viernes, 13 de junio de 2025

RECOMENDACIONES 

Sinners

“SI SIGUES BAILANDO CON EL DIABLO,

UN DÍA TE SEGUIRÁ HASTA CASA”


Hay cierta coincidencia entre la crítica acerca de que el cine de terror ya no resulta tan apasionante como en la época de auge de las productoras Universal Pictures, American International o Hammer Films. Y, con la excepción de algún que otro acierto de Blumhouse, algo de eso ocurre.

Es más, hasta la cinefilia afecta al género se muestra un tanto saturada con cierto superávit de zombis, asesinos seriales, e incluso vampiros que no hacen más que reciclar el mito fundante.

Pues comencemos afirmando rotundamente un par de cosas: Aquí estamos ante un film diferente, y acaso uno de los mejores que se haya estrenado en lo que va del año, incluso más allá del género específico.

Se trata de un film de terror, sí, y también uno de vampiros. Pero su trama, su casting, y su factura, lo sitúan en un podio al que no es sencillo acceder. 

El acervo cultural en el que bucea, la galería de personajes que propone, la potencia deslumbrante de algunas secuencias, y la subyugante música que lo sostiene, brindan un cóctel infrecuente.

Narra el retorno en el año 1932 a su terruño de Mississippi de dos gemelos de color - Smoke y Stark - (ambos interpretados por Michael B. Jordan), después de haber hecho fortuna en Chicago junto a Al Capone. Hasta ahí, al igual que ocurre con Del crepúsculo al amanecer (1996, Robert Rodríguez y Quentin Tarantino), que comienza como un policial y deriva hacia el horror más gore, este filme arranca como el típico policial negro, coquetea con el musical, y ancla en el más raigal black folk horror, cruzando las fronteras exploradas hasta ahora por uno de sus consecuentes cultores como Jordan Peele.

Sin ir más lejos, ese espíritu queda claro desde la introducción animada previa a los títulos.

El desarrollo de la historia cultiva la estética plebeya y semi rural de Vampiros (1998, John Carpenter), partiendo de la leyenda - no explicitada - de Robert Johnson (aquí emulado por Sammie, el joven primo de los protagonistas), según la cual este habría vendido su alma al diablo en el cruce de carreteras de Clarksdale, a cambio de convertirse en el mejor guitarrista de blues del mundo.

El virtuoso jovencito será apadrinado por sus dos parientes mayores, cuya mentoría incluye recomendaciones tan memorables como "las mujeres tienen un motor en la vagina, se enciende lamiéndolo como a un helado".

La dupla protagónica, acaudalada en base al delito, compra un aserradero con la intención de montar en él un club exclusivo para la comunidad de color, donde se cante y baile el blues más telúrico del lugar.

No obstante, a su servicio reportarán algunos exponentes del melting pot (crisol de razas) local, mulatos u orientales, aunque no blancos.

Será pues la exclusión de los irlandeses, que también desean compartir su música de origen, la que encenderá las tensiones entre el afuera y el adentro del flamante local. 

En el adentro asistiremos a algunas performances musicales de una gracia, una potencia y un colorido que dejarán marcas indelebles en el público, particularmente aquella de carácter transtemporal y antropológico durante la cual se dan metafórica cita en el mismo espacio remotos exponentes de las raíces musicales invocadas.

Aquí hay que decir que este film despliega una sensorialidad y sensualidad extremas. Es más, prácticamente exuda semen, sudor, y baba.

A modo de sucinto ejemplo diremos que en un lance seductor del joven Sammie con una bonita lugareña a la que ha echado el ojo, el chico amaga con poner en práctica la sugerencia de su tío acerca de la técnica para un buen cunnilingus, generándose el siguiente diálogo con la dama en cuestión:

Ella: _ Deja que me lave antes, he venido caminando.

Él: _ No hace falta. Quiero saber a qué sabes...

En el afuera de aquel gozoso galpón tomara forma una siniestra amenaza que intima a los parroquianos a convertirse en una gran e imperecedera familia. 

Como si todo lo dicho hasta aquí no fuera suficiente, el entrañable remate de la historia incluye un premio mayor: Ver y escuchar al inmenso Buddy Guy, guitarrista y cantante de blues estadounidense, conocido por ser un innovador dentro del Blues de Chicago y una de las mayores influencias para muchos artistas, como Jimi Hendrix, Eric Clapton, Pete Townshend y Stevie Ray Vaughan, por nombrar a algunos.

En resumidas cuentas, una sorpresiva obra de arte dirigida con maestría por Ryan Coogler, que genera envidia de la negritud. 

Un párrafo más: Ojalá el abundante público poco predispuesto a darle una oportunidad al cine de terror deponga todo prejuicio y se sienta invitado a esta verdadera fiesta audiovisual. -  

 

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