sábado, 30 de abril de 2022

DOSSIERS


Conmemorando el centenario de su nacimiento
PASOLINI VISTO POR EL CINE DE FICCIÓN 












Un intelectual que continúa levantando polvareda

Salvo quienes estudien cine o literatura, seguramente muchxs millenials sabrán bastante poco de “un tal” Pier Paolo Pasolini, poeta, novelista, ensayista, dramaturgo, guionista, actor, cineasta, y uno de los intelectuales más irreverentes de la segunda mitad del Siglo XX. 

Alberto Moravia[1], gran amigo de este polígrafo boloñés - que pese a un origen septentrional reflejó en su obra a la sub proletaria Italia meridional -, afirmó alguna vez que “ese mundo subalterno que descubrió le costó la vida”. 

Por su parte, Bernardo Bertolucci, asistente de Pasolini en su ópera prima  Accatone (1961), recordará el orgullo que aquel sentía por  haber sido oportunamente confundido con un ladrón, en su primera visita al domicilio del futuro director de Novecento (1976), circunstancia que, a la luz de los hechos posteriores, parecería augurar su propio calvario a la vera de Jesucristo.

Este discípulo del autor de El Evangelio según San Mateo (1964) también afirmará que el malogrado artista hacía un cine como le gustaba a ese pueblo que amaba, y que el mesías que plasmó en la pantalla se rebela contra la sociedad contemporánea. 

Inspirado por la estética de Masaccio[2], Mizoguchi[3], y Dreyer[4], Pasolini rescata la visión dionisíaca del mundo antiguo a través de una Trilogía de la vida concebida a la manera de una fábula infantil, para abjurar de ello tiempo después mediante la tragedia adulta de Saló (1975) 

Aquel póstumo film maldito partió de una idea de Sergio Citti, su asistente de dirección, que sobre la marcha se fue desmotivando respecto al proyecto en favor de otro suyo, a la inversa de Pasolini, que fue involucrándose cada vez más, en la medida en que establecía analogías entre la obra de Sade[5] “Los 100 días de Sodoma” y la primavera fascista de 1944.

Dirá Hélène Surgere, intérprete de una de las damas que ofician como anfitrionas en el palacete donde transcurre la acción principal, que “paradojalmente, el clima de rodaje fue jocoso, como el de una estudiantina, dado que había jóvenes de entre 14 y 18 años, y no creo que hayamos dimensionado lo horroroso de aquellas imágenes hasta conocer el montaje final”. 

En efecto, quienes lo hayan visto coincidirán con este cronista acerca de que estamos hablando de un filme tan necesario como indigerible, acaso el que más salas de exhibición ha vaciado en todo el mundo, lo cual está plenamente justificado por su agudísimo e interpelador mensaje. 

Jean Claude Biette debió supervisar el doblaje francés de la obra, convocando voces como la del actor Michel Píccoli, dado que para entonces su director ya había sido masacrado en la emboscada mafiosa que se le tendió en la madrugada del 1° de noviembre de 1975. 

Será él quien declare que “cuanto más se ve dicho film, superando el shock inmediato, mejor se van descubriendo su sentido y valores estéticos”. 

Moralmente deslegitimado a lo largo de toda su carrera cinematográfica, este testigo insobornable del crudo tiempo que le tocó vivir, terminará sus días prácticamente linchado en la playa de Ostia, en lo que a todas luces ya se considera como la culminación de una cruzada fascista contra su incómoda figura de polemista irredimible.


Ficciones que abordan pasajes de su vida 

Al igual que en otros casos de repercusión internacional, como el asesinato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy, el de Pasolini remite a una madeja de intereses muy difícil de desovillar. Sin embargo, el Séptimo Arte - que constituye gran parte de su legado - ha intentado en repetidas ocasiones y con diversa suerte echar algo de luz sobre su oscuro final. He aquí un puñado de obras que prácticamente a lo largo de las últimas dos décadas han  investigado el tema y formulado hipótesis, reuniendo cada vez más evidencias para aproximarse a las circunstancias que determinaron aquel macabro desenlace.












































Pasolini. Un delito italiano (1995, Marco Tulio Giordana) 

Esta película cuenta los hechos acaecidos después de la muerte del gran artista, probablemente el intelectual más querido y más odiado de Italia durante ese periodo. 

Apelando al tono de investigación periodística que supo cultivar el cine político italiano de los 60 y 70 (Elio Petri, Giuliano Montaldo, Francesco Rossi, Lina Wertmüller, Gillo Pontecorvo), la trama nos recuerda que en la mañana del 2 de noviembre de 1975, en Ostia, cerca del mar, es encontrado asesinado el polifacético intelectual en cuestión. Poco antes de su muerte había invitado a subir en su coche a un joven llamado Pino Pelosi. Después de las primeras investigaciones respecto a las declaraciones de Pelosi, parecía claro que él era el asesino. Pasolini falleció a causa de los muchos golpes que le propinaron, el arma homicida habría sido un grueso madero. Apropiándose del coche del muerto, Pelosi huyó a Roma. Enseguida empezaron a surgir dudas sobre esta versión de los hechos. Por otra parte, la cantidad de contradicciones del muchacho exigía una investigación más a fondo, pero este en un principio se negó a colaborar.

