lunes, 24 de abril de 2023

RESEÑAS

TODOS LOS CAMINOS DEL SCI -FI CONDUCEN AL APOCALIPSIS

 

¿Un Cine de Anticipación… o de Advertencia? 

Algunos amantes del género fantástico opinan que la ciencia-ficción ya no es lo que era. Ni en el cine ni en las series. Uno se deleitaba con sus relatos - entre otras cosas - por la capacidad de imaginar/aventurar destinos de la que solían hacer gala. Pero aquella audacia visionaria que supieron desplegar verdaderos adelantadxs como Jules Verne hoy brilla por su ausencia, ora por el vertiginoso avance innovativo propuesto por la Revolución Tecnológica en curso, ora lisa y llanamente por pereza intelectual.

Algunas pruebas al canto: Cuando Harold Ramis estrena el filme Mis Otros Yo (1996), en el que Michael Keaton interpreta a un sujeto victimizado por su múltiple clonación, el mundo ya está conociendo a la finada oveja “Dolly”. Cuando Michael Crichton escribe - y Steven Spielberg lleva a la pantalla - Parque Jurásico, un investigador de nuestro CONICET confirma en las páginas del Diario Clarín que se ha logrado revivir in vitro microorganismos que datan de la prehistoria. Y cuando de metáforas apocalípticas se trata, ocurren cosas similares. Baste con revisar la superproducción El reinado del fuego (2002), dirigida por Rob S. Bowman, que - tras el atentado a las Torres Gemelas - construye la nada sutil metáfora de un mundo devastado por la reaparición de los dragones, míticas bestias aladas provenientes de un pasado “bárbaro”, casualmente oriundas de Oriente Medio, ensañadas contra los edificios de las grandes metrópolis, y a las que termina derrotando ¡una coalición militar anglo-norteamericana! 

Compréndase pues, ante tan escaso alarde de imaginación, la nostalgia que puede experimentarse al evocar la audacia desplegada por la serie Dimensión Desconocida (1959/1964) de Rod Serling, o recordar el vuelo poético que contenían filmes como El increíble hombre menguante (1957), guionizado por el gran Richard Matheson y adaptado al cine por el gigantesco Jack Arnold. 

Cualquier sondeo que un especialista realice sobre la producción específica de las últimas décadas llevará a constatar que no exageramos si concentramos todo nuestro encomio sobre clásicos como aquel H.G.Wells que “inventó” “La máquina del tiempo” mucho antes que Einstein ensayara sus primeras hipótesis sobre el tema; aquel Ray Bradbury que inauguró la década del 60 vaticinando la peligrosa sala de juegos de su cuento “La pradera”, mucho antes que las palabras “realidad” y “virtual” celebrasen matrimonio; o aquel Philip K. Dick que llevó a un ciborg a interrogarse sobre el sentido de la vida, en su inefable novela “¿Sueñan los androides con ovejas de metal?”, mucho antes que Marvin Minski comenzara sus investigaciones sobre inteligencia artificial en el M.I.T. de Massachusetts. Cada uno de ellos, a su modo, inventó el Nautilus en un mundo sin submarinos. Y, si se hicieron acreedores a todo nuestro respeto, es porque desde la ficción le ganaron a la ciencia.

En un presente en que la deuda del Norte Global asciende a la impagable suma de 4 PBI mundiales, lo cual explica el incremento de la exploración de otros mercados posibles en el resto de la galaxia, dado que las condiciones de reproductibilidad del capital hoy le dan a su crisis la característica de estructural, toda vez que su expansión ya atenta contra las condiciones de vida en el planeta, en esta nota nos concentraremos en analizar la proliferación de filmes que, por diversas circunstancias, parecerían no confiar en que al mundo que habitamos le quede demasiado tiempo de existencia.

 

Estudio de casos 

El día después de mañana (2004, Roland Emmerich) 

Un climatólogo intenta localizar a su hijo luego de que el calentamiento global provocara desastres naturales mundiales. 

Película completa: https://www.youtube.com/watch?v=EHVQUwjBluo


2012 (2009, Roland Emmerich) 

Un escritor fracasado intenta llevar a su familia a un lugar seguro, mientras que el mundo se desintegra bajo el efecto de una serie de cataclismos. 

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=AcZ-ffVxhpo


Battleship (2012, Peter Berg) 

El descubrimiento de - y contacto con - un planeta extrasolar con condiciones similares a las de la Tierra desencadena una épica batalla multinacional contra una poderosísima armada de ese origen, que será (descaradamente) neutralizada por veteranos de la Batalla de Pearl Harbor. 

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=hYfkDS9B_ag


El Hombre de la Tierra: Holoceno (2017, Richard Schenkman)

Basada en los personajes creados por el escritor de ciencia ficción Jerome Bixby, se trata de una secuela de la película de 2007 The Man from Earth. La trama se centra en el profesor universitario John Oldman, que ahora se hace llamar John Young, quien ha sobrevivido secretamente durante más de 14.000 años. Sin embargo, ha descubierto que empieza a envejecer y ya no se recupera tan rápido como solía hacerlo. Mientras tanto, cuatro de sus alumnos han comenzado a sospechar la verdad sobre él y se ponen en contacto con un ensayista cuya carrera se vino abajo después de publicar un libro sobre ese inmortal. Dramáticamente, la historia concluye planteando que la decrepitud del protagonista es producto del cambio de era geológica que ha dado lugar al Capitaloceno, el momento en que la huella depredadora de los dueños de todo sobre nuestro planeta comienza a tornarse irreversible.

Película completa: https://www.youtube.com/watch?v=cdMGcRdyw5g


Hover (2018, Matt Osterman) 

En un contexto local en el que la lucha de lxs ambientalistas de Malvinas Argentina (Córdoba) desaloja al monopolio Monsanto - Bayer, mientras nuestro gobierno aprueba la fusión de otras dos empresas contaminadoras como Syngenta y Nidera, vale la pena advertir cómo este film aborda el tema desde el género fantástico, pero sin renunciar a una perspectiva crítica. Ambientado en un futuro cercano en el que hay escasez de comida y la tecnología ayuda a la producción con drones agrícolas, cuenta la historia de Claudia y su mentor John, que asisten a trabajadorxs y residentes en granjas afectadxs por enfermedades terminales. Cuando John muere sospechosamente, un grupo de lugareñxs ayuda a Claudia a revelar una verdad inconveniente.

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=P94PLpNzKiE


Breach (2020, John Suits

En el marco de un protocolo de extinción planetaria, y a punto de ser padre, un mecánico joven se embarca a bordo de un arca interestelar con destino a la Nueva Tierra, debiendo enfrentar junto a su pareja embarazada la amenaza de un virulento sabotaje por parte de grupos rebeldes que se resisten a abandonar nuestro mundo. 

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=HFvvWd1jcSk 


Voyagers (2021, Neil Burger) 

El futuro de la raza humana está en juego, y un grupo de jóvenes se embarca en una expedición para colonizar un planeta lejano. Se supone que deberán procrear a bordo, y que sólo sus nietos llegarán a destino en condiciones de poblar esa tierra prometida, ya que la travesía durará más de 80 años. A lo largo del viaje aflorarán las más bajas pasiones humanas, generando disputas por el liderazgo de tan sacrificada misión. 

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=Di-FPakZBpI


Warning (2021, Ágatha Alexander) 

Típico relato basado en historias paralelas que se van entrecruzando - la eutanasia de un androide inútil, una joven solitaria que le reza a una aplicación capaz de emular la voz de Dios, un astronauta desvinculado de su nave madre que enviará un último mensaje a su pequeña hija mientras es testigo de la extinción de nuestro planeta - en un futuro cercano en el que todxs lxs personajes meditan sobre el significado de la vida, amenazada por una lluvia de asteroides. 

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=Jcqv3ibj1Sk


The Colony (2021, Tim Fehlbaum)

Una astronauta proveniente del planeta Keppler queda varada en una expedición que retorna para explorar las posibilidades de repoblar la Tierra, oportunamente diezmada al cabo de una hecatombe ambiental (vale la pena aclarar que, más allá de la ficción, y a pesar de los 300 millones de planetas "potencialmente habitables" en nuestra galaxia, Kepler-442b es el que reúne las mejores condiciones para permitir el desarrollo de vida, según informaron científicos de la NASA en el año 2015) Sus compañeros de tripulación están muertos o heridos, así que solo ella puede decidir el destino de quienes han sobrevivido en nuestro hábitat.

