domingo, 31 de agosto de 2025

OPINIÓN 

EL CINE ACTUAL HA DEJADO DE DESAYUNAR FRENTE A TIFFANY 

La mentoría de esta plataforma padece de cierto carácter sensiblero. No resulta infrecuente, en consecuencia, verla moquear en la penumbra de la sala oscura, para rearmarse mientras circulan los créditos finales del film ocasional, a fin de enfrentar, ya recompuestos, los avatares de este mundo atroz.

Probablemente a causa de ese detalle - y otros males fomentados por el patriarcado - siempre hemos rehuido a la comedia romántica, género del que, para más dato, abundan subproductos melifluos que no justifican invertir un par de valiosas horas de vida. 

Pero sabido es que la mayoría de edad, si bien aprovechada, nos vuelve algo más sabios.

No damos con otra explicación que justifique no haber visto Breakfast at Tiffany’s - o Desayuno con diamantes - (1961, Blake Edwards) más cerca de su estreno. 

Aquí vale sincerar que tampoco somos devoradores compulsivos del gran cine clásico, si bien sabemos que hay títulos a los que un buen cinéfilo no debería renunciar. 

Este es uno de ellos. De modo que, prácticamente a ciegas (o sea, ignorando si se trataba o no de “una de llorar”), nos impusimos la misión de ir más allá de conmovernos cada tanto escuchando su hermoso leit motive (Moon River), repetido diegética y extra diegéticamente a lo largo de tan entrañable film.

Y hete aquí que experimentamos la fascinación de volver a una era dorada del Séptimo Arte, no solo a causa de que su realización descansó a espaldas de un dream team como el futuro director de La Pantera Rosa (1963), sobre una novela del mismísimo Truman Capote, musicalizada por el colosal Henry Mancini,  sino porque sus protagonistas  - Audrey Hepburn y George Peppard - lucen tan inusualmente bellos y deslumbrantes como dos muñequitos de torta de bodas, y porque el elenco de secundarios está lleno de glorias como Mickey Rooney (El mundo está loco, loco, loco, 1963), Martin Balsam (12 hombres en pugna, 1957), o Buddy Ebsen (famoso por su interpretación de Jed Clampett en la sitcom televisiva Los Beverly Ricos, 1962 - 1971)

Pero eso no es todo. Sabemos que criticar a un cine volcado al fácil heroísmo Marvel o la adaptación de videojuegos, que narra historias a ritmo de Tik Tok, da patente de veteranos. Sin embargo, preferimos correr ese riesgo dispuestos no solo a defender historias originales, sino capaces de generar identificación con los dilemas humanos que nos atraviesan a todxs. Es decir, al menos capaces de tocar con buenas artes alguna fibra sensible. 

Y convengamos que eso es cada vez más infrecuente. Muy de vez en cuando dan en el clavo directores como Kaurismaki, Jarmusch, Larrain, Sorrentino, Lantimos… y pocos más.

¿Hablamos de un cine romanticón? Para nada. Minimalista o no, pero con buenas historias que contar: Menos pantalla verde y sensorround y más artesanado. ¿Es mucho pedir acaso aspirar a sentir el pulso de personajes de carne y hueso, con quienes empatizar, porque bien podríamos cruzárnoslos al salir de compras?

Sabemos que no estamos solos al defender esta preferencia. Sin ir más lejos, el oscarizado Guillermo Del Toro en varias ocasiones ha señalado, por ejemplo, que lo que realmente debería preocupar no es la inteligencia artificial, sino la “estupidez natural” que podría legitimar su uso indiscriminado. Y en 2022, al hablar sobre la IA aplicada a la animación, citó nada menos que al sensei Hayao Miyazaki para remarcar su repudio: “Es un insulto a la vida misma”. Para Del Toro, el arte no puede generarse a partir de aplicaciones o algoritmos porque carece de riesgo, de intención y, sobre todo, de la humanidad necesaria para conmover.