Los investigadores llegaron a la conclusión de que los asesinos eran más de uno. Se interrogó a sus amigos, a las familias interesadas, la prima del escritor, y a los padres del sospechoso. También se barajó la participación criminal de neofascistas y la posibilidad de mandatarios políticos. Pasolini tenía muchos enemigos debido a su ideología. Por otra parte, en sus escritos más recientes decía que, si bien no tenía pruebas, "sabía muchas cosas" del ámbito de la política y el poder. En el proceso, los abogados de Pelosi se basaron en la supuesta provocación llevada a cabo por el poeta, en su condición de homosexual. El tribunal sentenció a Pelosi estableciendo que una complicidad de terceros en el delito era poco probable, a pesar de la escrupulosa y fiable pericia de los investigadores. 

En esta obra, estrenada a 20 años del asesinato de Pasolini, lógicamente faltan datos que ahora son de público conocimiento, pero tiene la honestidad intelectual de poner en tela de juicio la versión oficial de los hechos, que pretendió catalogar al irrepetible artista como víctima de un crimen pasional entre homosexuales. 

Para ver el film: https://www.youtube.com/watch?v=GrMzxXnfzxw

























Un mondo d’amore (2002, Aurelio Grimaldi) 

El filme, fotografiado en un exquisito blanco y negro, aborda un período amargo en la vida de Pasolini, interpretado aquí por Arturo Paglia. Su acción se sitúa en el invierno de 1949, cuando - contando entonces con 27 años - las acusaciones de corrupción de menores y atentado al pudor lo estigmatizaron como depravado e indigno de ejercer como  docente de literatura, columnista periodístico, y Secretario General del Partido Comunista de Casarsa da Delizia, Friuli. Así, es detenido bajo sospecha de conducta inapropiada con 3 chicos menores de edad, escándalo que provocará cambios drásticos en su vida y en la de su familia, como una pronta mudanza a Roma, donde terminará vinculándose con los círculos literarios y cinematográficos de la época.


Para ver el tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=J4fIGWM5JQE&t=529s

































La veritá nascosta (2013, Federico Bruno) 

Esta obra reconstruye el último año de vida de Pasolini, que dedicó a escribir la novela de no ficción titulada “Petróleo”, que quedó inconclusa. El hilo de la narración es la denuncia que hace su autor hace en ese libro, con un espíritu claramente subversivo y crítico de la derecha económica italiana y su estrategia de presión criminal. 

No hay duda de que Pasolini fue un intelectual poco acomodaticio con modas y convencionalismos. Comunista convencido, públicamente homosexual, su visión de la sociedad no encajaba con el statu quo político de la Italia de mediados del siglo XX, dado que siempre resultaba polémico, incluso para sus colegas. Tuvo por eso detractores de todo tipo y desde luego sus obras siempre estaban rodeadas de cierto escándalo y sus opiniones no dejaban indiferente a nadie. El impacto de su figura se agrandó aún más con su cruento asesinato, aún sin resolver. Aquí se pretende arrojar algo de luz sobre esos hechos, sobre los culpables del crimen y su gestación, y para ello se recrea ese último año de vida de Pasolini, sus proyectos, sus entrevistas, su trabajo diario, sus encuentros con amigos (María Callas, Alberto Moravia, etc.), sus relaciones afectivas, etc. 

No hay duda de que el guionista y director Federico Bruno ha hecho una intensa labor de documentación y de que ha reunido evidencias contundentes para fundamentar su opinión sobre los hechos. 

La obra sugiere que la elaboración de su libro “Petróleo”, en donde denunciaba a los presuntos asesinos del empresario Enrico Mattei[6] (un caso famoso que conmocionó a Italia), y el inminente estreno de su película Saló o los 120 días de Sodoma, provocarán que el Partido de la Democracia Cristiana y el Vaticano se conjuren en su asesinato. 

Técnicamente Pasolini, la verdad oculta es un film meritorio, muy cuidado. También rodado en blanco y negro, la textura visual emula la veracidad del documental y el director logra así aportar a su versión una potencia realista. Además cuida mucho la planificación, con ángulos y tomas de gran expresividad. 

El personaje principal - convincentemente caracterizado por Alberto Testone -, ofrece un retrato más próximo al verdadero que a una libre recreación.


