lunes, 25 de septiembre de 2023

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0


“CADA UNO DE SUS FILMES EQUIVALE A DIEZ DE OTROS” (*)

 











Merced a su eclecticismo, Stanley Kubrick fue un director inclasificable. Aún perviven las miradas controversiales sobre su figura. Para algunos de sus colaboradores fue un tipo huraño, excéntrico, ermitaño, y para muchos de sus colegas fue EL cineasta, cuya impronta más envidiaron y temieron.

Ese hombre que se movía a sus anchas durante los rodajes, era a la vez esquivo a la exposición pública. Tal vez por ello se hayan tejido tantas leyendas sobre su personalidad. 

Lector temprano, pese a sus 40 años de vida en Inglaterra, Kubrick nunca dejó de ser un neoyorkino de pura cepa. 

Siendo muy joven, se interesó por la fotografía y llegó a ejercerla con particular rigor para periódicos escolares. 

A la edad de 16 años tuvo el acierto de inmortalizar el plano corto de un modesto vendedor de periódicos apenado por la muerte del presidente Franklin Delano Roosevelt. Había allí una mirada de autor. Y la Revista Look supo advertirlo, no solo publicándole aquel hallazgo sino también contratándolo como fotógrafo oficial de esa publicación. 

Su colega Paul Mazursky alguna vez sostuvo que aquel Kubrick primerizo “no era un bohemio ni un hombre de izquierda, solo un muchacho listo del Bronx”, que comenzó a dirigir sin saber nada sobre el manejo de actores.

Ya en 1955, con su tercera obra fílmica (Killer Kiss), el bisoño realizador pudo desplegar todo su conocimiento previo en materia de iluminación.

A continuación, se asoció con un empresario y fundó su propia productora: Kubrick y Harris. 

En adelante, trabajaría con el prestigioso DF Lucien Ballard, marido de la actriz Merle Oberon, a quien le llevó tiempo hacerle entender sus pretensiones visuales.

Pero el Kubrick de culto que hoy veneramos nace con Paths of Glory (1957), protagonizada por un Kirk Douglas en su mejor momento. Sobre esta obra opinó Martin Scorsese que había visto otros filmes de guerra antibélicos, pero ninguno como ese. 

Para Steven Spielberg, así como muchos artistas comienzan sus obras bocetando en carbonilla, Kubrick lo hace dando brochazos de colores primarios sobre el lienzo. 

Kubrick se desposó y tuvo un par de hijxs con la estrella femenina de aquel filme.

La imagen que la obra ofrece de la oficialidad francesa le granjeó varios años de prohibición en ese país.

Cuando un estudio propuso a Kirk Douglas protagonizar la superproducción épica Espartaco (1960), inspirada en la obra homónima de Howard Fast, el actor puso como condición que la dirigiera Kubrick, pese a que originalmente se la hubieran ofrecido a Anthony Mann. A sus 30 años, el director tuvo la templanza de lidiar con dos monstruos sagrados como Lawrence Olivier y Charles Laughton, que - para más dato - se odiaban entre sí. No obstante, resultaron algo incómodas para Kubrick las circunstancias de que no poseía los derechos de la obra como para retocar el guion, y la de que su protagonista, que era tan temperamental como él, estuviera a cargo de la producción. La película obtuvo 4 Óscares, y le granjeó el reconocimiento de toda la Academia, pero su corte final estuvo a cargo de Douglas. En consecuencia, Kubrick no aceptó rodar más films en los que no ejerciera el control total.

En 1962 asumió el riesgo de llevar a la pantalla una versión libre de la controvertida novela Lolita, de Vladimir Nabokov, que tardaría 6 meses en estrenarse debido al recelo de la Iglesia Católica.

Pero Kubrick no escarmentó, sino que redobló la apuesta, filmando en 1964 Dr. Insólito. O cómo aprendí a despreocuparme y amar la bomba, comedia negra que ironiza sobre la Guerra Fría, y adonde el versátil cómico británico Peter Sellers interpreta a varios personajes.

