RECOMENDACIONES
Superestar
"YO NO SOY UNA FREAKY NI ME VA EL
CULEBRÓN: SOY CANTANTE"
Si algo no estamos dispuestos a hacer en esta
nota es a ser mesurados en las ponderaciones de una de las series que más nos
ha fascinado en los últimos tiempos. De modo que, para quien se aventure a
leerla completa, queda formulada la advertencia de que se extenderá tanto como
consideramos que debe hacerse, ya por el fenómeno sociocultural que aborda,
como por la singular confluencia de talentos que la hizo posible.
Para entrar en tema, cabe señalar que entre
finales de los años 90 y en los primeros 2.000, la televisión española vivió
una etapa que todavía hoy resulta difícil de clasificar. Programas como Esta
noche cruzamos el Mississippi, de Pepe Navarro, y más tarde Crónicas
Marcianas - que en la serie a que haremos referencia se alude como Tiempo de
Marte -, presentado por Javier Sardà, convirtieron
las madrugadas en un espectáculo donde lo absurdo, lo bizarro y lo
inclasificable campeaban a sus anchas. De ese caldo de cultivo surgió el “tamarismo”,
una corriente televisiva no formalizada, pero sí reconocida por todos los
espectadores de la época, debido a que en el centro de ese universo estaba Tamara
(a quien aquí da vida la joven y versátil Ingrid García Jonsson), hoy
conocida como Yurena, una cantante que logró el éxito con el tema No cambié,
compuesto por Leonardo Dantés (encarnado en la ficción que nos ocupa por
un descollante Secun de la Rosa), que llegó a liderar las listas de
ventas superando a artistas consagrados como Alejandro Sanz. Con un
estilo musical y visual difícil de encasillar, Tamara se convirtió en un ícono
pop y kitsch a la vez, defendiendo su carrera frente a las burlas y parodias de
un público y unos medios que, al mismo tiempo que la ridiculizaban, la seguían
con fervor. A su alrededor, una corte de personajes que conformaba lo que
algunos llamaron la familia tamarista. Estaba Paco Porras (recreado por
el descomunal Carlos Areces), el autodenominado "vidente de las
frutas", que hacía predicciones incomprensibles y se involucraba en
conflictos surrealistas en cada programa. Porras generaba desconcierto y, al
mismo tiempo, una fascinación que lo convirtió en uno de los personajes más
llamativos del fenómeno. Otro de los habituales era Tony Genil (un
casi irreconocible Pepón Nieto, superando sus performances anteriores),
veterano del espectáculo, con una vida que incluía desde cantar en orquestas
hasta aparecer en películas del destape. Su inagotable verborrea lo hizo habitué
de los estudios, donde contaba historias inverosímiles y protagonizaba escenas
cargadas de dramatismo y humor involuntario.
A esta altura de nuestra contextualización, el público argentino seguramente recuerde que, contemporáneamente, la TV local también vivió un momento que marcó un antes y un después. Sin ir más lejos, por citar un ejemplo, la cobertura del llamado “Caso Coppola” a cargo del periodista Mauro Viale, por entonces devenido showman, en su programa Mediodía con Mauro. Las jóvenes involucradas en dicha causa - que participaban a diario del programa - tuvieron un boom de exposición, y se convirtieron en protagonistas de canciones. Efectivamente, Samantha
Farjat, Natalia De Negri y Julieta
Lavalle - quienes, de acuerdo a la
causa, habían tenido participación en la descontrolada noche en el departamento de Guillermo Coppola, otrora representante
personal de Diego Armando Maradona - se convirtieron en sus protagonistas centrales. Entre ellas
era común que se sucedieran peleas, que terminaban
con golpes y tironeos de cabello, con
el propio conductor intentando separarlas.
Así,
el de Samantha pasó a ser el rostro más visto en la TV
argentina, tanto por sus apariciones en los mencionados mediodías
como por aquellos programas que suelen refritar lo más visto de la TV para sus
propios contenidos. Y su nombre también se
convirtió en el título de uno de los hits del (in)olvidable y bizarro Machito Ponce, todo ello durante 1996.
Dicho
espectáculo abrió las puertas a un desfile de variopintos personajes más tarde
bautizados como “mediáticos”, entre los que se destacaron el dandy de la noche
porteña Jacobo Winograd, los atrevidos hermanos Silvia y Guido
Süller, el ex cátcher La Momia, el irrepetible “Amigacho”, la
estrafalaria travesti Zulma Lobato, y el entrañable Ricardo Fort,
suerte de Don Nadies en busca de fama que también encontraron caja de
resonancia y gran aceptación del público en el programa de Crónica TV conducido
por Anabela Ascar.