Para ver el trailer: https://www.youtube.com/watch?v=pS4-s-uNiJo











































Pasolini (2014, Abel Ferrara) 

En el año de su estreno, este filme del controvertido realizador ítalo-norteamericano ofició de apertura en nuestro Festival de Cine de Mar del Plata.

A partir de un guión de Maurizio Braucci - habitual colaborador de Matteo Garrone (Gomorra, Reality) -, el film comienza con imágenes de Saló, la ya mencionada postrera  y maldita película de Pasolini. Es difícil encontrar films tan contundentes como ese, lleno de vejaciones y humillación, pero sin renunciar a la poesía. Es un desafío que todavía hiere y siembra sospecha sobre ciertos sectores como posibles responsables de haber hecho callar la voz de Pasolini.

Es desde este malestar donde se construye la caracterización de Willem Dafoe (ya presente en otros films de Ferrara: Cuentos a go-go, 4:44 El último día en la tierra), de lentes grandes y oscuros, con ideas radicales intactas. Arte y militancia son en él elección estética, de vida, declara ante un periodista. Al tiempo que se desprende inevitable la pregunta por el interés de Ferrara hacia Pasolini, en función de un cruce de estéticas en las que el realizador nacido en el Bronx se reconoce.

Entre ellas, podrán distinguirse la violencia, el desborde, la provocación, el sexo. Maneras de acercarse a un mundo que resulta hosco, pero también sensible. Cuando la luz aparece, tanto el cine de Pasolini como el de Ferrara discurren de manera bella, pero son momentos casi fugaces dentro de un estómago social febril. Es por eso que la estrella mesiánica, alucinada, que persigue Epifanio, produce un efecto de ternura que todavía persiste, en medio del griterío, del atosigamiento y amontonamiento: se trata de un esbozo que el film de Ferrara imagina y se atreve a filmar, adaptando secuencias del guión que Pasolini no pudo llegar a filmar: Porno-Teo-Kolossal.

Ahora bien, el norteamericano lo hace también desde el homenaje: quien encarna a Epifanio - personaje que, muerto Totó, había sido concebido para el gran Peppino De Filippo - es Ninetto Davoli, el actor de los film pasolinianos Las mil y una noches (1974), Pajaritos y pajarracos (1966), Teorema (1968), El Decamerón (1971), entre otros. Acá aparece desdoblado, caracterizado en su versión más joven por Riccardo Scamarcio. A propósito, el momento donde director y actor se reencuentran es hermoso, en la mesa de un bar, rodeados de las páginas - y dibujos - del guión que Pasolini siente como un llamado urgente a filmar, para culminar con el cineasta y el bebé de Davoli en sus brazos.

También destaca el momento de sobremesa - con su mater dolorosa incluida - junto a Laura Betti (María de Medeiros), quien vuelve del doblaje al italiano de El exorcista (1973, William Friedkin), ni más ni menos. Amiga íntima - y “esposa no carnal”, según definición del propio intelectual - luego dedicaría a su memoria el documental Pasolini, La razón de un sueño (2002) La relación de afecto y reproches entre actriz y poeta es ensayada por Ferrara en este momento, apenas una síntesis del cariño que se profesaban.

La sobremesa, el bar, el fútbol de potrero con la camisa transpirada, nos muestran a un  Pasolini rodeado y atravesado por su gente: los verdaderos protagonistas de su cine, a quienes acercó su cámara desde una sinceridad sin pudor. Ferrara plasma este sentimiento, pero consciente de que algo semejante sólo pudo ser llevado adelante por el italiano. 

Pasolini según Ferrara aparece como alguien entreverado en su momento histórico y artístico, con su aguda mira calibrada de manera imperdonable. La violencia, dice, se volverá cada vez más cotidiana, dejará de llamar la atención. La elección que de cada una de estas frases hace Ferrara no sólo da cuenta del  acertado enfoque del italiano, sino que es asumida por el norteamericano, alguien que también supo tematizar la violencia, en títulos magistrales como Un maldito policía (1992), Usurpadores de cuerpos (1993), El funeral (1996)

Es por esta identificación estética que Ferrara se atreve y puede filmar el asesinato de Pasolini. Una vez ingresados en su mundo de ternura desesperada, asistir al salvajismo final no es fácil. Habrá que agradecer al cineasta el nervio de afrontar semejante tarea, vista la admiración que él y Willem Dafoe - capaz de ofrendar su cuerpo - profesan por el poeta. 

Así y todo, este retrato no significa un avance en el esclarecimiento de la tragedia - algo que Ferrara prometió a la prensa creando gran expectativa previa al estreno - sino más bien una aproximación a los hechos que no se desmarca demasiado de la versión oficial.