Kubrick colocó cámaras en diferentes ángulos y disfrutó de la interpretación de Sellers más como espectador que como director, procurando no perder ni un detalle de la performance de aquel actor. 

El director Sidney Pollack manifestó que no recordaba estreno alguno de Kubrick sin controversia.

Hacia 1963, el director había cosechado tanta autoridad ante crítica y público que estaba en condiciones de dirigir el film que quisiera sin depender de los mandamases de Hollywood.

En 1968 produjo la hazaña de adaptar al cine la novela de ciencia ficción 2001. Odisea del Espacio, de Arthur C. Clarke, generando un hito en el género, que a partir de entonces procuraría vanamente ser emulado. Su inédita representación de la prehistoria humana, sus efectos especiales de vanguardia, la vigente modernidad escenográfica y de maquetaje, colocan esta obra en el sitial de filme - escuela. 

Según el escritor de ciencia ficción Brian Aldiss, el secreto de Kubrick consistía en concentrarse en 6 o 7 “unidades insumergibles” o secuencias a toda prueba - como gustaba llamarles - que, interrelacionadas, completaban un buen film. 

Algún productor muy poco visionario vaticinó ante el estreno “esto es el final de Kubrick”.

Quienes colaboraron en aquel film aseguran que Kubrick era exigente hasta la perfección.

Su siguiente empresa fue rodar Napoleón. Llegó a disponer de 5000 soldados en Rumania y de todos sus uniformes. Pero el estreno del film Waterloo, con Rod Steiger, desalentó a sus productores.

En 1971 superó todas sus marcas adaptando la polémica distopía de Anthony Burguess La Naranja Mecánica, terminantemente prohibida en nuestro país durante la última dictadura. 

Como acostumbra a ocurrir, la violencia que destila el film fue utilizada para responsabilizar a Kubrick de haber inducido ciertos actos delictivos de carácter juvenil. 

Pese a haberse exhibido exitosamente durante 61 semanas, el director decidió interrumpir la distribución del film en Inglaterra, doblegado por el hostigamiento recibido como supuesto instigador a la violencia. Perdió dinero, pero impuso su voluntad a la Warner, que prefirió recaudar menos a dejar de contar con él como gallina de los huevos de oro. En dicha factoría, Kubrick llegó a ostentar el control absoluto de sus films.

Alguna vez hasta les compró a bajo costo un par de cámaras BNC que utilizaban para retroproyección, y las personalizó con unos lentes Zeiss fabricados para la NASA. Cuando los técnicos advirtieron que la empresa se había desprendido de aquellos irreemplazables tesoros se armó un lío de proporciones. Pero, a partir de aquella transacción, la fotografía de Kubrick tendría una indeleble marca de autor, que puede apreciarse por ejemplo en Barry Lyndon (1975), film que cuenta con numerosas y bellísimas tomas rodadas exclusivamente a la luz de las velas. 

El film, que duraba 3 horas, fue señalado como largo y tedioso en EEUU, mientras que Europa ponderó su belleza visual. Finalmente se alzó con cuatro Óscares.

Ante las críticas que no apreciaban su titánico esfuerzo creativo, con la adaptación del clásico de Stephen King El Resplandor (1980) intentó combinar la obra de arte con el éxito de taquilla. Aunque con el tiempo el film se convertiría en obra de culto, al célebre best - sellerista del horror no le satisfizo la estilización a la que apeló el cineasta ni sus múltiples licencias narrativas.

Al cabo de tan intenso rodaje, el director se recluyó en la campiña con familia y mascotas, se rehusó a dar entrevistas, y comenzó a forjar su leyenda de ermitaño antisocial.

Colegas y familiares de Kubrick coinciden en describir su carácter compulsivo-obsesivo y perfeccionista, tanto dentro como fuera del set, al punto de, en el caso de un gato suyo que bebía en exceso, averiguar cuánta agua ingieren esos felinos en cada lengüetazo, y estar atento para regulárselo.

Con Nacido para Matar (1987) volvió a la temática bélica, ahora ocupándose de la guerra en Viet Nam, pero esta vez sin abrir juicio de valor.