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=i0lYLZXJ9gs&t=3s


Silent Night (2021, Camille Griffin)

Acaso en el que sea nuestro ejemplo más imperdible de esta nómina, veremos a un grupo de viejxs compañerxs de secundaria que se reúne para celebrar la última Navidad de sus vidas, mientras el apocalipsis se cierne sobre el mundo de la mano de una nube de gases tóxicos. Aunque finjan normalidad, ni la ropa elegante ni la comida cara podrán borrar de sus mentes el hecho de que ese día termina todo. Se trata de una brillante comedia negra que incluye una descollante actuación del niño que protagonizara la memorable Jo Jo Rabbit (2019, Taika Waititi) y dirección de su madre, en la que escucharemos frases tan corrosivas como “las baterías de estos juguetes durarán más que nosotrxs”, “a los sin techo y a los inmigrantes no le han suministrado píldoras para su autoexterminio porque según el sistema no existen”, o “deberíamos haber votado a los verdes”.

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=lnlmsoZj7B8&t=8s


“El futuro / ya llegó / hace rato” (*)

El denominador común de los ejemplos reseñados invita a recordar la reflexión que hace unos años hiciera pública el legendario líder campesino peruano Hugo Blanco: “Antes, desde el marxismo y el trotskismo, luchábamos por una sociedad igualitaria. Pero ahora he cambiado. Ya no creo que sea la clase obrera la única sepulturera del capitalismo, tal como decía Marx. Ahora está en juego la salvación de la especie humana. Porque si no derrotamos al sistema capitalista, nos van a matar a todos, incluidos los capitalistas”. 

Pues las últimas novedades en materia de navegación y exploración aeroespacial desmienten categóricamente aquel punto de vista. 

En efecto, tal y como lo muestran los filmes Wall - e (2008, Andrew Stanton) o Elysium (2013, Neil Blonkamp), ya hay magnates estadounidenses anotados para viajar en futuros charters a conquistar nuevas colonias en la galaxia. 

Pruebas al canto: La estación orbital denominada El toro de Stanford fue propuesta durante el Estudio de Verano de la NASA en el año 1975, y maquetada en la Universidad de Stanford con el propósito de especular acerca de diseños para futuras colonias espaciales. Es uno de los tantos ejemplos capaces de confirmar que Hollywood “profetiza” sobre hechos consumados. 

Eso no es todo. Para cualquier desavisadx del tema, recordaremos que, primero el empresario y multimillonario británico Richard Branson se elevó por los cielos en un avión espacial supersónico desarrollado por su compañía, Virgin Galactic, y pocos días después, Jeff Bezos abordó la nave New Shepard para realizar un primer viaje de placer que lo llevó al espacio y de regreso con su compañía Blue Origin.

Más adelante fue el turno de SpaceX con Inspiration4, pero a diferencia de las primeras dos misiones, el CEO de SpaceX y Tesla, Elon Musk no formó parte de la tripulación. 

La misión Inspiration4 se convirtió en el primer vuelo orbital tripulado en su totalidad por turistas. Los cuatro civiles fueron mucho más allá del espacio suborbital alcanzando una altitud de aproximadamente 563 kilómetros, que son 160 kilómetros de altitud más de lo que cualquier humano ha volado en décadas. 

Musk, acaba de describir su propósito fundacional como el de enviar humanos a Marte por primera vez.

Como si todo eso fuera poco, Breakthrough Starshot (a veces traducido como Disparo Estelar) es un proyecto de investigación e ingeniería a cargo del programa Breakthrough Initiatives, que pretende desarrollar una flota de micronaves espaciales (conocidas como StarShip) impulsadas con velas solares capaces de viajar a Alfa Centauri (localizado a una distancia de 4,37 años luz) al 15% o 20 % de la velocidad de la luz (60.000 km/s o 215 millones de km/h),​ por lo que tardarían entre 20 y 30 años en alcanzar su destino, y otros 4 años en comunicar a la Tierra su llegada. El viaje también incluiría un sobrevuelo sobre el planeta Próxima Centauri b, el cual posee características muy similares a las de la Tierra y también se encuentra en la zona habitable de su estrella.​ El concepto principal que permitiría poner en marcha este proyecto se explica en el artículo de Philip Lubin (de la Universidad de California en Santa Bárbara) titulado "Plan de trabajo para el vuelo interestelar",​ publicado en abril de 2015 en la revista científica British Interplanetary Society. El envío de una nave espacial ligera implicaría una matriz en etapas de varios kilómetros de láseres orientables por haz con una potencia de salida combinada y coherente de hasta 100 GW. 

Y nos detenemos aquí para no abrumar a el o la lectora. Pero concluyendo que, aunque muchxs aún no perciban este nuevo Diluvio Universal al que nos condujo un sistema económico despreocupado de la suerte de nuestra especie, la construcción de un Arca del Siglo XXI está en marcha. Y difícilmente se prevea que quepamos todxs en ella. - 


(*): Fragmento de “Todo un palo”, canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

 

 

 

domingo, 16 de abril de 2023

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0

 

El cine documental

de la Revolución Cubana 

CÁMARA Y FUSIL 

Enrique Díaz Quesada, y los pioneros del período silente

La década final del Siglo XX arranca con el derrumbe de la última gran utopía laica de la humanidad - la URRSS -, cuya influencia acaso subsista parcial y trabajosamente en la ya legendaria isla socialista del Caribe.

Así como la primera película de la historia del cine puede asimilarse a un documental - un filme de los hermanos Lumière -, la primera cinta cubana ostentó también esta categoría. En fecha tan temprana como el 7 de febrero de 1897, a dos escasas semanas de la función inaugural del cinematógrafo en Cuba, el francés Gabriel Veyre, quien lo introdujo después de haber arribado de México, rodó un ejercicio del cuerpo de bomberos del Comercio de La Habana, a petición de la actriz española María Tubau, quien se encontraba actuando en el Teatro Tacón con su compañía. Dicha representación filmada se conoció con el título de Simulacro de incendio y tenía un minuto de duración. Este material, como casi todos los documentales del período silente, se perdió al no existir en aquella época una preocupación permanente por su conservación.

Al año siguiente, al actor cubano José E. Casasús le correspondió la fortuna de realizar un primer corto publicitario: El brujo desapareciendo, que estuvo dedicado a servir de propaganda a una firma cervecera. Una copia de este se envió a los hermanos Lumière, y otra a Thomas A. Edison. En esta pequeña película colaboró un muchacho de quince años de edad llamado Enrique Díaz Quesada, que luego se convertiría en la figura más relevante del cine cubano en la etapa muda.

Entre 1906 y 1915, Díaz Quesada fue el principal realizador de documentales en dicho país. La primera de sus obras, El parque de Palatino (1906), es la muestra más antigua que se conserva de una película cubana, así como la única existente en los archivos, de todas las cintas rodadas por este pionero. Desde inicios del siglo XX hasta mayo de 1923 en que fallece, Díaz Quesada luchó tenazmente por impulsar la producción cinematográfica en Cuba. Un incendio que tuvo lugar poco después de su muerte destruyó prácticamente casi todos los negativos de su obra. Entre los filmes rodados por él figuran La Habana en agosto de 1906La salida de palacio de Don Tomás Estrada PalmaUn turista en La HabanaUn cabildo en Ña RomualdaLos festejos de la Caridad en CamagüeyToma de posesión de José Miguel GómezSalida de Mr. Magoon de CubaLos funerales de Morúa DelgadoLos cruceros Cubay Patria entrando en el puerto de La HabanaVuelo del aviador McCurdy sobre La HabanaSalida de tropas hacia Santiago de Cuba durante la guerra racistaEl epílogo del MaineIndustria de la caña de azúcarLos carnavales de CienfuegosToma de posesión del general Menocal e Inauguración de la estatua del general Maceo.

Como se observa, en sus inicios, el documental tuvo una función principalmente de carácter testimonial, donde se recogían algunos de los sucesos políticos, sociales, históricos o culturales, significativos de la época, aunque también ejerció un papel promocional o divulgativo. El propio Díaz Quesada realiza, en 1910, un trabajo de publicidad: El sueño de un estudiante de farmacia, en el que se muestran distintos departamentos de la antigua Droguería Sarrá, y dos años más tarde, Festival infantil de Bohemia, un reportaje sobre una distribución de juguetes organizada por dicha publicación para los niños habaneros. En 1915, el llamado “padre de la cinematografía cubana” captó en celuloide la pelea de boxeo entre Jess Willard y Jack Johnson, que tanto diera que hablar en su tiempo. Un lustro después rodará Cómo se hace un periódico, que además de mostrar el proceso de edición de un diario anunciaba el concurso del periódico La noche, para elegir al artista más popular del momento.