Para ver el tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=wSY3l63qlq4


La Macchinazione (2016, Dávide Grieco) 

Como se ha relatado, durante el verano de 1975, Pasolini ajusta el montaje de su última película, la repetidamente citada Saló, adaptada libremente de una novela del Marqués de Sade. Italia vive unos momentos políticos inéditos, ya que el Partido Comunista italiano está cerca del poder, por primera vez. Sin embargo, Pasolini, afín a dicha ideología, no comparte el entusiasmo reinante, pues considera que en la sociedad italiana se ha operado un giro conservador y esta vive dominada por el consumismo, obedeciendo de manera inconsciente a una nueva forma de autoritarismo fascista. Su obra provoca fuertes polémicas y debates por la radicalidad de las ideas que propone. En agosto, roban el negativo original de la película, pidiendo a cambio una importante recompensa. Pasolini está dispuesto a todo para recuperarlo, lo cual le hace caer en una terrible maquinación que determinará su trágico final. 

David Grieco, periodista y escritor, tiene en su haber dos documentales y la película Evilenko (2004), que protagonizara Malcolm McDowell, acerca de un asesino en serie ruso apodado “el monstruo de Rostov”. También La macchinazione está rodada como un thriller y tampoco carece de monstruos: los que masacraron físicamente a Pasolini, quienes ordenaron su muerte, y quienes encubrieron todo.  

Grieco conoció a Pasolini desde temprana edad. Con él colaboró y escribió varias películas de Sergio Citti, amigo y colega del maestro. Fue uno de los primeros que acudió a la escena del crimen con el forense Faustino Durante y, posteriormente, colaboró con el abogado Guido Calvi en la redacción de la causa civil del primer procedimiento judicial en torno al homicidio. 

La cinta sigue el mismo recorrido que el libro publicado el año anterior a su estreno por el propio Grieco y su editor Rizzoli, lo que constituye un intento de reconstruir la monstruosa red de complicidades que subyacía en el delito. Se trata casi de un adelanto del libro, en el que se ofrecen pruebas, testimonios y documentos del caso judicial, a la vez que arroja las bases para la teoría de la maquinación que sugiere el título italiano. 

La hipótesis del film parte de lo que Pasolini estaba escribiendo. La novela-investigación Petróleo, que no terminó, tenía entre sus protagonistas a Eugenio Cefis, titiritero de los poderes del país, presidente de ENI y Montedison y miembro de la logia masónica P2. 

Para el director, Pasolini fue asesinado por sicarios de la mafia de Roma para hacer un favor al poder político y económico. El protagonista de la cinta es Massimo Ranieri, que encarna a Pasolini de manera ligeramente forzada, puesto que este murió a los 53 años, mientras que el actor y cantante a la hora de rodar tenía 65.

El film recorre las últimas semanas de vida del poeta: está montando su película más escandalosa, se topa con el misterioso autor de un libro-denuncia sobre Cefis al que persiguen los servicios secretos, y mantiene una relación con un joven de los suburbios romanos ligado a la delincuencia (el mentado Pino Pelosi) Los negativos de Salò, misteriosamente, desaparecen. Pelosi participa en el hurto. Para recuperarlos, PPP es llevado hasta una celada bien planificada que acabará siendo fatal. 

Más allá de las tesis sobre la “macchinazione”, a las que uno puede adherir o no, y de la exigencia de reclamar la verdad después de 40 años, la película tiene el mérito y quizá el íntimo propósito de honrar la memoria de un gran poeta e intelectual. 


Para ver el trailer: https://www.youtube.com/watch?v=zNzYM_I14rI


A criterio del autor de esta nota - que debió reunir copiosa información sobre el tema para rodar en Italia durante 2014 un ensayo poético - documental sobre la vida y obra de quien nos ocupa -, quien pretenda aproximarse a la verdad sobre el Delito Pasolini, encontrará en “La Macchinazione” la más abundante cantidad de evidencias ofrecidas hasta la fecha acerca de que el homicidio del artista fue perpetrado por una asociación ilícita de vastas y complejas vinculaciones.

El legado del insobornable polígrafo boloñés está más vigente que nunca y a disposición de las nuevas generaciones.-




[1] Alberto Moravia fue un escritor y periodista italiano.


[2] Tommaso di ser Giovanni di Mone Cassai, más conocido como Masaccio, fue un pintor cuatrocentista italiano. A pesar de la brevedad de su vida, su obra tuvo una importancia decisiva en la historia de la pintura.


[3] Kenji Mizoguchi fue un director de cine japonés.​ Es considerado, por su maestría como narrador de historias y por su dominio técnico, uno de los directores más influyentes del Siglo XX.​Se le sitúa, junto con Akira Kurosawa y Yasujirō Ozu​ como uno de los grandes realizadores nipones de todos los tiempos.​


[4] Carl Theodor Dreyer fue un director de cine y guionista danés, considerado uno de los mayores directores del cine europeo. 