Pese a que trabajó intensamente en la adaptación de la novela Inteligencia Artificial, de Brian Aldiss, terminó por considerar que para dirigir ese film era menester una sensibilidad como la de Spielberg, y se reservó el rol de producírselo.

Ojos bien cerrados (1999) fue su último film como director. Esa historia oscura sobre la tensión entre compromiso matrimonial y libertad sexual le volvió a reportar severas críticas. Este gran inconformista del Séptimo Arte volvía a tensar los límites de lo decible.

Una semana después de su estreno, murió en su hogar, plenamente satisfecho de no haber dejado de sorprender jamás a público y crítica. - 


(*): Frase de Martin Scorsese sobre Kubrick. 

  

Para aproximarse a este autor:

https://www.youtube.com/watch?v=X9JJXi-GQsE

domingo, 17 de septiembre de 2023

DOSSIERS

El desafío de la imaginación en su competencia con la realidad

UNA FICCIÓN CADA VEZ MÁS PRÓXIMA A LA CIENCIA




















“En un mundo donde efectivamente muchas veces la realidad parece superar a la ficción, la ficción recupera su sentido original: permitirnos hacer catarsis, purgar sufrimientos y deseos a través de ella. En un mundo donde la realidad se muestra en su brutal desfachatez, en su salvajismo vanal, la ficción debería servirnos para poetizar y metaforizar este dolor. Y en un mundo donde ya todo parece haber sido dicho o escrito o mostrado y en el que - como dijimos - lo que sucede parece ser obra de algún guionista entre lo genial y la locura, hacer ficción supone un enorme desafío: encontrar qué decir, qué inventar, qué mostrar, qué secretos sacar a la luz en una realidad en la que, bajo la apariencia de que todo se muestra, todo se esconde”. 

Laura Ferrari

Guionista.

“Ficcionando en una realidad que parece de ficción” (2003)

 

Hay un hermoso librito de bolsillo editado por La Máscara para la Colección Placeres (nunca mejor escogido ese nombre) que lleva por título “La Ciencia Ficción. Imaginación, anticipación, utopía”. En su portada puede verse un fotograma de la adaptación cinematográfica de “20.000 leguas de viaje submarino” - novela de Jules Verne llevada a la pantalla en 1954 por Richard Fleischer - que muestra a un gigantesco calamar diseñado casualmente por el maestro Ray Harryhausen, sujetando a un buzo con uno de sus tentáculos. Es una recomendable vía de acceso al fascinante mundo de la fantaciencia, tan frecuentado por el cine y, cada vez más, por las incontables series que en él abrevan.

Por cierto, así como hay público para todo, parte de él se resiste a abrirse a las metáforas de la vida real que el género acostumbra a proponer. Sin ir más lejos, en un cálido conversatorio entre el director de Terminator y el de Tiburón, este último explicó emocionado a su interlocutor que dirigió E.T. para procesar la separación de sus padres consolándose con una suerte de amigo imaginario venido de otra galaxia. 

Por lo demás, sabido es también que algunos filmes de este tipo han apelado a la idea de la invasión extraterrestre para someter a algunos países fuertes acostumbrados a doblegar a otros más débiles a la prueba de imaginarse amenazados por una potencia alienígena tecnológicamente mucho más avanzada. Este sub género del fantástico responde a la premisa de preguntarnos “¿y si acaso…?”. 














Primera entrega: A la conquista del cosmos

Durante el rodaje del film Gravedad (2013), de Alfonso Cuarón, que describe la pequeñez de nuestra especie frente a la inmensidad del universo, para encarnar a su personaje, Sandra Bullock - co protagonista junto a George Clooney - consultó con la astronauta Cady Coleman acerca de cómo se despertaba ella en órbita.

Se considera pionero del género en el arte cinematográfico al prestidigitador Georges Méliès, quien en 1902 llevó a la pantalla un relato que combina la novela de Verne “De la tierra a la Luna” con la de H.G. Wells “Los primeros hombres en la Luna”. 