Ya en 1920 se edita un primer noticiero silente, Suprem Film, que contenía noticias sobre la alta sociedad y anuncios comerciales. Su realizador era Juan Valdés y en él colaboraba el cronista social Enrique Fontanills. Su frecuencia era esporádica. Además de este intento de noticiario, existieron otros de la etapa muda como las Actualidades Habaneras, de Jorge Piñeyro, Salvador Cancio (Saviur) y Rogelio Pujol, en colaboración con el periódico La Prensa; el Noticiero OK - que también editó Juan Valdés -; el Noticiero Santiagueras - más bien una revista cinematográfica -; y el Noticiero Liberty, pero solo este último continuó en el período sonoro, aunque con ediciones ocasionales.

De la segunda mitad de la década de 1910 se tiene conocimiento de otros documentales, de los cuales tampoco se conservan copias ni se conocen los nombres de sus realizadores. Entre estos se sabe de títulos como Convulsión liberal en OrienteCuba en la guerra, La manifestación en honor de Estados UnidosLas regatas de Varadero y El soldado de Cuba.

Entre los materiales del género, de determinada importancia, en la década de los años veinte, pueden citarse: La llegada del Alfonso XIII, un corto publicitario del refresco Orange Crush, Las regatas de CienfuegosCamagüey histórico y legendario - de Anselmo Lazcano -, dos reportajes sobre el ciclón de 1926 - uno de Manuel Andréu y otro de Abelardo Domingo¿Cuál es la cubana de los ojos más lindos? - de Ernesto Gallardo - (divulgador de un concurso publicitario auspiciado por la revista Bohemia)

El gobierno del general Gerardo Machado creó en 1925 un departamento de cinematografía, adscripto a la Secretaría de Obras Públicas, que filmó un nutrido metraje de películas de carácter propagandístico. Su director fue Manuel Martínez Illas, realizador de documentales que había debutado en 1906 rodando el corto Cine y azúcar, para la Manatí Sugar Company. Parte de este metraje está archivado en las bóvedas de la Cinemateca de Cuba, el cual había sido añadido en los años cincuenta a noticieros de esa época.

Max Tosquella y el arribo del sonoro

Para realizar la primera demostración de cine sonoro en Cuba, el inventor norteamericano Lee De Forest viajó en febrero de 1926 al país con sus equipos de filmación. El gobierno del general Machado financió un documental con el propósito anterior. Lamentablemente no se conserva copia de ese material.

Sin embargo, del primer experimento de cine sonoro realizado en Cuba por técnicos cubanos, que data de 1932, Un rollo Movietone sí se guarda constancia. Arturo del Barrio, Antonio Perdices y Ramón Peón habían fundado, en 1929, la BPP Pictures que además de algunos largometrajes de ficción produjeron una serie de documentales conocidos con el nombre genérico de Conozca a Cuba.

En los archivos de la Cinemateca se conserva una copia del no. 5 de los materiales de esta serie, realizado por Max Tosquella, en el cual se recoge la inauguración del pabellón García Tuñón en la antigua Quinta de Dependientes, hoy Diez de Octubre; también se guarda otro título de la serie referente al bojeo del buque escuela Patria por las costas de Cuba, que también dirigió el mismo Tosquella. La BPP Pictures realizó otros documentales como Varona Suárez y el baile de las naciones y La última jornada del Titán de Bronce, ambos de 1930, de los cuales se conservan copias.

En 1932, Max Tosquella rueda propiamente el primer cortometraje sonoro, Maracas y bongó, con música de Eliseo Grenet, aunque este tiene una trama de ficción. Como en los primeros años treinta se mantienen los efectos de la crisis económica de 1929 y resulta complicado aún propiciar rápidamente los cambios tecnológicos para asumir el cine sonoro, todavía fueron realizados algunos documentales mudos en este período como el referente al terremoto de Santiago de Cuba, en 1932, y La epopeya revolucionaria cubana y Una página de gloria. Vuelo Sevilla-Habana, ambos de 1933.

Durante la república neocolonial numerosas empresas e individuos se vincularon al negocio de la producción de documentales y cortometrajes, pero muy pocos lograron subsistir durante un período razonable. Entre ese privilegiado grupo figuró Manolo Alonso, dibujante, administrador de cines, periodista, y sobre todo gran negociante, quien logró monopolizar desde principios de los años cuarenta hasta 1950 la producción de noticieros, además de realizar documentales, comerciales y dedicarse a la exhibición. Comerciantes, políticos, el gobierno mismo, utilizaban fundamentalmente el cine como medio de propaganda. Las empresas de los noticiarios incursionaron también en el género documental y produjeron cortos que a veces denominaban con nombres genéricos: Miniaturas Royal - serie de tipo turístico y didáctico inaugurada por Luis Ricardo Molina, editor del reportaje La tragedia de Cali (1937), perteneciente al Noticiero Royal News -, Verdades increíbles, entre otros.

Al comenzarse a incorporar el sonido al celuloide aparecen los primeros cortometrajes musicales: El frutero (1933) y Como el arrullo de palmas (1936), de Ernesto Caparrós, inspirados en la música del compositor Ernesto Lecuona. Lamentablemente no se han podido localizar copias de estas obras. En 1938, el propio Caparrós realiza Tam-Tam o El origen de la rumba, que muestra el desarrollo de este baile afrocubano desde la época de la esclavitud hasta el año de su producción. Es en este mismo año en que el Partido Socialista Popular, de orientación comunista, funda la Cuba Sono Film, la cual a través de Luis Álvarez Tabío y el operador José Tabío realiza numerosos noticieros y documentales. Esta institución fílmica, que se mantuvo hasta 1948, plasmó en imágenes la historia del movimiento obrero y sindical cubano de esos años, además de denuncias y valiosos testimonios de la realidad del país, pero el material se ha perdido en su casi totalidad. Entre los documentales militantes iniciales pueden citarse títulos como Acto a CastelaoGran manifestación de septiembre de 1938Toma de posesión del Comité Nacional del Partido ComunistaAsamblea Juvenil por la ConstituyenteConstitución de la CTCGran manifestación del 20 de agosto de 1939La Jata: intento de desalojo en GuanabacoaLlegada de combatientes internacionalistas cubanosPor un Cerro mejorTalleres para Hoy.

Entre los cortometrajes de finales de los años treinta, aparte de los materiales sensacionalistas que los noticieros recogían, se rodaban reportajes especiales sobre sucesos deportivos como La pelea de Kid Chocolate y Fillo Echevarría, producido por Jorge Piñeyro, o sobre la crónica roja como El caso de Margot García Maldonado, de Leo Aníbal Rubens.

En el panorama de los años de la Segunda Guerra Mundial junto a documentales de la Cuba Sono Films como Escuelas del Ecuador, Manzanillo: un pueblo alcaldeEl desalojo de Hato del Estero (con textos de Nicolás Guillén y musicalización de Alejo Carpentier), Azúcar amargoLa lucha del pueblo cubano contra el nazismo¡A trabajar para el pueblo!Los carboneros de la ciénaga, sur de Batabanó y YaguajayUn pueblo alcalde, coexisten cortos musicales como Mis cinco hijos y Ritmos de Cuba, ambos de Ernesto Caparrós, el primero patrocinado por la Cerveza PolarEmbrujo del fandango, con Carmen Amaya y su conjunto de bailes flamencos, producido por la Compañía Cinematográfica Cubana, y Flor de Yumurí, con Esther Borja, ambos de Jean AngeloRitmo de maracas, de Antonio Jiménez Armengol - el primero de los documentales de Producciones Cubanas, S.A., fundada por este último y Enrique Crucet, realizador años más tarde de La ruta de Martí -, y Amor en kilociclos, de Manolo Alonso, con Rosita Fornés y René Cabel. Otros realizadores de documentales de esa época fueron José A. Sarol (Su majestad el ladrillo, 1940; Camagüey, 1944; Los parques de La Habana - aparentemente el primer filme en colores revelado en Cuba mediante el sistema Ansco Color -, 1944; Santiago heroico y sentimental, 1946); Enrique Bravo (El caso Oriente, 1942), quien había sido fotógrafo de El crimen de la descuartizada (1939), cortometraje de la serie amarilla La Noticia del Día, fundada por Jorge Piñeyro y Manolo Alonso, apéndice del Noticiario Cinematográfico Cubano CMQ-El Crisol; Aurelio Lagunas (Cienfuegos, la perla del Sur, 1942); El lenguaje de las flores Palmares, 1944; Víctor Reyes (El diablo fugitivo, 1944); José Antonio García Cuenca (Isla del Tesoro, rodado en los años cuarenta); César Cruz (Ahí viene la conga, 1946); Alberto G. Montes (Borrando huellas de otras épocasConstruyendo nidos de esperanzaDistancias fácilesNace un futuro, todos de 1946, casi todos propagandísticos por encargo del gobierno de Grau San Martín); Bebo Alonso, camarógrafo hermano de Manolo (Prensa, baluarte de la libertad - premio nacional Juan Gualberto Gómez -, 1946, aparentemente también en función de propaganda); Bernabé (Bebo) Muñiz (La historia íntima de cayo Confites - premio al mejor documental bélico otorgado por la Federación de Redactores Cinematográficos y teatrales -, 1947) En la segunda mitad de la década del cuarenta la Cuba Sono Films produce, entre otros documentales, Un héroe del pueblo español: José Gómez Gayoso, Realengo 18Ventas de CasanovaLos precaristas de la hacienda Sevilla, y Funerales de Jesús Menéndez, siendo esta la última de sus realizaciones.