[5] Donatien Alphonse François de Sade, más conocido nobiliariamente por su título de Marqués de Sade, fue un escritor, ensayista y filósofo francés, autor de numerosas obras de diversos géneros, que lo convirtieron en uno de los mayores y más crudos literatos de la literatura universal.

[6] Enrico Mattei fue un político e industrial italiano, presidente del ENI (Ente Nazionale Idrocarburi)

miércoles, 27 de abril de 2022

DOSSIERS

 

El reflejo crítico de nuestra historia en el cine nacional contemporáneo
LA PANTALLA MEMORIOSA















"Compañeros de historia, tomando en cuenta

lo implacable que debe ser la verdad,

quisiera preguntar - me urge tanto -

¿Qué debiera decir, qué fronteras debo respetar...?".


Silvio Rodríguez.

“Playa Girón”.


 

El 28 de Diciembre de 1895 en Paris, junto con el cine nació un nuevo standard de verosimilitud en la representación de la realidad. Así lo percibieron los hermanos Lumiére al llamarle originalmente biógrafo (representación de la vida) Así también Edison, que fundó la Vitagraph, empresa dedicada a producir material que permitiese "graficar la vida". Así lo demostraron los primeros espectadores aterrados ante la imagen del arribo de un tren monocromático y mudo a la estación de Lyón. Así lo expresó el editorial del diario Le Post que escribió al día siguiente de tal acontecimiento "Es la vida misma. La muerte absoluta ya no es posible". 

Hasta entonces, el paradigma tecnológico para representar la realidad era el proceso fotoquímico inaugurado por Niépce, al que conocemos como fotografía. Ahora esa imagen, sucesivamente capturada por la acción de una manivela a un ritmo de 16 a 18 fotogramas por segundo, adquiría movimiento. Pero la descomposición-recomposición del mismo sólo permite hablar de una ilusión. Como expresara Carlos Sorín, el director del imperdible film Historias mínimas (2002), "...en última instancia el cine es todo un engaño (...), la persistencia retiniana... Si nuestro cerebro fuese suficientemente perfecto no habría cine posible." 

Sin embargo, en los 127 años de vida que este maravilloso invento lleva, nadie ha podido evitar la tentación de reflejar - ya desde el documental, ya desde la ficción - su entorno, sus circunstancias y, a la manera de una botella arrojada al mar, dejar un testimonio más o menos fiel del paso de nuestro paso por la Historia. "Debajo de aquellas pirámides erigidas para gloria del Faraón yacen en silencioso anonimato quienes las levantaron con su esfuerzo", escribió  Brecht.

Así también, una megaindustria del entretenimiento como la del Gran País del Norte, ha creado un megacine intimidatorio y avasallante, y sepultado o acallado a las cinematografías periféricas. Ya que, aún apelando al tratamiento fantástico, no se priva de propagandizar sus adelantos tecnológicos: Cuando Hollywood estrena Jurassic Park (1993, Steven Spielberg), Estados Unidos dice "hemos avanzado notablemente en materia de ingeniería genética"; cuando exhibe Mis otros yo (1996, Harold Ramis), avisa "estamos a punto de  clonar personas"; cuando lanza Día de la Independencia (1996, Roland Emmerich), amenaza con que su presidente debería ser el del mundo entero, y el 4 de julio la máxima fiesta patria de la especie humana.

En esta remota latitud surindoamericana también soñamos en grande, pero venimos expresando preocupaciones más urgentes. En efecto, desde el circo criollo de los hermanos Podestá, pasando por el radioteatro de Juan Carlos Chiappe, y arribando al cine del gigantesco e ignorado “Negro” Ferreyra, nuestra tradición artística es revisionista en lo histórico y testimonial en lo social. Prueba de lo primero - en la década del 40 - es La Guerra Gaucha (1942, Lucas Demare); y de lo segundo, Las aguas bajan turbias (1952, Hugo Del Carril) Lo mismo ocurrirá - en adelante - con Gatica el mono (1993, Leonardo Favio) o Pizza, birra, faso (1998, Israel Adrián Caetano y Bruno Stagnaro), por ejemplo. 

Pero, en concreto, si es cierta la afirmación acerca de que el cine bien puede ser el reflejo del país que lo produce, ¿cómo se ha verificado este fenómeno, al menos en los ya casi 40 años de vigencia del orden constitucional que venimos transitando? 

