HALLAZGOS
Comic Book Confidential
EL NOVENO ARTE CONTRA “LOS MACARRAS DE LA MORAL”

Cómic en EEUU, tebeo en España, fumetti en Italia, manga en Japón, o historieta en Argentina, el denominado Noveno Arte - como en tantos otros órdenes de la cultura - acuñó la denominación genérica global de cómic porque, más allá de algún prehistórico antecedente gráfico, conoció la notoriedad pública en la gran prensa norteamericana, asociado a productos de carácter humorístico, entre los que suele destacarse la tira Yellow Kid, obra de Richard F. Outcault publicada entre 1895-98 en el periódico New York World de Joseph Pulitzer. Y aunque alrededor de la tercera década del siglo pasado ese género ya se había diversificado, aún carga con tal designación.
En 1934, al precio de 10 centavos dólar, apareció la exitosa revista Famous Funnies, que incluía la tira Slam Bradley, concebida por Segal y Shuster, quienes más adelante crearían al popular Superman.
A fines de los años 30, el cómic ya era una próspera industria, plagada de personajes heroicos (Batman, Flash, Shazam) y atravesada por los primeros artistas de renombre, como Jack Kirby.
En tal contexto surgió un mutante destinado a contribuir desde las tiras gráficas con las políticas de defensa del Gran País del Norte, empeñado en velar por la seguridad del “mundo libre”: Capitán América.
De tal modo, daba comienzo en este medio una batalla cultural que se trasladó al frente durante la Segunda Guerra Mundial, y que conserva su vigencia en nuestros días.
En los albores de los años 40 el policial negro se impuso en el cómic de la mano de un descomunal narrador gráfico que alguna vez se declaró escritor y pintor frustrado, aunque convirtió esos dos fracasos en un éxito gigantesco: Will Eisner, creador de Spirit.
Tras la guerra, el público - bajo el influjo de la bomba atómica - prefería olvidar el horror. Los superhéroes perdieron popularidad, y la oferta se amplió (Archie, La Pequeña Lulú, Pato Donald, Gene Autry, etc.) de la mano del Sueño Americano.
Hacia los años 50 aparecieron las primeras tiras de terror, de las que quizás Tales from the Crypt haya sido la más famosa. Pronto hubo cientos de ellas, algunas sumamente sangrientas.
Contra ello se rebelaron las Ligas de Moralidad.
Un ignoto Dr. Fredric Wertham, por ejemplo, escribió al respecto un prejuicioso libelo titulado La Seducción de los Inocentes. El sujeto opinaba de este modo: “La verdadera pregunta es ‘¿los cómics son buenos o no?’. Si quisiéramos una generación mitad violenta y mitad carne de cañón además de semianalfabeta, los cómics son buenos; es más, ¡son perfectos! Hace poco, un chico de 11 años mató a una mujer de 42 años en California. Cuando llegó la policía, el hermano mayor dijo ‘¿saben lo que provocó esto? Los malditos cómics’. Prohíbanlos y no volverá a suceder. En mi opinión, sin duda y sin ninguna excepción, los cómics contribuyen a la delincuencia juvenil”.
A continuación, el Senado norteamericano creó un Comité con el nombre de aquel fulano.
Pese a la defensa ejercida por ciertos autores, algunas editoriales se acogieron a un estricto código de moral cuya aprobación, de ahí en más, debía aparecer etiquetando cada publicación. Así, las palabras “horror”, “terror”, o “bizarro” fueron erradicadas de esas revistas.
El juez Charles F. Murphy, por su parte, ordenó tachar con pintura blanca toda expresión gráfica sospechada de estimular nocivamente a los menores.
Tales restricciones eliminaron numerosos títulos de calidad.
Hasta que entrados los 50s, de la mano de un dream team de maestros de la parodia encabezados por Harvey Kurtzman - que le hicieron la vida imposible hasta al mismísimo senador Mc Carthy -, apareció la Revista MAD, y produjo un irreverente parteaguas en el mainstream del Noveno Arte.
Hacia los 60s, la expectativa despertada en EEUU por la administración Kennedy brindó un renovado impulso a la figura del súper héroe. En tal contexto se originó la gran pulseada editorial entre DC Cómics (Superman, Batman, Linterna Verde, Mujer Maravilla, Liga de la Justicia) y Marvel (Spider Man, Hulk, Iron Man, Los Cuatro Fantásticos, X Men, personajes - todos estos - nacidos bajo el influjo del inspiradísimo Stan Lee, que apostó por exaltar las destrezas de personas comunes, a lo sumo modificadas genéticamente)
En la segunda mitad de los 60s, a partir del antecedente de la Revista MAD - y en pleno auge de la cultura psicodélica -, se produciría un fenómeno contracultural aún más radical e irreverente: El de los llamados Underground Cómix, cuyo referente más conocido seguramente sea el maestro Robert Crumb (Fritz El Gato, Mr. Natural), a quien acompañaron Víctor Moscoso, Gilbert Shelton, Robert Williams, Spain, Dan O’Neil (¡multado por ridiculizar ni más ni menos que a un emblema nacional yanqui como Mickey Mouse!), la genial Shary Flenniken, Bill Griffith, y algunos otros.
Avanzados los 70s aparecieron autores que practicaron un realismo a menudo autorreferencial, como el guionista Harvey Pekar, suerte de Woody Allen de las tiras gráficas, que protagonizó sus propias aventuras en la saga American Splendor, alguna vez adaptada al cine e interpretada por Paul Giamatti.
Autores como Jaime Hernández, Linda Barry, la dupla Art Spiegelman (creador de la multipremiada novela gráfica MAUS) - Françoise Mouly (editores de la originalísima revista - objeto RAW), Charles Burns, o la híper politizada Sue Coe se inscriben en esa línea.
Por entonces floreció un movimiento de comunicación alternativa denominado Free Press, que logró burlar la censura durante más de una década difundiendo contenidos insumisos.
Los 80s contaron con grandes renovadores del género super heroico, como Frank Miller, que concibió un Batman mucho más oscuro en su saga Dark Knight, luego magistralmente adaptada al cine por Christopher Nolan con Christian Bale en el rol del Hombre Murciélago.
En la frontera entre el Siglo XX y el XXI, la pantalla grande comenzó a verse invadida con sostenido éxito por toda la galería de personajes Marvel, sus cross overs y sus respectivos spin offs.
Hoy por hoy, prácticamente ninguna ciudad grande o mediana carece de una comiquería, y si la producción importada encarece los costos, lxs amantes del Noveno Arte pueden seguir despuntando el vicio a través de los incontables fanzines que se consiguen en ese tipo de tiendas o en las frecuentes y nutridas convenciones del género.-
Recomendamos
enfáticamente asomarse a este imperdible documental:
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