En el período sonoro hasta 1959, se fundaron unos veinticinco noticieros, incluidos los que se editaron en el interior de la Isla. Al fusionarse algunos de ellos con diversas empresas - radio-emisoras, periodísticas, industriales - o entre sí, adaptaban nuevos nombres, pero mantenían los mismos editores y lineamientos. Entre el ochenta y cinco y el noventa por ciento de los noticieros que se creaban, desaparecían en corto tiempo. El Royal News, de Luis Ricardo Molina, y los de Manolo Alonso, Nacional América - en sus frecuentes y variables asociaciones con otras empresas - fueron los únicos que lograron mantenerse a través de los años. Más tarde les siguieron Cineperiódico, de José Guerra Alemán, y Noticuba, de Eduardo Hernández (Guayo), que logró realizar un reportaje sobre la lucha guerrillera revolucionaria de Fidel Castro en las montañas de la Sierra Maestra. Estos últimos cuatro eran los únicos que aún se editaban al terminar el año 1958.

Los noticieros más importantes subsistían, mayormente, por las prebendas, comisiones del gobierno y “contribuciones” de grandes empresas de servicio público, que pagaban mensualidades para evitar críticas o denuncias públicas. Asimismo, se utilizaban a conveniencia para propaganda política, crónica social, etcétera. Una característica de los noticiarios cubanos fue agregarle un segmento, casi siempre de corte humorístico, patrocinado por alguna firma comercial para atraer la atención del público. Por ejemplo, Cine Revista, de los años cincuenta, con unos diez minutos de duración, contenía breves documentales, notas deportivas y sociales, modas, y una selección de chistes. De toda esta tendencia publicitaria, por supuesto, estuvo libre el Noticiero Gráfico Sono Film, auspiciado por el Partido Socialista Popular en los años cuarenta.

Los documentales de la década de los años cincuenta, en su mayoría, se caracterizaron predominantemente por su espíritu propagandístico, incluyendo a menudo una función turística o comercial. Manolo Alonso, además de haber realizado dos de los largometrajes de ficción más significativos del cine cubano de esa época: Siete muertes a plazo fijo y Casta de roble, y de ser la personalidad rectora de los noticiarios de esos años, produjo o dirigió muchos de esos cortometrajes, entre ellos algunos interesantes como Milagro en el mar (1951) -premio de la Federación de Redactores Cinematográficos y Teatrales - y Virgen morena, patrona de Cuba (1952), pero tuvo el pecado capital de encomiar con frecuencia en varios de sus materiales al régimen del dictador Fulgencio BatistaAdelante, siempre adelante (1954-1955), Cambio de poderes (1955), Una nación en marcha (1957) Alberto G. Montes, fundador (en 1946) de la empresa Information Films se dedicó a filmar documentales mayormente por encargo: Industrias nacionales: el cemento (1950), Industrias nacionales: textil (1951), Feria Ganadera 1953Cienfuegos turístico (1953), Bayamo M.N. (1955), El moderno San Rafael (1957), y en 1954 creó la Cuban Color Films Corp., con Jorge Cancio y George P. Quigley, dedicada a comerciales en colores. Otros nombres de documentalistas habituales de esos años fueron los de J. A. García Cuenca (Paraíso del deportista, 1954), Manuel de la Pedrosa (con algunos de sus cortos musicales como Del frufrú al mamboMambo en EspañaRumba, todos de 1951), y Rogelio Caparrós (La metalurgia básica nacional, 1957; Tabaco rubio, 1958). José Guerra Alemán, de Cineperiódico, realiza entre otros documentales de interés Eva Perón, la dama de la esperanza (1952), reportaje con motivo de los funerales de la esposa y estrecha colaboradora del presidente argentino Juan Domingo Perón, y Haití, tierra de ensueño (1954) sobre el 150° aniversario de la independencia de ese país.

Eduardo Hernández (Guayo), en su época de integrante de Cineperiódico, filma Honor a las armas (1951), sobre la Escuela de Cadetes de Managua, que mereció el Premio Antillana de ese año; en 1958 haría historia con Sierra Maestra: baluarte de la Revolución Cubana, reportaje periodístico a la lucha guerrillera dirigida por el Comandante Fidel Castro, ya mencionado antes.

Entre los escasos intentos de realizar documentales con carácter de denuncia social en esos años se hallan Jocuma o el cabo de San Antonio (1955) y La cooperativa del hambre (1957), de José A. Sarol - el primero solo pudo ser estrenado en los cines después de 1959 y el segundo fue destruido por el gobierno de Batista cuando aún no tenía sonido, junto a toda la producción y equipamiento de la empresa Minicolor Films, fundada por el realizador en Guanabacoa en 1954- , y especialmente El Mégano, de corte neorrealista, sobre el trabajo y la vida miserable de los carboneros de la ciénaga de Zapata, en la costa sur de Cuba, realizado por Julio García-Espinosa con la colaboración de Tomás Gutiérrez Alea. Esta película, prohibida e incautada por la policía batistiana, pero afortunadamente recuperada en una copia después del triunfo de la Revolución se considera el principal antecedente de un cine con conciencia social y artística manifiesta a partir de 1959.


SANTIAGO ÁLVAREZ: ALMA MATER DEL NOTICIERO DEL ICAIC


Fundador y director del Noticiero ICAIC Latinoamericano, su obra se destacó por la presencia activa del periodismo, el reflejo de importantes sucesos históricos como la invasión mercenaria a Cuba en 1961, el genial uso del montaje y el empleo de la banda sonora como parte indisoluble de la acción dramática. Defendía la importancia del periodismo cinematográfico como enriquecedor del documental y afirmaba: "Yo informo de acontecimientos a partir de ideas que tengo sobre esos acontecimientos".

En 1968, colaboró con Octavio Getino y Fernando E. Solanas en el documental La Hora de los hornos, sobre los efectos del imperialismo en Sudamérica.

Por su labor como cineasta recibió más de 80 primeros premios en festivales internacionales y concursos nacionales.

Fue nombrado miembro de la Academia de Artes de la República Democrática Alemana y maestro perenne de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. Fue asesor del Ministro de Cultura de Cuba, Presidente de la Federación Nacional de Cine-clubes y, hasta 1986, fue miembro de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

En su honor, actualmente se celebra anualmente, en la ciudad de Santiago de Cuba, el Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in MemoriamJean-Luc Godard le dedicó su seguna cinta de Histoires du cinéma. En 1991 le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo José Martí.

Murió a causa de la enfermedad de Parkinson en Habana el 20 de mayo de 1998 y fue enterrado en el Cementerio de Colón, en La Habana.


El ICAIC y el cine de la Revolución

Desde los primeros días de enero de 1959 se evidenció la importancia que el nuevo gobierno revolucionario iba a confiar al cine, y concretamente al documental, con la creación de un departamento cinematográfico en la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde. Este embrión del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), organismo que se crearía dos meses más tarde, auspició la filmación de los cortometrajes Esta tierra nuestra, de Tomás Gutiérrez Alea, y La vivienda, de Julio García-Espinosa. Estos dos realizadores, integrantes desde muy jóvenes de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, y que, con ayuda de Alfredo Guevara, futuro presidente del ICAIC, rodaran en 1955, El Mégano, brindaron un aporte trascendental en las labores de fundación de esta institución fílmica.

Los primeros documentales producidos por el ICAIC dieron muestras de la nueva realidad social del país. Sexto aniversario, de Julio García-Espinosa, y Construcciones rurales, de Humberto Arenal, ambos de 1959, son ejemplos testimoniales notables de esta obra documental inicial.

