RESEÑAS
Ante el inminente inicio
de rodaje de la secuela
TODO LO QUE DEBERÍAS SABER
PARA INTERPRETAR AL JOKER DE TODD PHILLIPS
“Lo peor de tener una
enfermedad mental
es que la gente espera que actúes como si no la tuvieras”.
Arthur
Fleck,
antes
de convertirse en Joker,
en el filme de Todd Phillips.
Indudablemente, Joker fue - junto a Parásitos - uno de los grandes
estrenos de 2019. Los premios que acumuló así lo demuestran (Joaquín Phoenix se
lo llevó todo), y tanto la crítica como el público respondieron muy
positivamente. Sin ir más lejos, la película recaudó más de 1.000 millones de
dólares en la taquilla internacional con un presupuesto de solo 60 millones, lo que
para una producción de este género es prácticamente impensable. Ya se conoce el nuevo y alocado título que tendrá la
segunda parte, según lo informó el director en sus redes
sociales. Dicha
secuela llevará el nombre de Joker: Folie a deux (Locura de dos),
en alusión al trastorno
psicótico en el que la locura pasa de una persona a otra. Este
Joker también contará con una Harley Quinn interpretada por Lady Gaga. La
elección de la cantante es muy acertada dado que podría tratarse de un musical.
Junto a ella, se ha confirmado también la incorporación de Brendan
Gleeson (quien representara al detective de la serie Mr. Mercedes, basada en el
relato homónimo de Stephen King), encarnando a un misterioso personaje del que
nada se sabe por el momento.
La contracara oscura de los súper héroes de cómics tiene un precedente ineludible en la saga Watchmen (Vigilantes), creada para DC Cómics entre 1986 y 1987 por el talentoso guionista inglés Alan Moore (https://www.youtube.com/watch?v=VWWG5By6o3I&t=3s), también autor del cómic book V de Venganza, adaptado al cine por Zack Snyder en 2009, la máscara de cuyo personaje principal - alusiva al proto anarquista británico Guy Fawkes, muerto en 1606 tras el fallido intento de volar la Cámara de los Lores - se convertiría desde entonces en un ícono de las luchas antisistémicas globales. Moore utilizó la historia como un medio para reflejar las ansiedades contemporáneas y criticar el concepto de superhéroe. Watchmen presenta una historia alternativa, donde los superhéroes surgen en los años 1940 y 1960, ayudando a los Estados Unidos a establecer la hegemonía mundial a través de la Operación Cóndor y la Guerra de Vietnam. El país se está desplazando hacia una guerra nuclear con la Unión Soviética, los vigilantes disfrazados han sido declarados ilegales y la mayoría de los superhéroes anteriores se encuentra en retiro o trabaja para el gobierno. Esta obra, oportunamente galardonada con el prestigioso Premio Hugo, marcó el definitivo “canto del cisne” de los superhéroes tradicionales (que hoy la competencia, léase Marvel, se empeña en resucitar) El eslabón siguiente de esta cadena revisionista sería el aporte del guionista, dibujante y realizador norteamericano Frank Miller - autor de los cómics 300 y Sin City, luego adaptados al cine - que desarrolló la saga Dark Knight (El Caballero de la Noche, también adaptada al cine, primero por Tim Burton y luego por Christopher Nolan), revisitando desde el desencanto de los 80 y 90s al Hombre Murciélago creado en 1938 por Bob Kane. Este nuevo Bat Man dista del maniqueísmo primigenio del personaje y comparte en gran medida la sicosis de sus archi enemigos, cuya respectiva genealogía se ha puesto de moda. En dicha tendencia se inscribe el polémico filme protagonizado por Joaquín Phoenix, oportunamente distinguido con el máximo reconocimiento en el Festival de Venecia.