En los albores de la literatura de anticipación, no abundaban los relatos rigurosos sobre la exploración de otros mundos, al punto de que muchos describían a lxs terrícolas descendiendo sin casco en atmósferas extrañas, y el cine lo reprodujo hasta mediados del Siglo XX. Poco después, algunos realizadores se harían asesorar por especialistas, como lo hizo Irving Pichel con Robert Heinlein - gurú de la ciencia ficción lógica - durante el rodaje de Con destino a la Luna (1950) 

Viajar más rápido que la luz para acceder a otros sistemas solares continúa siendo el Santo Grial de la ciencia. 

La imaginación de Gene Roddenberry - creador de la serie Star Trek - concibió una pluralidad de formas de vida extraterrestres igualmente respetables como la nuestra, abordando en dicha saga problemáticas raciales o sexuales con singular destreza narrativa. 

George Lucas reconoce a 2001. Odisea del Espacio (1968, Stanley Kubrick) como la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos, y admite haberse inspirado en ella para fotografiar las naves de Star Wars. 

Hacia 1977, con películas distópicas o apocalípticas, el cine de ciencia ficción recaudaba cada vez menos. Hasta que la saga de Lucas revolucionó ese universo, dotándolo de un renovado esplendor, que abrevó en viejos seriales del género como Flash Gordon y en westerns de John Ford. 

En los años 70s, acorde con la contracultura de la época, la ciencia ficción cinematográfica se vuelve hiperrealista, y las naves que presenta carecen de pulcritud, como en el Nostromo de Alien. El Octavo Pasajero (1979, Ridley Scott), que tiene goteras o escapes de vapor. 

En este campo a veces se ignora o infravalora a lxs artistas capaces de concebir mundos alternativos, pero sin embargo hay demasiado trabajo casi anónimo detrás de las fantasías que consumimos. Por ejemplo, el ecosistema del planeta Pandora creado por James Cameron para Avatar cuenta con su propia historia, con una lengua absolutamente orgánica - como la élfica que inventara J.R.R. Tolkien -, y hasta con unas flora y fauna totalmente clasificadas por su especificidad, con nombres en inglés, latín, e incluso n’avi para bautizar a cada especie. 

Luc Besson también inventó un diccionario de alrededor de 400 palabras para el personaje que encarnó Mila Jovovich en su film El Quinto Elemento (1997), además de diez o quince páginas para definir la ley que rige o la comida que se consume en el mundo que propuso.

A su vez, James Gunn escribió cientos de páginas sobre las diferentes culturas que pueblan la saga Guardianes de la Galaxia, caracterizando desde cómo son a cómo piensan.

 

Imperdible referencia: https://www.youtube.com/watch?v=KCfqHFG9s74


(Continúa en próxima entrega...)

lunes, 11 de septiembre de 2023

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0

CLAUDE LELOUCH

“EL MEJOR DIRECTOR DE ACTORES QUE CONOCÍ” (*)













En 1957 Claude Lelouch cruzó la “Cortina de Hierro” como documentalista clandestino. Uno de los primeros camarógrafos europeos ingresaba entonces a Moscú con una cámara bajo un impermeable, visitando los legendarios Estudios MosFilms justo mientras el director soviético Mikhail Kalatozov rodaba Pasaron las Grullas, un film que le cambió la vida inclinándolo a dirigir cine.

En tales circunstancias estableció un contrato con la cámara que duraría más de medio siglo, convirtiéndola en su microscopio y telescopio del mundo, y transformándose en consecuencia en algo así como un voyeurista empoderado.

Hijo de padres cinéfilos, mamó desde el vientre materno el mejor cine clásico. 

Durante sus primeros años, su madre le convidaría aquel hábito transformando la sala oscura en su primera escuela. 

Años después, durante su servicio militar se desempeñaría como camarógrafo de la Armada Francesa, poniendo en escena incluso siete cortos de temática castrense. Así, a los 19 años, Lelouch llegaría a disponer de recursos dignos de Hollywood: Cámara de 35 mm., helicóptero, cientos de extras, y un casting de capitanes y coroneles que le brindaron las peores perfomances interpretativas de su carrera, lo cual le convenció acerca de que en adelante la dirección de actores debería convertirse en una tarea fundamental para encarar el quehacer que había escogido.