Siguiendo el postulado martiano “injértese en el tronco de nuestras repúblicas el mundo”, el documental cubano, captando las vivencias y el sentir del pueblo, comenzó a reflejar en la pantalla la identidad de la nación, pero sin dejar de recoger los sucesos y hechos del mundo contemporáneo. Desde junio de 1960, el Noticiero ICAIC Latinoamericano se encargaría de narrar los principales acontecimientos que ocurrirían en el país y en el extranjero. Su fundador y animador, Santiago Álvarez, a quien la práctica creadora transformó, con los años, de aprendiz en maestro del celuloide, desplegó desde los primeros noticieros un estilo dinámico e innovador, que imprimió un sello de calidad inconfundible a los materiales de su tipo. El rasgo distintivo del estilo de Santiago radicó en su habilidad excepcional para sintetizar un mensaje por medio de la edición de fotogramas de muy diversas fuentes (fotografías, grabados, películas, reportajes televisivos) con el empleo efectivo de la banda sonora. Su línea artística, como la de Dziga Vertov en el cine soviético de los años veinte, estuvo muy influida por la improvisación ante las tareas de choque más disímiles que el país debió acometer en las difíciles condiciones de aquellos momentos.

Sucesos tan trascendentales como la invasión mercenaria de Playa Girón, el azote del huracán Flora o la repercusión de la desaparición física del Guerrillero Heroico fueron recogidos por el Noticiero ICAIC en sus emisiones semanales correspondientes, que luego mediante montaje originaron documentales clásicos de Santiago Álvarez como Muerte al invasor (en colaboración con Tomás Gutiérrez Alea, 1961), Ciclón (1963) o Hasta la victoria siempre (1967) respectivamente. Now! (1965), tal vez el cortometraje más famoso de Santiago, para algunos antecedentes del videoclip actual, apareció también como un noticiero en las salas cinematográficas cubanas. Estos títulos anteriores junto a Cerro Pelado (1966), Hanoi, martes 13 (1967), L.B.J. (1968) y 79 primaveras (1969), constituyen lo más relevante de la ejecutoria artística de aquel cronista fílmico indiscutible sobre la lucha revolucionaria del pueblo cubano y la problemática tercermundista contemporáneas.

No obstante, el fenómeno de la escuela documental cubana surgido en la llamada década prodigiosa de los sesenta no se limitó a la figura ya legendaria de Santiago. La riqueza temática y artística del género pudo apreciarse desde muy temprano a través de muchos títulos de otros realizadores: El negro (1960), de Eduardo ManetCarnaval (1960), de Fausto CanelJoe MassotRitmo de Cuba (1960), de Néstor AlmendrosY me hice maestro (1961), de Jorge FragaHistoria de una batalla (1962) y Cuentos del Alhambra (1962), de Manuel Octavio GómezColina Lenin (1962), de Alberto RoldánHistoria de un ballet (1962), primer documental que obtuviera la Paloma de Oro en el Festival de Leipzig, y Nuestra Olimpiada en La Habana (1968), de José MassipVariaciones (1962), de Humberto Solás y Héctor VeitíaEl parque (1963), de Fernando VillaverdeGente de Moscú (1963), de Roberto FandiñoNosotros, la música (1964), de Rogelio ParísSobre Luis Gómez (1965), de Bernabé HernándezVaqueros del Cauto (1965) y El ring (1966), de Oscar L. ValdésHombres del cañaveral (1965), de Pastor VegaLa herrería de Sirique (1966), de Héctor Veitía; La muerte de Joe J. Jones (1966), de Sergio GiralPor primera vez (1967) y Acerca de un personaje que unos llaman San Lázaro y otros llaman Babalú (1968), de Octavio CortázarEn la otra isla (1968) y Una isla para Miguel (1968), de Sara GómezHombres de Mal Tiempo (1968), de Alejandro SadermanEn un barrio viejo (1963), Ociel del Toa (1965) y Coffea Arábiga (1968), de Nicolás Guillén Landrián. Particularmente, Oscar L. Valdés, Sara Gómez, Guillén Landrián y Cortázar pudieran considerarse junto a Santiago Álvarez, la avanzada de todo este grupo de documentalistas. Sin embargo, podría enumerarse una relación más amplia de obras de estos y otros autores, rodadas durante los años sesenta, para integrar una antología de lo más significativo producido por el ICAIC a lo largo de toda su historia.

La característica fundamental en la inspiración creativa de estos años fue la experimentación osada y desenfadada propia de los bisoños, frente al torbellino de las transformaciones económico-sociales cotidianas. A inicios de los sesenta, los cineastas del ICAIC tuvieron que aprender por sí mismos la técnica y el lenguaje cinematográficos. Como taller les sirvieron los cortos de la serie didáctica Enciclopedia Popular, dirigida por Octavio Cortázar, aparecidos entre 1961 y 1963. Pero también los jóvenes realizadores aprovecharon las experiencias de algunos visitantes y representantes ilustres de la documentalística universal contemporánea como Joris Ivens, Roman Karmen y Chris Marker, quienes vinieron a Cuba dispuestos a trabajar y a trasmitir sus enseñanzas.

A finales de los años sesenta, empero, los documentalistas cubanos ya habían demostrado que eran capaces de experimentar y aportar en el género, ya fuera el propósito conceptual de sus búsquedas la investigación del pasado o la indagación de la realidad cotidiana. La crítica internacional señala generalmente los sesenta como “la época de oro” del documental cubano por su ebullición imaginativa y espíritu creativo, apuntando que el género no ha vuelto después a alcanzar la dimensión artística de aquella etapa. Este juicio podría originar esquematismos, pues debe considerarse que los primeros años de todo movimiento cinematográfico guardan la frescura y el esplendor del descubrimiento. No puede exigirse a épocas posteriores los temas e inquietudes de un momento histórico específico, pues cada período tiene sus características.

El único documental cubano realizado en los años sesenta que provocó un rechazo oficial en su tiempo fue P.M. (1960), de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante, rodado en 16 mm al margen del ICAIC. Notablemente influido por el movimiento del Free Cinema inglés, este material se apartaba de los temas épicos ligados a las transformaciones revolucionarias que predominaban en el clima social de la época, abordando aspectos de la vida de los bares nocturnos que mostraban a gente solitaria y perdida en un mundo rutinario y monótono. La comisión de estudios y clasificación de películas prohibió la exhibición de dicho filme por considerarlo, en ese momento, nocivo a los intereses del pueblo cubano y su Revolución. Hoy día puede verse como un ejercicio estilístico de acercamiento a un universo marginal en cierto modo pintoresco.


EL MANIFIESTO POR UN CINE IMPERFECTO


El párrafo inicial del enunciado original de Julio García Espinosa, “Hoy en día un cine perfecto - técnica y artísticamente logrado - es casi siempre un cine reaccionario”, provocó un rechazo incondicional en la mayoría de las mentes defensoras a ultranza del paradigma del cine hollywoodense. Tanto ellas como aquellas que nunca leyeron la propuesta teórica del autor de El joven rebelde y Aventuras de Juan Quin Quin, y solo tuvieron como referencia la susodicha oración, pensaron probablemente que se trataba de una idea extremista de un intelectual de izquierda. Incluso, algunos cineastas y estudiosos revolucionarios que conocieron en 1969 los pensamientos del autor, dudaron de aquella afirmación tajante porque no comprendieron su verdadero significado.

García Espinosa redactó aquel significativo manifiesto como resultado de su práctica cinematográfica, en particular luego de la realización de Aventuras de Juan Quin Quin (1967), porque no estaba de acuerdo con limitarse “a las opciones del cine político que algunos se planteaban”.

A finales de 1960, “los filmes que se venían haciendo en los entonces llamados países socialistas, tanto los que criticaban al sistema como los que permanecían integrados a él, si bien no exentos, en algunos casos de rigor estético, no dejaban de mantener intactas las estructuras narrativas de Hollywood”. De lo que se trataba era de buscar nuevas formas del lenguaje cinematográfico que contribuyeran a la formación de un público más activo, “no cautivo”. La revolución en el cine no implicaba únicamente la de incluir nuevos contenidos en los filmes, sino también transformar profundamente las formas.

Entre las reflexiones visionarias de Julio estaban también las posibilidades de que, en el futuro, la evolución de la técnica cinematográfica hiciera posible que esta dejara de ser un privilegio de unos pocos, y que igualmente la construcción de las salas de cine no fuera ya una cuestión fundamental. O sea, como una suerte de Julio Verne avizoró el hecho de que cada cual pudiera “filmar” y “ver una película” de un modo personal en su propio hogar o en algún “adminículo” que portara junto con él.