Desde su estreno, esta producción levantó
polvareda a favor y en contra. Sus adherentes, condicionados por la empatía que
despierta el tratamiento del personaje (un descastado social cuya vindicativa
reacción se cocina a fuego lento) no han dudado en caracterizarlo como ícono
del anarquismo millenial. En tanto,
sus detractores lo consideran un pésimo ejemplo y un peligro público, volviendo
sobre los pasos de un debate acerca de la capacidad de los mass media para incidir en las conductas públicas, que parecía
saldado por el excelente documental Bowling for Columbine, de Michael Moore. En este sentido, tal vez
el caso más extremo sea el de Jeffrey
A. Tucker, director editorial del Instituto Americano de
Investigación Económica, quien en un polémico artículo de su autoría (https://es.panampost.com/editor/2019/10/07/joker-un-analisis-sobre-la-ideologia-del-destruccionismo/) vinculó la propuesta del film con la filosofía
“destruccionista”, que atribuye al Movimiento Antifas, contemporáneo emergente social
del gran país del norte, abocado a confrontar mediante la acción directa con
los grupos pro oficialistas. En todo caso, se torna indiscutible que esa Gotham
City tan parecida a la New York actual alude claramente a la Era Trump.
Abunda gente indispuesta a otorgarle a este
tipo de films una trascendencia que amerite debatirlos, pero lo cierto es que
no es la primera vez que algún producto de la cultura de masas logra reflejar
su realidad contemporánea con mayor fidelidad que otros cuyo cometido principal
sería dar cuenta de la misma (¿alguien dudaría que el Penal de San Onofre de la
serie El Marginal fue una sórdida metáfora de la Argentina de nuestros días?)
En todo caso, la discusión planteada al respecto parte de la antigua tensión
entre garantismo y punitivismo: Mientras los partidarios del primer concepto antes
de dictar sentencia abogan por considerar las causas últimas que fomentan el
delito, los adherentes a su contrario exigen que esa ley que “hace la vista
gorda” ante el ladrón de guante blanco caiga con todo su peso sobre el “ladrón
de gallinas”.
Es cierto que Arthur Fleck, ese sujeto
marginado sobre cuyo desquicio se irá cincelando el futuro payaso que desvelará
al justiciero encapotado, en un imprevisto rapto de lucidez y con argumentos
que cualquier espectador con un mínimo sentido humanista compartiría, interpela
en vivo al popular showrunner
interpretado por Robert De Niro (si,
el mismo actor de Taxi Driver y El Rey de la Comedia, filmes en los cuales el
de Todd Phillips abreva, y cuyo
director - Martin Scorsese - viene
denostando las adaptaciones cinematográficas de cómics) Pero el personaje
explicita un par de veces en el film que es apolítico y que no pretende
representar a nadie. La clave de lo que inquietó a ese poder paranoico que en
el país de origen de esta producción colocara custodia policial en las salas y
prohibiera manifestaciones cosplay
del público (asistir al espectáculo maquillados como Joker), en todo caso fue
que en este momento de la Historia en que el fantasma que oportunamente
recorrió Europa brilla por su ausencia, la caja de resonancia mediática de la
Aldea Global proporcione ejemplos capaces de recordar a lxs condenados de la
tierra que este capitalismo gore (http://www.ub.edu/cdona/lletradedona/capitalismo-gore) está exterminando la
vida en el planeta.
En la escena previa al epílogo del film, Arthur
Fleck, ya devenido Joker, es rescatado del patrullero que lo transporta a la
cárcel por emergentes de una turba insurrecta que despliega su furia por las
calles de Gotham. Depositado semi inconsciente sobre el capó de dicho vehículo,
será alentado a “levantarse” y cumplirá trabajosamente con ese reclamo
multitudinario. A continuación, advirtiendo en su vesania que ahora cuenta con
un sinnúmero de fans que nunca tuvieron sus fallidos intentos de stand uper, ensanchará grotescamente la
sonrisa que lo caracteriza con la sangre que mana de su boca y comenzará a
contonearse como si dicha circunstancia consistiera en su definitiva consagración
en el Madison Square Garden. Conclusión: Lxs rebeldes que lo rodean lo han
adoptado como símbolo de su propia furia largamente acumulada contra la exclusión
social… pero él es ajeno a tal circunstancia. Tranquilos pues, señores
capitalistas, Joker está loco como una cabra. Pero vuestra verdadera derrota
será el máximo acto de cordura que la humanidad pueda ejercer. -
No hay comentarios:
Publicar un comentario