe, a través de elocuentes y esclarecedores diálogos, tanto la impiadosa rapiña de los dueños de la tierra como el ideario positivista y colonial que fueron amasando para maquillar sus crímenes.

En conclusión, un digno western sudaca para comprender cómo y desde cuando se fue enajenado la Patagonia. -

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