La Sección Fílmica de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (ECIFAR), creada en diciembre de 1961, cuyo antecedente sería la Sección de Cine de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde surgida dos años antes, produciría a partir de la fecha citada filmes didácticos, documentales y el noticiero NOTIFAR. Aunque su producción estaba destinada esencialmente a las Fuerzas Armadas, muchos títulos eran exhibidos por la televisión a través del programa Farvisión, en programas especiales de los cines y en festivales nacionales y extranjeros. En noviembre de 1968 se ofrece por primera vez al público en un cine comercial, el Rex Cinema, una semana de cine de temática militar y al año siguiente, el documental Y llegado el momento, de Abelardo Pláceres, recibe el premio especial en el Festival de Cine Militar de los Ejércitos Amigos, en Rumania. Entre los primeros largometrajes de esos estudios pueden citarse: Mundial 71 (1971), de Francisco Soto AcostaCrónica de una visita (1972), de Roberto VelázquezMarzo 13 (1973), de Jorge FuentesFAR Año XV (1973), de Romano Splinter. Otros documentales significativos posteriores son Canción de ayer y después (1977), de Danilo LejardiPolígonos (1977) y Hermanados en la hazaña (1980), de Eduardo de la TorreProa al futuro (1981), de Romano Splinter; Ayer, hoy y siempre (1982) y Obá-Ilú (1986), de Emilio Oscar AlcaldeEspaña en el corazón (1982), de Belkis Vega. En diciembre de 1978 adoptarían ya el nombre de Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR (ECITV-FAR) al incorporar la televisión a sus tareas. Años más tarde algunos materiales serían incluso galardonados en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, como es el caso de la serie documental Corresponsales de guerra (1987), de Belkis Vega.

En 1972 se funda el Departamento de Cinematografía Educativa (CINED) de la Dirección de Medios de Enseñanza del MINED, que varios años después se convertiría en la empresa de películas y diapositivas didácticas de ese organismo. Dicha institución ha producido desde entonces documentales para el sistema nacional de enseñanza, que en ocasiones se han mostrado en la pantalla chica y han llegado a competir en festivales nacionales e internacionales. Ya en 1976, el documental El primer instrumento, de Luis Acevedo Fals, obtiene el máximo galardón en un festival de protección e higiene del trabajo de los antiguos países socialistas, y en el Primer Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (1979), concursa junto a este una amplia muestra de cortometrajes de esta entidad educacional: La poesía de Nicolás Guillén (1974) de Ambrosio FornetQuelonios (1975) de Francisco Fernández ConejeroCaña de azúcar (1978) de Santiago PradoEn peligro de extinción (1979) de Manuel Acosta CaoConociendo la naturaleza (1979) de Marcelo FajardoCrónica de una encuesta (1979) de Eddy Pérez TentLa primera opción (1979) de Alberto Ortiz de ZárateSierra Maestra (1979) de Félix Villar.

A los años setenta se ha hecho referencia como la “década gris” de la cultura cubana, a causa del estancamiento burocrático que afectó a muchas manifestaciones artísticas en ese lapso, aunque el ICAIC puede encontrarse entre las contadas instituciones que pudieron salvaguardarse de su efecto. Entre lo más relevante de la producción fílmica de los setenta, no puede desconocerse Muerte y vida en El Morrillo (1971), de Oscar Valdés, conjunción creativa del documental y la ficción, sobre los sucesos políticos ocurridos en Cuba desde el fin de la dictadura de Machado hasta la muerte del revolucionario Antonio Guiteras, que ayudaría a poner en boga a ese híbrido denominado docudrama. Girón (1972), de Manuel Herrera, fue el primer largometraje que se apropió de ese estilo empleado ya por Saderman, en Hombres de Mal Tiempo (1968), que probablemente sirvió de inspiración a Manuel Octavio Gómez para su cinta de ficción La primera carga al machete (1969) Otros títulos loables del documental cubano de inicios de esta década son 1868-1968 (1970), de Bernabé Hernández¡Viva la República! (1972), de Pastor Vega, y Hablando del punto cubano (1972), de Octavio Cortázar. Con los años setenta, Santiago Álvarez se alejó de la línea experimental desarrollada en el decenio precedente, y comenzó a explotar más el largometraje documental de tema político-social sobre la lucha internacionalista contra el imperialismo y la reacción (De América soy hijo y a ella me debo, 1972; Y el cielo fue tomado por asalto, 1973; Los cuatro puentes, 1974), y también a reflejar más la solidaridad de Cuba hacia otros pueblos (La estampida, 1971; El tigre saltó y mató... pero morirá... morirá, 1973; El octubre de todos, 1977)

Otros realizadores emplearon el género para vitorear la obra social de la Revolución, en sectores como la construcción o la educación, como Rogelio París, en No tenemos derecho a esperar (1972) y Jorge Fraga en La nueva escuela (1973) respectivamente. Directores experimentados en el cine de ficción como Humberto Solás, Tomás Gutiérrez Alea y Julio García-Espinosa se decidieron también eventualmente en esta década a retornar al documental: Solás rodó dos obras estimables Simparelé (1974) y Wifredo Lam (1979), Titón entregó un ejemplar cortometraje de siete minutos, El arte del tabaco (1974) y García-Espinosa brindó un testimonio crítico sobre los crímenes de guerra yanquis en Viet Nam en Tercer mundo, tercera guerra mundial (1970)

El largometraje documental más significativo de este período fue 55 hermanos (1978), de Jesús Díaz, acerca de la primera visita a Cuba de la Brigada “Antonio Maceo”, formada por jóvenes que fueron sacados del país por sus padres, cuando eran niños, en los primeros años de la Revolución, asunto abordado con profunda sensibilidad y emoción.

En la década de los setenta aparecen los primeros cortometrajes de algunos de los directores debutantes del cine de ficción de los ochenta y se afianzan como documentalistas algunos que habían dado sus primeros pasos en los sesenta. Juan Carlos Tabío filma un didáctico Bagazo (1970), seleccionado por los críticos entre lo más significativo de ese año. Luis Felipe Bernaza, con su jocoso estilo característico, presenta Golpe por golpe (1974) y El piropo (1978) Orlando Rojas, con su penetrante sentido artístico rueda Día tras día (1977) y Viento del pueblo (1978). Rolando Díaz, con su innegable carácter popular, acierta en el blanco con Redonda y viene en caja cuadrada (1979). Constante Diego, poseedor de un proverbial conocimiento del diseño y la gráfica, entrega Las parrandas (1977) y Carteles son cantares (1979) Fernando Pérez, muestra en Siembro viento en mi ciudad (1978), sobre Chico Buarque de Hollanda, mayor rigor profesional y alcance que sus colegas en otros documentales sobre algunas figuras contemporáneas del canto que aparecieron en varios materiales fílmicos de los setenta. Daniel Díaz Torres se agregaría a este grupo, a inicios de los ochenta, con dos cortometrajes de cuidadosa elaboración estética: Madera (1980) y Los dueños del río (1980) Estos tres últimos cineastas: Rolando, Fernando y Daniel, venían participando como realizadores en los noticieros del ICAIC de finales de los años setenta, algunos de los cuales ya desbordaban esa categroía y devinieron documentales de amplia aceptación popular, con un enfoque crítico sobre los servicios a la población y la atención a la comunidad.

Documentales sobresalientes de esta época son también Pablo (1978), largometraje de Víctor CasausPedro cero por ciento (1980) y Cayita, leyenda y gesta (1980), de Luis Felipe Bernaza; y A veces miro mi vida (1981), de Orlando Rojas; los cuatro apoyados en individualidades carismáticas irrepetibles, cada una perteneciente a esferas sociales y contextos diferentes.

Una temática imprescindible del cine documental cubano en la segunda mitad de la década de los setenta necesariamente tenía que reflejar la participación de dicho país en las luchas solidarias de liberación en el continente africano. Títulos como La guerra en Angola (1976) de Miguel FleitasEtiopía, diario de una victoria (1979) - coproducción del ICAIC y ECITV-FAR - realizado por el propio Fleitas con Roberto Velázquez, recogen este testimonio.

A finales de esa década se produce una especie de eclosión del movimiento aficionado de cineastas, gracias a la introducción y venta de equipamiento y película de 8 mm en el país. Esto posibilitó que surgieran grupos como el de la Casa de Cultura de Plaza, en la capital, y el Círculo de Aficionados del Cine Cubanacán de Santa Clara, entre otros, lo cual daría pie a que en septiembre de 1981 se organizara por el Ministerio de Cultura el Primer Encuentro Nacional de Cine Aficionado, en La Habana, y en noviembre de 1984, el Primer Festival Nacional de Cine Aficionado donde se mostraron numerosos documentales de cineastas no profesionales.