Con los 10.000 Dls. Que obtuvo de la televisión canadiense por aquel documental rodado en la URRSS, en 1960 fundó su propia productora, Les Films 13. 

Su primera ficción fue un estrepitoso fracaso financiero y de público, en el que cometió todos los errores que se pueden esperar de un principiante, al punto de que la célebre publicación Cahiers du Cinema editorializó por entonces. “Claude Lelouch. Recuerden bien este nombre. Jamás volverá a oír hablar de él”. 

Graduado en la escuela del fracaso, sería considerado el anti Godard, el anti Truffaut, el impostor de la Nouvelle Vague.

Su segundo y desesperado intento no haría más que ratificar aquella catástrofe creativa, al deber suspender su rodaje al poco tiempo de comenzado.

Una sucesión de videoclips basados en canciones populares de la época lo salvarían de la ruina total. 

Con sus ánimos retemplados, Lelouch contraataca con un nuevo film, y dado que no es profeta en su tierra, obtiene cinco estrellas en el Festival de Estocolmo, y la bendición del maestro Ingmar Bergman. 

Pero, aún así, no le resultará tan sencillo remontar su productora, porque vendrán nuevos fracasos. 

Así seguirá por un tiempo, arriesgándose a rodar ficciones de poca monta, y replegándose al videoclip ante el menor revés de taquilla. A mediados de los 60s, quien habría de convertirse en el director consagrado que fue, aún era un modesto camarógrafo de actualidades. 

Demolido ante semejante colección de frustraciones, se toma una pausa meditativa a la vera del mar, y azarosamente descubre una pareja deambulando acaramelado por la playa. Preso de una inesperada epifanía, a partir de aquella imagen escribe Un Hombre y una Mujer, el guion del filme que en 1966 le reportará la Palma de Oro y dos Óscares, galardones que lo convertirán para siempre en Claude Lelouch, pero ahora escrito en letras mayúsculas. 

Aunque consagrado por la Academia, Lelouch nunca se avendrá a filmar para el sistema hollywoodense. 

Al año siguiente filma Vivir por Vivir, ya no la historia del encuentro de una pareja sino la de su fragilidad y ruptura. Durante el rodaje se enamora de Annie Girardot, que está casada como él, de modo que la experiencia que se narra delante de cámara es la misma que ocurre detrás.

A continuación, durante el Mayo francés de 1968 filma La Vida, el Amor y la Muerte, una película contra la pena capital.

En 1969, en el oeste norteamericano, retomará el tema de la pareja, ahora para narrar la historia de un amor fugaz. Pese al desempeño de Belmondo y Girardot, el filme no funcionó. 

Al cabo de unas pocas experiencias menores, se lanzará a rodar la que acaso sea una de sus películas más recordadas, La Aventura es la Aventura, con un elenco estelarizado por Lino Ventura - el duro de la época -, el versátil Charles Denner, y el cantautor belga Jacques Brel. 

Y, tras una década de apuestas fallidas, en 1981 por fin llega su consagración: La gran saga musical Los Unos y los Otros, originalmente concebida como su obra póstuma y testamentaria, por la que obtiene la Palma de Oro del Público en Cannes. 

No contento con aquel éxito, en 1983 concretará un viejo sueño, el de homenajear al Gorrión de París en su film Edith et Marcel, basándose en el relato que le compartiera la propia Édith Piaf sobre su romance con el boxeador Marcel Cerdan. 

Pero nadie tiene el destino comprado, y en 1986, con 20 Años Más Tarde volvió a fracasar intentando el reencuentro de la pareja de Un Hombre y una Mujer.

Pero Lelouch siempre se repuso y fue por la revancha. Esta llegaría en 1995 con Los Miserables, que contó con un formidable Belmondo interpretando a Jean Valjean.

Desde entonces, el prolífico director - que sigue activo a sus 85 años - rodó en lo que va del Siglo XXI 16 películas más, con éxito desigual.