Mapeando someramente dicha porción de la historia reciente nos encontraremos con un primer período, prácticamente coincidente con la gestión del Dr. Alfonsín, denominado genéricamente de "transición democrática", y signado por la vigencia de las secuelas del terrorismo ideológico heredado de la dictadura. A dicho lapso pertenecen producciones documentales como La República Perdida (1983, Miguel Pérez); o ficcionales como La Historia Oficial (1985, del recientemente desplazado de la jefatura del INCAA Luis Puenzo) En ambas se cuela el tufillo indisimulable de la Teoría de los Dos Demonios, intento de autoamnistía surgido de las entrañas de una comunidad herida y aún no dispuesta a hablar ni a escuchar debidamente ciertas verdades muy dolorosas - algunas todavía pendientes de revisión - tales como el consenso social sin el cual los genocidas jamás hubieran ido tan lejos en la destrucción nacional. Sin ir más lejos, en el citado filme de Puenzo, el represor interpretado por Héctor Alterio sostiene una acalorada discusión con la viuda de un detenido-desaparecido interpretada por Chunchuna Villafañe, que esta última remata con la peligrosa frase de "...a la postre, mi marido y vos fueron dos caras de la misma moneda". Dicha película - como se recordará - obtuvo un Óscar de la Academia representando a TODOS los argentinos. Nos referimos, claro está, a circunstancias en que un grupo de señores pelicortos, de traje oscuro y anteojos espejados tuvieron la capacidad de suspender con su sola presencia una conferencia de prensa ofrecida en Córdoba por organismos de derechos humanos, para denunciar las atrocidades cometidas por el Tercer Cuerpo de Ejército. Para ese entonces, también, los detenidos-desaparecidos adolescentes eran llamados "perejiles" en el filme La Noche de los Lápices (1986, Héctor Olivera), que pretende confrontar la supuesta inocencia del represaliado menor de edad con la responsabilidad del adulto capaz de alzarse en armas en defensa de la soberanía popular.

El segundo período correspondería al "menemato". Superado el fantasma de la hiperinflación, se pensaba que la estabilidad institucional era un logro definitivo, y esta conquista daba paso a una década de ficticia estabilidad monetaria cuyo estrepitoso derrumbe aún nos esta mortificando. En ese lapso se produjo un hito sumamente significativo en materia de relectura de la historia reciente y reparación de ciertas falacias.

Sucedió hacia el vigésimo aniversario del golpe militar del General Videla. Una sociedad más reencontrada con su identidad y su destino transitó de los mediadores dudosos del relato nacional, como el "arrepentido" Pablo Giussani o el "servicio" Martín Andersen, a contar con las imprescindibles recopilaciones documentales de Roberto Baschetti; el excelente trhiller político El presidente que no fue, de Miguel Bonasso; las relecturas sobre la trayectoria de la izquierda revolucionaria publicadas por Pablo Pozzi; los Cazadores de Utopías (1996) de David Blaustein; el valiente filme de Tristan Bauer Evita, la tumba sin paz (1997); y la más lograda reconstrucción ficcional sobre la cotidianeidad en un centro de exterminio que nuestro cine nos haya dado hasta la fecha: Garage Olimpo (1999, Marco Bechís)

Voces múltiples, en todo caso, dispuestas a enfrentar el miedo y la resignación con productos cada vez más irrefutables. Esa notable evolución es perceptible también si la confrontamos con la pobre argumentación con que alguna vez Félix Luna buscó explicar "los años de plomo" apelando a la siquiatría en el prólogo del ensayo "Soldados de Perón", del estudioso británico Richard Gillespie: "Lo que va a leerse en las páginas que siguen - escribió el historiador vitalicio del régimen - es la historia de una locura. Una locura que al principio se apoderó del espíritu de un puñado de muchachos pertenecientes a clases medias altas, y luego inficionó todo el cuerpo social argentino".

Mientras tanto, en uno de los estupendos videos didácticos con que el equipo de la Escuela Superior de Comercio "Carlos Pellegrini" - liderado por otro historiador, Felipe Pigna - rescatara por entonces la historia oral de lxs argentinxs, el patricio José Alfredo Martínez de Hoz (padre, si los hay, del modelo de país que aún padecemos), sostiene con sereno pragmatismo algo así como: "El doctor Cavallo pudo hacer sin bayonetas lo que a mí me costó 30.000 desaparecidos". 

Comenzaba a superarse así el estadio de la superstición, y se avanzaba gradualmente hacia el rigor de las ciencias sociales. 

Desde entonces ha pasado mucha agua bajo el puente de las pantallas nacionales.

Inaugurado con el "Argentinazo" de 2001 el tercer período de esta sucinta revisión - siempre provisoria - se hace difícil seleccionar algún producto representativo sin salir del circuito de difusión convencional, porque fue  justamente desde el under donde fraguó una nueva mirada de lxs argentinxs, ya prácticamente despojada de miedos y resuelta a disputar palmo a palmo un destino de dignidad. Baste pues, al respecto, con recomendar (véaselo donde  se pueda pero véaselo) el impresionante video Crónicas de libertad. Organizando la resistencia (2002), minucioso registro de "La Masacre de  Avellaneda" realizado desde las filas piqueteras por el Grupo Alavío, con  Fabián Pierucci como referente. 