Los ochenta fueron años de reformulación de la política cultural cubana, en los cuales predominó una ansiedad por problematizar el arte y vincularlo con la realidad social. Aunque existieron controversias y polémicas que rebasaron los marcos del ICAIC, en esta etapa tuvieron acceso al documental otras talentosas nuevas figuras que realizaron obras meritorias de diversos temas. Entre la producción más descollante del documental cubano del ICAIC de los ochenta pueden enumerarse: En tierra de Sandino (1980) de Jesús Díaz, La Gloria City (1980) de Sergio NúñezHistoria de una descarga (1981) de Melchor CasalsAlgo más que una medalla (1982) de Rogelio París, Con amor (1982) de Santiago VillafuerteEl corazón sobre la tierra (1982) de Constante DiegoUna foto recorre el mundo (1982) del chileno Pedro ChaskelCrónica de una infamia (1982) de Miguel TorresLa espera (1982) de Orlando Rojas, Camilo (1982) y Omara (1983) de Fernando PérezMujer ante el espejo (1983) de Marisol TrujilloLos marielitos (1983) y Niños desaparecidos (1985) de Estela Bravo - en coproducción con el ICRT y Sky Productions respectivamente -, Granada, el despegue de un sueño (1983) y El viaje más largo (1987) de Rigoberto LópezLa semilla escondida (1984) de Lázaro BuríaUna vida para dos (1984) y Kid Chocolate (1987) de Gerardo ChijonaYo soy la canción que canto (1985) y Con luz propia (1988) de Mayra VilasísUno, dos, eso es (1986) de Miriam TalaveraMientras el río pasa (1986) y Volvamos a empezar (1987) de Guillermo CentenoNo es tiempo de cigüeñas (1987) de Mario CrespoJoven de corazón (1987) de Octavio Cortázar, Buscando a Chano Pozo (1987) de Rebeca Chávez¡Quietos ya! (1987) de Guillermo TorresTelarte (1987) de Idelfonso RamosCampeonas (1988) de Oscar Valdés, aunque tal vez la personalidad más singular del género en esos años sea la de Enrique Colina, que con sus cortometrajes del período (Estética, 1984; Vecinos, 1985; Más vale tarde que nunca, 1986; Chapucerías, 1987) supo captar con auténtico espíritu criollo la forma de ser del cubano actual.

En la segunda mitad de la década del ochenta aparecen los primeros trabajos fílmicos procedentes del Taller de Cine de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) - fundado en junio de 1987 e integrado por jóvenes miembros del ICAIC, el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), los ECITV-FAR y de Cinematografía del MINED - y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños - inaugurada en diciembre de 1986 -, que promueven a una novísima generación de cineastas. Instituciones o dependencias como los ECITV-FAR, ya mencionados, y los Estudios Cinematográficos del ICRT - creados estos últimos en 1962 -, logran en estos años ampliar la producción de documentales para los fines específicos con que el Estado las creó. El formato de vídeo se agrega al de celuloide, y posibilita también que los grupos de cine aficionado que existen en el país puedan incrementar el número de cortometrajes realizados.

Las Muestras de Cine Joven que se organizan a partir de 1988 hasta 1992 y cuyo espíritu recogió después el evento anual El Almacén de la Imagen, de Camagüey, coadyuvaron al ensanchamiento del espectro temático de los materiales concebidos. Diana (1988) de Juan Carlos Cremata (EICTV), Hilo directo (1988) de Frank Rodríguez (EICTV), Sonata para Arcadio (1989) de Fernando Timossi (EICTV), Piensa en mí (1989) de Alejandro Gil (ECITV-FAR), Muy bien (1989) de Aarón Yelín (EICTV), La americana (1990) de Luis Orlando Deulofeu (EICTV-FAR), Querido y viejo amigo (1990) de Gloria Torres y Magda González  - ambas del ICRT -, En la calzada de Jesús (1991) de Arturo Sotto (EICTV), Palomas (1991) de Niurka Pérez (EICTV-FAR), Reflexión (1992) de Ricardo Martínez (AHS) y Memoria (1992) de Rosaida Irizar (ECITV-FAR), son algunos ejemplos de los títulos documentales más significativos en estas muestras iniciales.

Una nueva figura que despunta en el documental cubano, a finales de esta década e inicios de la década de los noventa, es Jorge Luis Sánchez, realizador proveniente del Taller de Cine de la Asociación Hermanos Saíz, quien con sus cortometrajes Un pedazo de mí (1989) y El Fanguito (1990) parece centrarse en los conflictos de algunos personajes del entorno en cuestión que viven y se comportan de forma diferente al resto de la sociedad; estos documentales han recibido amplios reconocimientos nacionales e internacionales. En cuanto a las realizadoras surgidas a principios del último decenio del siglo XX, una de las más galardonadas ha sido Niurka Pérez, quien formando parte en sus comienzos de ECITV-FAR, logró romper cierto estigma ortodoxo de la temática patriótico-militar al cual muchos consideraban que estaba únicamente limitada la producción de esta institución. Luis O. Deulofeu, a comienzos de los noventa logra producir también dentro de estos Estudios dos obras muy relevantes: Equilibrio (1992) - sobre los planes agrícolas para el autoconsumo dentro de las FAR - y Forever (1993) - acerca de la aparición de la bicicleta como parte del paisaje y el hogar cubanos -, que demuestran un gran sentido audiovisual muy imaginativo.

Los telecentros creados en cada una de las provincias van sumándose también en el futuro a esta corriente de novedosos talentos audiovisuales. Tele-Pinar consigue en un inicio estar a la vanguardia, al alcanzar ya en la Tercera Muestra de Cine Joven un premio en video con Juanito (1990) de Ramón Rodríguez. Algunos estudiantes extranjeros de la EICTV de San Antonio de los Baños, como el brasilero Wolney Oliveira - con El invasor marciano: 36 años después (1988) y Sabor a mí (1992) - y el español Benito Zambrano - hoy consagrado realizador de su país -, con Los que se quedaron (1993), logran incluso galardones a nivel internacional, en festivales de cine de España, Brasil y Argentina respectivamente. Otros títulos destacados realizados en la EICTV son Barrio Belén (1988) de la peruana Marité VargasRincón de San Lázaro (1991) del nicaragüense Leonel López, y Un héroe se hace a patadas (1995) del colombiano Andrés Burgos.

La grave crisis económica que comienza a atravesar el país a principios de la década de los noventa, causada por el derrumbe del campo socialista y la desintegración de la URRSS, obliga a restringir la producción de documentales y a buscar nuevas alternativas de expresión artística a los realizadores. El Noticiero ICAIC Latinoamericano concluye su producción en julio de 1990, luego de treinta años ininterrumpidos, bajo la dirección de Santiago Álvarez. No obstante, dos de sus emisiones, Los albergados y Un día de Atarés, ambas de José Padrón, se erigen por encima del promedio y consiguen ese año alcanzar el premio especial del Jurado de documentales en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano.

Los estudios cinematográficos del ICRT también recesan definitivamente al iniciarse los noventa. En sus cerca de tres décadas de existencia logró consolidar una buena cantidad de obras en celuloide y perfilar un apreciable número de realizadores. Entre lo más notable de la producción de documentales para este medio pueden citarse La sonrisa de la victoria (1970), de Sergio Núñez; Cuando pasa la muerte (1979), de Jorge Ramón González, merecedora de una Paloma de Oro en el Festival de Leipzig; Arcoiris de pueblos (1980), de Víctor Buttari y Ángel CastroLas parrandas remedianas (1981) y Caturla (1984), de Senobio (Puri) FagetLíbano, la guerra interminable (1982), de Diego Rodríguez Arche635 años de son (1978) y Nicolás (1984), de Teresa OrdoquiTodo lo que se diga es poco (1983), de Santiago PradoJalapa, la frontera (1984), de Simón EscobarSalvando flores (1984), de Félix Marcos DanielEsteban Salas (1984), de Andrés Torres; Vida nocturna (1983) y SOS Quelonios (1983), de Manuel Acosta Cao; La ciudad de las columnas (1984), de Norma Heras LeónEl desastre de Barcaiztegui (1984), de René David OsésEl orfebre (1986), de Lizette VilaCartas de un hombre (1986), de Jorge Aguirre, etcétera.

