lunes, 24 de julio de 2023

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0 

BILLY WILDER

DIRIGIENDO A LAS LEYENDAS 

DEL SÉPTIMO ARTE 





















 

Billy Wilder dirigió 25 películas (entre ellas, títulos como Sunset Boulevard, Irma La Dulce, o El Apartamento) y guionó otras tantas.

Consideraba que todo guion parte de miles de ideas, nunca desde cero, pero corresponde seleccionar necesariamente las mejores. Y que, en ese trance, un director es casi como un poeta, aunque también debe ser un poco ingeniero, un poco arquitecto, y un poco contable, para completar esas 130 páginas (digamos aquí que el legendario curador de guiones Syd Field calculaba que una página de guion literario - no técnico - equivale a un minuto de acción) 

Nacido en Austria, fue bautizado Billy porque su madre había visitado el Gran País del Norte, y quedado fascinada con el actor que oportunamente interpretó a Billy The Kid.

En los años 20, residiendo en Viena, Wilder trabajó como bailarín; y más tarde, ya en Berlín, incluso colaboró como guionista en los Estudios UFA. 

En 1933 los nazis llegaron al poder y, como tantos, debió emigrar. Su destino fue EEUU, vía Paris. Allí se interesó por la cultura popular - deportes, radio - y muy pronto dominaba el idioma. La Paramount lo contrató como guionista. Uno de sus primeros éxitos fue Ninotchka, protagonizada por Greta Garbo. Su director fue otro fugado de Alemania, Ernest Lubistch, amigo y mentor de Wilder, quien trabajó con él por años, llegando a considerarlo como alguien capaz de convertir la mierda en chocolate.

Disconforme con el resultado al que arribaban sus guiones en manos de otros directores, Wilder asumió ese rol en 1942.

Estaba convencido de que en el teatro la resolución creativa era más limitada que en el cine, porque en este último quehacer el realizador podía plantar cámara en el sitio que prefiriese.

Prefería rodar rápido, y con unos pocos, pero buenos planos, a los que consideraba el recurso expresivo más potente para sacudir al público. 

Cuando se decidió a adaptar la novela negra Perdición, de James M. Cain, convocó como colaborador a otro emblema del género, Raymond Chandler. Pero ese trabajo conjunto resultó demasiado arduo, ya que Chandler se extralimitaba de su rol de guionista procurando sugerir también encuadres y movimientos de cámara.

Nunca hay que perder de vista la inventiva que desplegó el Séptimo Arte, fundamentalmente en los primeros años de su largo derrotero. Por ejemplo, en Sunset Boulevard, Wilder precisaba la imagen de un cuerpo flotando boca abajo en una piscina, detrás del cual pudiera verse asomado al grupo de policías que lo acababa de descubrir. Se hicieron varios intentos por montar la cámara bajo el agua para rodar desde un punto de vista contra cenital, pero resultaron inútiles: El líquido elemento distorsionaba el resultado final. Entonces alguien tuvo la feliz idea de colocar un gran espejo en el fondo de la piscina, y la escena se rodó con excelente resultado encuadrándola desde arriba, sin sumergir la cámara. 

El austríaco era un hombre de convicciones. En una oportunidad, la Paramount le pidió que cambiara la nacionalidad de los villanos de una película bélica para no ofender al público alemán. Wilder, que había perdido a su madre y a su padrastro en Auschwitz, se negó rotundamente, exigiendo una disculpa. Como no la obtuvo, desistió de rodar el film y se retiró de aquellos estudios. En 1945 colaboró con el Ministerio de Defensa de su país de adopción rodando un documental sobre los campos de exterminio nazis. 

Con el tiempo se volvió un erudito en la elección de sus intérpretes. Siempre decía que “hay que ser muy listo para encarnar a un idiota, y hay que estar muy sobrio para representar a un borracho”.

Vivió una gran amistad con la diva Marlene Dietrich, que había estado rodando en el frente para Joseph Von Stemberg. A nuestro director le llamaba la atención la erudición de su amiga en cuanto a qué tipo de iluminación la favorecía más, y le concedía darle instrucciones al Jefe de Iluminadores.

También admiraba cómo la actriz Audrey Hepburn era capaz de declamar con absoluta soltura las frases más intrincadas que un guion le propusiera.

Su opinión sobre Marilyn Monroe, en cambio, era sumamente negativa. La consideraba una actriz imprevisible, absolutamente fuera de control, que se movía en medio de un enjambre de asistentes terapéuticos pendientes de su salud mental, y que tanto podía recitar de memoria 8 páginas de guion como quedar bloqueada ante la única frase que le tocara pronunciar en la jornada.

Ponderaba a Jack Lemmon como uno de los actores más profesionales y perfeccionistas que le tocó dirigir en toda su carrera. Asombra la dimensión que un intérprete como ese, capaz de brillar como lo hizo en el rubro comedia, también haya logrado conmover tanto interpretando al padre del periodista secuestrado por la dictadura de Pinochet en Missing (1982, Costa - Gavras) 

Wilder disfrutaba mucho de escribir diálogos humorísticos sólidos. En Una Eva y dos Adanes hay un contrapunto verbal muy jocoso entre Tony Curtis y el mentado Lemmon, quien, disfrazado de mujer, hace gala de haber conquistado a un millonario a bordo. Esa rutina dura cuatro minutos, pero sólo insumió una página y media de guion. Porque el director era un experto en establecer el tiempo que debía mediar entre un chiste y otro, para evitar que la risa del público se solapara tapando la siguiente humorada.

El hombre sostenía que ningún film resuelve por completo la historia que narra, pero debe ofrecer un rumbo claro al espectador. Alguna vez encaró rodajes sin tener en claro la resolución del tercer acto, lo cual se complicaba si, por razones de producción, convenía comenzar por el final.  

Para ser feliz, al gran Billy Wilder le bastó con que buena parte de sus películas generaran cuanto menos media hora de comentarios después de cada función. Una recompensa bastante modesta a cambio de la obra ineludible que dejó. - 

 

Para aproximarse a este autor: https://www.youtube.com/watch?v=PNUlk7N48LA

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