En el circuito de exhibición masiva, no obstante, también cabría destacar el apoyo brindado por el público a una producción oportunamente candidateada al Óscar como Kamchatka (2002, Marcelo Piñeyro), que antecedería al crudo verismo ofrecido más adelante por las insoslayables Infancia clandestina (2011, Benjamín Ávila) y Sinfonía para Ana (2017, Ernesto Ardito y Virna Molina)

Pese a las limitaciones propias de su impronta comercial, el filme de Piñeyro describe a una familia de profesionales militantes (impecables Ricardo Darín y Cecilia Roth) pasando por todas las tribulaciones por las que atravesaron lxs compatriotas comprometidxs con los caros ideales transformadores de los 70s. 

Dos detalles para no pasar por alto: En dicho filme, el mal tiene el rostro del citado superministro del Proceso, que nos hundió a todos. Y los militantes se sacrifican por preservar a sus hijos del horror, pero no interrumpen su relación con lo que a lo largo de todos estos años muchos vinieron considerando una "asociación ilícita". Están en la clandestinidad. Y sostienen su compromiso hasta la muerte. En algunas salas el público se emocionó y aplaudió. Este cronista fue testigo. 

Los genocidas se pudrirán en sus madrigueras sin experimentar un reconocimiento social semejante.-

 

miércoles, 20 de abril de 2022

DOSSIERS

 

De “Zenitram” a “Kryptonita”

SÚPER HÉROES PARA LA ARGENTINIDAD AL PALO




















“Ahí va el Capitán Beto

por el espacio

con su nave de fibra

hecha en Haedo”


Luis Alberto Spinetta

 


Un guachín de barrio que vuela


Si hay alguien en la Argentina que conoce al dedillo “el domicilio de la aventura” ese es Juan Sasturain. Acaso por ello no es de extrañar que su novela corta “Zenitram” respete la mayoría de las escalas que, según Joseph Campbell[1], prescribe la narrativa clásica para el periplo del héroe: La llamada de la aventura (un enviado sobrenatural lo pone al tanto de sus dones en el baño de una estación), la negativa al llamado (exacerbada al punto de que el protagonista deba agarrarse los genitales - en el típico gesto que Alberto Olmedo inmortalizara como “¡de acá!” - para exteriorizar su poder), la ayuda sobrenatural (que aquí consiste en el “Ábrete Sésamo” de pronunciar el propio apellido al revés), el cruce del umbral (Zenitram hace públicos sus atributos y se convierte en la gran esperanza nacional), el vientre de la ballena (descubiertas sus capacidades, un gobierno corrupto intentará cooptarlo), el camino de las pruebas (en repetidas oportunidades será objeto de tentaciones que no siempre resistirá), el encuentro con la deidad (retorno de una amiga de infancia militante insobornable de la causa medioambiental), la gracia última (su redención postrera tras haber sido escarnecido públicamente) 

En la mejor tradición marechaliana que revitalizara Dolina, el héroe en cuestión está más cerca de “la batalla terrestre” que de la “batalla celeste”, porque es tan nuestro que, como Maradona tiene su Guillote, como Rodrigo su Beatriz Olave, como el Che se aburre en un despacho oficial, y como Gatica busca redimirse en El Gran País del Norte.

La distopia propuesta por el autor de la ya clásica historieta Perramus[2] se sitúa en una futurópolis filo menemista donde una partidocracia venal aún medra con los vestigios del movimiento redencionista que brillara en los años 50s de nuestro Siglo XX. Su imaginario no omite referencias insoslayables ante las nuevas generaciones respecto de lo que fuera el inconcluso sueño nacional, desde un cuadro de la Abanderada de los Humildes, pasando por el frustrado y colosal Monumento al Descamisado, hasta afiches de la mítica revista Hora Cero fundada por Héctor Germán Oesterheld, aquel genial guionista que se incrustó en su propia aventura. Esto implica un posicionamiento ético de primer orden en los tiempos que corren, toda vez que, como escribiera Don Arturo Jauretche, “en el espacio que media entre una fe que muere y una fe que nace, la frivolidad pone su imperio”.

La imprescindible adaptación cinematográfica de Luis Barone contiene una poderosa carga metalingüística que torna porosa la frontera entre realidad y ficción, plagándose de cameos a cargo de verdaderos íconos de la cultura popular, como Daniel Melingo, Tom Lupo, o Jorge Dorio. Pero acaso el ejemplo más destacable sea el de haberle otorgado un relevante papel de reparto a un inclaudicable luchador cuyo empeño por releer los paradigmas actuales del accionar imperial en materia de dominación mediante el saqueo de nuestros bienes comunes le ha valido censuras múltiples, castigo por cierto menos irreversible que el que padece en pantalla. Resumiendo, Jorge Rulli ES en la vida real el personaje que interpreta en esta ficción.