Pues
al correlato hispano de ese mundo remite la serie Superestar, a propósito de la
cual corresponde dedicar algunas líneas para describir quiénes han sido sus
gestores.
El timón de la nave quedó en manos de Nacho
Vigalondo, director y actor ibérico que estudió en la Universidad del País Vasco, aunque
no terminó la carrera de Comunicación Audiovisual. Su corto 7:35 de la
mañana fue nominado a los Óscar 2004 en la categoría de
mejor cortometraje. En
2008 estrenó su primer
largometraje, Los Cronocrímenes, presentado en el Festival de
Sitges de 2007.
A principios de 2012 estrenó
el film Extraterrestre, y en 2014 Open Windows, que fuera su debut rodando en inglés con protagonistas como Elijah
Wood y Sasha Grey. En 2016 rodó su cuarto
largometraje, Colossal - acaso el que brindó reconocimiento global a su
obra -, con Anne Hathaway como protagonista
principal.
Y ahora acaba de dirigir para
la plataforma Netflix la serie de marras, producida por "Los
Javis", dupla de guionistas y realizadores sobre la que también vale la
pena que nos detengamos.
Javier Ambrossi y Javier Calvo - pareja en la vida real - son un tándem
creativo perfecto, responsable de alguna de las ficciones televisivas hispanoparlantes
más estimulantes de la década (como Veneno), perfectos embajadores
de la Marca España al otro lado del océano, y autores de la impactante serie La
Mesías, estelarizada por Lola Dueñas, Albert Plá, y la enorme Carmen
Machi, obra que acaso condensa su inclinación por ese barroquismo popular
de clara influencia almodovariana que a la fecha constituye su inconfundible marca
de estilo. La filmografía de Los Javis ha revolucionado el panorama audiovisual
español con su enfoque fresco y auténtico, demostrando gran habilidad para
contar historias que resuenan profundamente en el público. Ese estilo,
diferente y a veces loquísimo, combina elementos de comedia, drama y música,
creando un universo único que celebra la diversidad y la autoaceptación. Con
cada proyecto, Los Javis continúan desafiando las convenciones y dejando una
marca indeleble en el cine y la televisión contemporáneos.
Restaría pues referirnos ahora a una protagonista de lujo, que bien
podría no haber trascendido más allá de contar con una cara bonita, sin
embargo, tanto en Veneciafrenia (2021, Álex de la Iglesia) como en la
más reciente Ballena (2024, Pablo Hernando) ha demostrado ser lo que
alguna vez el escritor Juan Ramón Jiménez denominó “un animal de fondo”.
Nos referimos a la ya citada Ingrid García-Jonsson, nacida en Suecia hace 33
años, nacionalizada española, y nominada al Goya a mejor actriz
revelación por Hermosa juventud (2014, Jaime Rosales),
aquí irreconocible con ese semblante espectral y melancólico del que ha dotado
a su Tamara.
En sus seis capítulos, la serie en cuestión presenta, como se ha dicho
antes, una zarabanda de personajes a cual más grotesco, en procura de sus
quince minutos de fama, objetivo por el que estarán dispuestos a pagar
cualquier precio. Desde la protagonista, chica de pueblo auto percibida como
artista, pasando por una madre que, aun siendo adulta, la seguirá viendo como a
la niña de sus ojos y acompañándola a sol y a sombra, alojándose en la
fellinesca Pensión “Paradise” de Madrid, hasta un representante de poca monta a
cargo de la Productora “Guasemén”, que también tentará suerte en el mundillo del
espectáculo disfrazado de Arlequín (Julián Villagrán)
En resumidas cuentas, aplausos de pie para el memorable casting
de esta imperdible serie, y para la exquisita sensibilidad popular con que se
ha llevado a cabo un divertido fresco de época que, como se ha dicho antes, no
resultará ajeno a televidentes adultos de toda latitud.
¡Bravo pues por Vigalondo!: Los personajes que en algún momento han
divertido o hecho feliz al pueblo merecen ingresar en la leyenda. Y eso ocurre
en esta serie con la inolvidable Tamara/Yurena y su Corte de los Milagros.
Por último (leer en andaluz): ¡Er capítulo quinto - con Albert Plá y la
reivindicació de Luixy Toledo, er españó ar que plagió Michael
Jackson - é lo má grande qu’er audiovisuá ibérico ha legáo ar mundo; envidia,
señore… y olé!
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