lunes, 12 de diciembre de 2022

CRÍTICAS 

Post Mortem

LOS MUERTOS NUNCA NOS DEJARÁN EN PAZ 












El atávico y remoto interrogante acerca de qué misterios encierra la muerte atraviesa toda la historia del homo sapiens. Y ha sido pródigo, a la vez, para inspirar las más diversas especulaciones.

Abundan por ende clásicos de la literatura de horror que han conjeturado estremecedoramente sobre el particular, desde Edgar Alan Poe describiendo el utópico afán de postergar ese final apelando al mesmerismo, en su relato El Extraño Caso del Sr. Valdemar (1845), a Henry James proponiendo la persistencia después de la vida de personalidades poderosas, en su novela Otra Vuelta de tuerca (1898) 

Existe pues un copioso material de esta naturaleza en el que se ha inspirado el Séptimo Arte, ya apelando directamente a lo siniestro como Andy Muscchieti en Mamá (2013), o a lo melancólico como David Lowery en Historia de Fantasmas (2017) 

Pero, cuando la cinefilia afecta al género está a punto de convencerse acerca de que no queda demasiado por decir al respecto que resulte mínimamente original, llega el film húngaro Post Mortem. Fotos del más allá (2020, Péter Bergendy), producción seleccionada como Mejor Largometraje Internacional en los 94.os Premios Óscar 

Su trama propone que, en 1918, a poco de concluir la Primera Guerra Mundial - y de haber sufrido el protagonista una experiencia próxima a la muerte - este fotógrafo post mortem es invitado a un pequeño pueblo de la campiña húngara para hacer un último retrato de los habitantes que han muerto de la gripe española y que sus familiares no han podido enterrar debido a que la tierra está congelada. Una vez allí, descubre que el pueblo ha sido ganado por presencias del más allá, presuntamente a causa de aquella acumulación de cadáveres cuyo tránsito al otro lado ha quedado pendiente. Con una niña lugareña, el hombre intentará arrojar luz sobre el asunto y liberar al pueblo de semejante tormento. 

Siguiendo la prescriptiva clásica del Periplo del Héroe, al igual que Ichabod Crane al llegar a Sleepy Hollow (1999, Tim Burton), al entrar en ese villorrio rural el fotógrafo cruzará el umbral entre la razón y la sinrazón. A partir de entonces, al orden de lo que ocurra lo impondrán los muertos. 

El extrañamiento cultural experimentado por el público occidental ante paisaje e indumentaria ajenas a su cotidianeidad se verá potenciado por la más inesperada y original irrupción de lo fantástico, capaz de estremecer al espectador a niveles desconocidos desde El Exorcista (1973, William Friedkin) o el imperdible filme nacional Aterrados (2017, Demian Rugna) A propósito de quien  haya visto este último título, si saltó de la butaca ante el inquietante retorno del niño atropellado por un auto, en el filme que venimos analizando encontrará superada con creces esa apuesta. 

Acaso el punto de máxima tensión dramática aquí sea la velada en la que la dupla de fotógrafo y niña asistente, apelando a ingeniosos artilugios, se dispone a poner en evidencia la naturaleza de lo que asedia, secuencia que semeja la tortuosa vigilia del protagonista del magistral e irrepetible filme soviético El Viyi. Espíritu del mal (1967, Konstantin ErshovGueorgui Kropatchev), basado en un cuento de Nikolái Gógol, que ningún/a amante del género debería dejar de ver. 

La aventura en cuestión culmina emulando el final del film El Nombre de la Rosa (1986, Jean Jacques Annaud), ya que el mencionado maestro y su discípula se retirarán del pueblo convertidos en expertos en conjurar fenómenos sobrenaturales, dispuestos a continuar enfrentándolos, a la manera de un nuevo Holmes y su pequeña Watson. 

Aquí va el tráiler en castellano, como para tomarle el gustito a un film accesible en plataformas de descarga Torrent, y que recomendamos enfáticamente: https://www.youtube.com/watch?v=uQOngkh_lz0

 


 

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