La última - hasta ahora - fue Los Mejores Años de una Vida (2019)

A lo largo de su profusa obra desfilaron los monstruos sagrados del cine francés: Michel Píccoli, Catherine Deneuve, Phillip Léotard, Fanny Ardant, Serge Reggiani, Michelle Morgan, y muchxs otrxs que ya mencionamos.

De momento nada hace suponer que no nos vaya a sorprender con un próximo estreno. -

 

(*): Palabras de Jean-Louis Trintignan, intérprete de Un Hombre y una Mujer.

 

Para aproximarse a este autor:

https://www.youtube.com/watch?v=ybmvZNb2K50

 

 

 

   

lunes, 4 de septiembre de 2023

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0 

HOWARD HAWKS

ENTRE RISAS Y TROMPADAS










 

Howard Hawks realizó una media de una película al año durante 43 años - preferentemente de género comedia y acción -, hasta retirarse del oficio en 1973.

Ex piloto automovilístico y de avión, llevó tales aficiones a su cine, inaugurando su carrera con uno de los films que en 1930 reflejó de manera más avanzada los combates aéreos de la Primera Guerra Mundial. 

No obstante, el fuerte de sus películas no eran sus momentos más espectaculares, sino más bien los dialogados, lo cual, en el tránsito entre el cine mudo y el hablado le supuso un enorme esfuerzo creativo. 

Acaso uno de sus títulos clásicos sea Scarface, de 1932, obra libremente inspirada en las andanzas de Al Capone. 

Jamás se ciñó a un contrato, reservándose siempre la más absoluta libertad de acción. 

En 1934, con La Comedia de la Vida, brindó su máxima oportunidad de lucimiento al actor John Barrymore. 

A partir de 1938 comenzó a incorporar pasos de comedia en sus films, brindándole a Katherine Hepburn su primera interpretación humorística en La Fiera de mi Niña. 

Uno de los actores con quien más trabajó fue Cary Grant, el otro sería John Wayne, sobre quien opinaba que cualquier actor que compartiera una escena con él se vería opacado por su carisma. 

Hawks clasificaba al western en dos etapas. La referida a la génesis del salvaje oeste, con sus grandes manadas de ganado, y la del imperio de la ley y el orden, cuyo símbolo pasaría a ser la figura del sheriff.

Desconfiaba de las escenas en cámara lenta que usó Sam Peckimpah en La Pandilla Salvaje, porque opinaba que en la vida real la violencia ocurre de manera tan vertiginosa que no da lugar ni a interpretarla.

Su gran descubrimiento femenino fue Lauren Bacall, quien se convertiría en el arquetipo de la mujer hawkiana. 

El realizador al que se declaró más ligado fue su coetáneo John Ford.

Hawks sostenía que en todo diálogo unos interrumpimos a otros, de modo que inventó una manera de incorporar algunas palabras incoherentes al principio y final de cada frase, de modo que el ritmo vertiginoso de una charla - en la mayoría de sus films, un 20% más veloces que la media - no anulara la comprensión del contenido principal.

Avanzada la Segunda Guerra Mundial, hizo algunas películas por encargo, en las que a veces colaboró su amigo William Faulkner, que siempre lo sacaba de apuros como reescribir una escena insostenible. 

Los films de Hawks incluyen algunas de las escenas de muerte de un personaje más poéticas de la historia del cine. Y también los personajes femeninos más irreverentes vistos en pantalla hasta entonces.

El director también sedujo a Ernest Hemingway, quien se negaba a escribir cine, para que lo hiciera, como ocurrió con la adaptación en 1944 a la pantalla de su novela menor Tener y No Tener.

Con The Big Sleep (1946), adaptación de la novela negra de Raymond Chandler, Hawks convierte a Humphrey Bogart en uno de los detectives más famosos de la literatura: Phillip Marlowe.

Hawks estaba convencido de que hay artistas que le gustan a las cámaras y otros que no, y que los primeros, en consecuencia, no pueden equivocarse, porque su rostro no les permite mentir. 

Este prolífico y versátil realizador nos abandonó en 1977, sin dejar herederos. –

 

Para aproximarse a este autor: https://www.youtube.com/watch?v=xyQ1jJbJiJE

 


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