Otro detalle destacable en materia de dirección y producción es haber reunido, en una realización que exhibe méritos estético-narrativos infrecuentes, a talentos que conjugan dos generaciones de la cultura nacional: Por un lado, en la figura de Juan Sasturain (autor) y Daniel Santoro (director de arte), y por el otro en la de nuevos valores como el joven Martín Mórtola Oesterheld (asesor de arte), nieto del creador de la novela gráfica El Eternauta, que en estas horas también se ocupa de colaborar con Bruno Stagnaro (Pizza birra faso, Okupas) para adaptar dicha obra cumbre del noveno Arte local al formato de serie a emitir por la plataforma Netflix. 

Para ver tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=aybA5aRuMPE

 












¿La esperanza viene del conurbano?

 

En tanto La Liga de la Justicia o el Escuadrón Suicida transitan las calles norteamericanas salvando al mundo de los villanos más depravados, en el filme Kryptonita (2015, Nicanor Loreti) la bandita de Nafta Súper (Juan Palomino) patea nuestro suburbio en busca de adrenalina, desentendida de lo que ocurra en el planeta. 

La historia de este particular team arranca cuando El Tordo (Diego Velázquez), médico "nochero", se encuentra trabajando en el matancero Hospital Paroissien. Por sorpresa, aparece este esperpéntico grupo de personajes que traen nada menos que al mismísimo Nafta Súper, herido de muerte. El Tordo es obligado a revivirlo con una descarga eléctrica "que mataría a cualquier otro ser humano", pero ellos no son gente común y corriente: cada uno cuenta con un atributo que lo diferencia del resto. 

El director del filme declaró que “un héroe puede venir de cualquier lado, incluso de los barrios más marginales”. Leo Oyola, autor de la novela en que se basa esta película imperdible, tiene ese origen y lo que logró  es digno de un Maradona de la literatura. El filme convoca a hacernos cargo de nuestra propia realidad, aunque a veces por prejuicios o desprecio la sociedad se ensañe con los héroes que vienen de abajo.

Los protagonistas de esta aventura son decididamente antihéroes, una suerte de familia disfuncional de forajidos fuera de la ley, que se animan entre sí. 

Loreti se arriesgó a encarar otra película de superhéroes en un país donde no existe esa tradición. Y Oyola conoce el mundo de sus personajes porque él vive allí, y algunas historias parten de vivencias suyas. Se trata, al fin y al cabo, de una historia escrita por alguien que sabe de lo que habla porque lo vivió en carne propia.

El elenco del film se completa con Pablo Rago como El Federico (ex cana cuentapropista y émulo de BatMan), Lautaro Delgado como Lady Di (especie de Wonder Woman trava), Nicolás Vázquez como Faisán (nuestro Linterna Verde), Diego Cremonesi como Ráfaga (alter ego local de Flash), Susana Varela como la enfermera Nilda, Sofía Palomino como Cuñataí Güirá (la Chica Halcón del conurbano), Pablo Pinto como Oficial Cabeza de Tortuga (encarnación de Doomsday, archienemigo de SúperMan, aquí encarnado por el piromaníaco Nafta Súper), Carca como Juan Raro (equivalente al Detective Marciano), y Luis Ziembrowski como el Oficial Ventura. Cuenta además con la participación especial de Sebastián De Caro, interpretando a una especie de Comisionado Gordon; y Diego Capusotto, encarnando a una suerte de Guasón desencajado.

Con citas de películas como Asalto a la prisión 13 (1976, John Carpenter), Near Dark (1987, Kathryn Bigelow), Sin City (2005, Robert Rodríguez), o incluso La Pandilla Salvaje (1969, Sam Penkinpah), Loreti construye una película  claustrofóbica y de asedio, en la que se juegan la lealtad y amistad entre un grupo de marginales que demuestran hasta qué punto la justicia y la dignidad pueden estar también adonde nadie las buscaría. "Ellos son lo peor del mundo, pero vos querés que ganen", subraya el director. 

Y nosotros agregamos un apunte que trasciende holgadamente la ficción: Acaso encarnen la metáfora del sujeto social llamado a cambiarlo todo. 

Para verla completa: https://www.youtube.com/watch?v=gH5Wp5OhC_Q&t=5s

 

 



[1] “El héroe de las mil caras. Sicoanálisis del mito”. Fondo de Cultura Económica, 2006.

[2] Historieta argentina escrita por Juan Sasturain e ilustrada por Alberto Breccia. La historia está ambientada durante la última dictadura cívico-militar. Es considerada un exponente clásico del género, en especial en Sudamérica. 

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