Aquí prestamos mucha atención a algunas voces eruditas y autorizadas en la materia: Los compatriotas Sebastián De Caro, Roger Koza, el español Alejandro Calvo (SensaCine), el delicioso podcast de cine no canónico Frame Fatale, por citar algunos ejemplos. En un capítulo reciente de esa última referencia se aventuró que no falta demasiado para que TODO el cine se realice con IA. Ya hay largometrajes circulando en Youtube con esa factura. Inquieta imaginar que tal tecnología “resucite” glorias pasadas y algún/a jovencito/a en los años venideros pueda exclamar ante la pantalla algo así como “a ese actor le veo cara conocida”… refiriéndose al clon digital de Charlie Chaplin. Citando a Umberto Eco, no somos apocalípticos ni integrados, pero reivindicaremos hasta nuestro último aliento un arte humano y palpitante. 

De modo que, permitirnos disfrutar de una historia tan pequeña como universal, pero bien contada, como la que dispara estas reflexiones - ya que esta nota, lejos de recomendarla solo la utiliza como disparador de una opinión que intentamos fundamentar - constituye una fiesta cuyos invitados son unos diálogos tan filosos que uno no esperaría hallar en un filme supuestamente liviano ("Nunca intentes domar a un ser salvaje, porque se hará fuerte a tu lado, hasta volver al monte" / "Se tardan exactamente cuatro segundos para ir de aquí a la puerta. Yo te doy dos"); un timming narrativo que habilita a ponerse en los zapatos de cada personaje; que no transcurre ante la pantalla como una ráfaga de ametralladora, sino que comparte un cigarrillo contigo; una escenografía que, aunque armada en un set, a la manera del “distanciamiento brechtiano”, resulta acogedora, te hace sentir que también serías capaz de habitar ese apartamento que, mediante una escalera de incendio cómplice, facilita el acceso al dormitorio de tu enamorada.

En fin, que, no solo por nostalgia, algunos seguimos amando aquel color, esa textura, esas historias que transcurren en barrios semejantes al nuestro, y donde un devoto marido es capaz de cometer la descomunal hazaña de renunciar a la mujer que adora - esa niña de campo obligada a casarse a los 14 años con un hombre mayor, del que huyó para intentar convertirse en una damisela refinada en la gran ciudad - sencillamente porque ya otro hombre ocupa su corazón. 

Acaso había que llegar a viejos con la suficiente cosecha de pérdidas y dolores a cuestas para saber valorar a una excelente comedia romántica. 

En conclusión, estamos convencidos de que hace falta menos cine rodado en las amplias y lujosas galerías de la joyería Tiffany, y más películas capaces de permitirnos soñar desayunando frente a sus vidrieras. - 

 

 

ATENCIÓN: Descargá la aplicación U Torrent Web desde cualquier ordenador y, a continuación, los links que adjuntamos al pie de cada nota descargarán por default el film recomendado. Utilizando una metáfora didáctica, U Torrent Web será tu carrito de supermercado, y el link que te propongamos remitirá a la góndola del supermercado, donde hallarás el producto en cuestión para su descarga. 

Link para descarga de Torrent: 

https://www.elitetorrent.com/peliculas/desayuno-con-diamantes-dvdrip-ciclo-comedia-romantica/


2 comentarios:

  1. Hace rato que he renunciado a esas series actuales de las plataformas que en lo poquito que vi
    Ya me resultó solo ". un entretenimiento " sin mayores aportes
    Quizás suena a prehistórico

    ResponderEliminar
  2. Como reza el refrán, "sobre gustos no hay nada escrito". Por ende, nadie debería sentirse obligado a consumir exclusivamente "arte culto". El "cine shampoo" a veces desestresa... Pero, a la hora de darse una panzada con algún producto que trascienda el pasatiempo, no se puede prescindir de la poesía. A ese respecto, recomendamos ver "La vida de Chuck", última adaptación de Stephen King a cargo de Mike Flannagan.

    ResponderEliminar

RECOMENDACIONES   La Conductora UN HURACÁN LLAMADO SAMARA WEAVING Este no es el primer policial que tiene como protagonista a una pa...