Las filmaciones en vídeo, las cintas en coproducciones y la prestación de servicios a cineastas extranjeros se presentan como diversas opciones para continuar en activo dentro de la industria cinematográfica nacional. En estas condiciones, a pesar de las limitaciones del Período Especial, el ICAIC logra producir algunos documentales interesantes en celuloide como Hasta la reina Isabel baila el danzón (1991), de Luis Felipe Bernaza; El rey de la selva (1991), de Enrique Colina; A mis cuatro abuelos (1991), de Aarón Yelín; El largo viaje de Rústico (1993), de Rolando Díaz; y Cuerdas de mi ciudad y El cine y yo, de Mayra Vilasís, ambos de 1995; mientras que en el formato de vídeo aparecen obras destacadas como La virgen del Cobre (1994), de Félix de la NuezDel otro lado del cristal (1995), de Guillermo Centeno, Marina Ochoa, Manuel Pérez y Mercedes Arce; El cine y la vida: Nelson Rodríguez y Humberto Solás (1995), de Manuel IglesiasY me gasto la vida (1997), de Jorge Luis Sánchez, así como Identidad (1999) y De mi alma, recuerdos (2002), de Lourdes de los Santos. Entre los cortometrajes documentales realizados en vídeo fuera del ICAIC, durante los años noventa, uno de los más relevantes posiblemente sea Herido de sombras (1994), de Jorge Dalton, coproducido entre el Departamento de Vídeo y Televisión de la Universidad de Guadalajara, y el Taller de los Inundados de la televisión cubana, que integraron Camilo Hernández, Armando Llanes y el propio Dalton, responsable del desaparecido programa Memoria.

Desde mediados de los años 90, se crean casas productoras de vídeo para dar respuesta a la necesidad de la filmación de audiovisuales a un costo más bajo. Entre ellas las más conocidas son Mundo Latino, del PCC - que no solo circunscribe su producción a la esfera político-ideológica, sino que incluye otras temáticas como las del arte y el folklore [la serie Lucumí (1994) de cinco cortometrajes de Tato QuiñonesWemilere (1994) de José EstradaSosabravo en dos dimensiones (1995) de Teresita Huerta, por ejemplo], la ciencia y la tecnología o la ecología y el medio ambiente - ; Televisión Latina, de la Agencia Informativa Prensa Latina - que ha procurado trabajos valiosos como Fe (1989) de Cristina GonzálezMiami-Habana (1992) de Estela Bravo y Mujeres diferentes (1997) de Niurka Pérez -; RTV Comercial, empresa del ICRT, - con obras concursantes en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano como Caballero de La Habana (1998) de Natasha Vázquez y Rigoberto SenaregaDel habano: historias y misterios (1999) de Teresita GómezLos sitios cubanos de Ernest Hemingway (1999) de Jorge Alonso Padilla -; Hurón Azul, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) - con títulos significativos como Gracias a la vida (1998) de Lizette VilaBajo la noche lunar (1998) de Lourdes PrietoSoy como soy (1999) de Octavio Cortázar y Hombre de teatro (2000) de Jorge Aguirre - ; y Producciones Trimagen S.A., surgida a partir de los antiguos Estudios Cinematográficos y de Televisión de las FAR que a finales de los ochenta se denominaron Estudios Granma, los cuales luego diversificaron su producción temática y recientemente se han transformado en una empresa de servicios - entre lo más sobresaliente de esta institución en la última década pueden citarse Del sueño a la poesía (1993) de Belkis Vega, Nube de otoño (1993) de Alejandro Gil y Zaida (1994) de Niurka Pérez.

Paralelamente comienza o se amplía la producción de materiales procedentes de otros telecentros del interior del país; de estos TV Camagüey y la Televisión Serrana parecen llevar la batuta, y más recientemente también CHTV. Del primer telecentro pueden citarse interesantes documentales como El viaje (1996) y La tejedora: su extensa realidad (2001), de Gustavo Pérez, y del segundo, Tocar la alegría (1996), de Marcos BedoyaVideo carta a Islas Baleares (1998) y La tierra conmovida (1999) de Daniel Diez; La chivichana (2000), de Waldo Ramírez; y Al compás del pilón (2002), de Carlos Y. Rodríguez. De CHTV es destacable la serie de jóvenes artistas plásticos realizada por Yuder Laffita. También en los últimos años estudiantes de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior del Arte (ISA) han acometido trabajos documentales, entre los cuales sobresalen Y todavía el sueño (1998) y Los zapaticos me aprietan (1999) de Humberto PadrónEl gusto exquisito (2001) de Lluis D. Hereu VilaróHabanaceres (2001) de Luis Leonel León.

Instituciones culturales como el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau o CREART, entre muchas otras, así como entidades religiosas y otras asociaciones no gubernamentales - el Centro Martin Luther King Jr., la Oficina Católica Internacional del Cine y el Audiovisual de Cuba, el Grupo Promocional del Barrio Chino, por citar solo algunas - han conseguido también rodar documentales de su esfera de interés.

Algunos realizadores han acudido a productores extranjeros con sus proyectos y han logrado filmar en vídeo largometrajes documentales como Yo soy del son a la salsa (1996), de Rigoberto López, o en vídeo como ¡Van Van empezó la fiesta! (2000) de Aarón Vega en codirección con Liliana Mazure, los cuales se han exhibido durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, con notable acogida de público, crítica y jurados. Otra variante de producción es la de que incluso algunos documentalistas de instituciones oficiales han fundado sus propios grupos de video independientes, adscriptos al Movimiento Nacional de Vídeo, y, en ocasiones, éstos han realizado coproducciones con entidades estatales o casas productoras; casos que sirven de ejemplo son el de Marina Ochoa y Félix de la Nuez, quienes crearon el ya desaparecido grupo Trivisión, y filmaron junto al ICAIC y CINED, Blanco es mi pelo, negra es mi piel (1996), que fuera galardonado en Cinemafest´97, en San Juan, Puerto Rico, así como el de Gloria Rolando, fundadora del grupo de vídeo Imágenes del Caribe, realizadora, entre otras obras, de El alacrán (1999), producida por Televisión Latina con la colaboración técnica y artística de esta agrupación de vídeo.

La Primera Muestra Nacional del Audiovisual Joven - que se desarrolló entre finales de octubre y principios de noviembre del 2001 - y la Segunda Muestra Nacional de Nuevos Realizadores - celebrada en febrero del 2003 - ayudaron a divulgar más ampliamente varios nombres de los más noveles talentos en el género.

En el año 2001 en la Televisión Cubana se crea el Grupo de Creación de Documentales para dar continuidad a la producción de obras del género en este medio concebidas por realizadores experimentados, que ha aglutinado también a artistas procedentes de otras entidades e instituciones.

A comienzos del siglo XXI el documental cubano continúa su búsqueda creativa permanente intentando experimentar o innovar [La época, el encanto y fin de siglo (1999) de Juan Carlos CremataLas manos y el ángel: tributo a Emiliano Salvador (2002) de Esteban García InsaustiDocumentos personales (2004) de Ismael Perdomo], abordando temas originales, inéditos o apenas explorados [Hasta que la muerte nos separe (2001) y Mírame mi amor (2002) de Marilyn SolayaEn vena (2002) de Terence PiardOtoño (2001) de Patricia PérezViviendo al límite (2004) de Belkis Vega], desarrollando asuntos conflictivos o polémicos [Frank Delgado, una nueva trova (2002) de Juan Carlos TraviesoDe Moler (2004), de Alejandro Ramírez], aprovechando sabiamente el legado cinematográfico para homenajear a figuras cimeras de la cultura [Luis Carbonell (después de tanto tiempo) (2001) de Ian Padrón] o profundizando en las raíces artísticas [Los últimos gaiteros de La Habana (2004) de Ernesto Daranas y Natasha Vázquez] Incluso el documental traspasa cada vez más las fronteras del cine de ficción o se apropia de las técnicas de puesta en escena de este último, como en la conmovedora Suite Habana (2003) de Fernando Pérez, donde ambos géneros se mezclan o confunden. -


Cuarta entrega de nuestra saga sobre el cine de no ficción nostramericano (continuará... )


Aporte audiovisual sugerido:

¡Hasta la victoria siempre! (1967, Santiago Álvarez)

Disponible en:

https://www.youtube.com/watch?v=Bqaz08RX6_4&t=7s


Bibliografía de consulta

BUSTOS, GABRIELA (2008), (2012): “Santiago Álvarez y el Noticiero de la Revolución Cubana”, en Comunicación y televisión popular. Escenarios actuales, problemas y potencialidades, Vinelli (comp.), Cooperativa Gráfica El Río Suena, Buenos Aires, pp. 145-161. 

Disponible en: 

http://tierraentrance.miradas.net/2013/05/ensayos/santiago-alvarez-y-el-noticiero-de-la-revolucion-cubana.html


GARCIA ESPINOSA, J. (1969) Por un cine imperfecto. 

Disponible en: http://www.rua.ufscar.br/por-un-cine-imperfecto/

 

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