RECOMENDACIONES
PARTHENOPE
EL GRAN CINE ITALIANO
DE HOY Y DE SIEMPRE

“Los rusos han hecho películas de martirio. Los americanos han hecho películas publicitarias. Los ingleses han hecho lo que hacen siempre en el cine, nada. Alemania no tenía cine, no tuvo más cine. Y los franceses hicieron Sylvie et le Fantôme. Los polacos hicieron dos películas de expiación, Passazerska y Ostatni etap, y un film de recuerdos, Kanal, y después han acabado por acoger a Spielberg, con lo que, ‘nunca más eso’, se ha convertido en ‘siempre eso’ (…) Con Roma, città aperta, Italia simplemente ha reconquistado el derecho de una nación de mirarse a la cara. Y entonces llegó la asombrosa cosecha del gran cine italiano”.
Jean Luc Godard
Histoire(s) du Cinema,
Capítulo 3, “La moneda de lo absoluto”.
¡Qué no se ha escrito ya del último filme de Paolo Sorrentino...! Sin embargo, nuestro afán nunca será el de disputar el lugar de la primicia, de manera que - humildemente - consideramos que lo expresado aún no ha sido suficiente.
La más reciente oferta de su Productora 10, así llamada en homenaje al imborrable recuerdo que dejó en el sur de la península Diego Armando Maradona, toma el nombre de una sirena de la mitología griega. Según la leyenda, Parthenope se arrojó al mar tras no conseguir hechizar a Ulises con su canto. Su cuerpo llegó a la costa donde se fundó la antigua ciudad de Parténope, que luego se convirtió en Nápoles, ciudad de la que el director es oriundo, y musa inspiradora de toda su obra.
Esta bellísima y melancólica odisea de una mujer deseable y deseante a la que el amor le es esquivo, se nos introduce mediante un montaje por corte, compuesto por varios planos del cautivante paisaje meridional prescindentes de toda voz humana, y sostenidos por lentos travellings descriptivos de cuño felliniano, que nos muestran un Nápoles en todo su esplendor.
Como ya es característico en su director, el film ha sido facturado con una enorme exquisitez visual. Es particularmente destacable la panorámica rodada desde un dron que se dirige hacia la playa surfeando sobre una ola gigante.
La historia está segmentada por algunos años claves para los italianos: 1950 (pleno apogeo del neorrealismo), 1968 (año de gran auge estudiantil), 1973, 1975, 1982 (considerados Años de Plomo, debido a la confrontación de organizaciones armadas de distinto signo), y un 2023 que funcionará como presente desangelado de la protagonista.
Nacida "in acqua" y luego tan deseada por su pretendiente como por su hermano, Parthenope - que así se llama también la heroína de esta aventura, interpretada por una magnética Celeste Dalla Porta - es una vestal casi inaccesible, a la que hubieran adorado los Fedeli D'Amore (*) como Dante, Petrarca, o Ariosto. Posee una mirada dotada de una luz que encandila cuando suelta una sonrisa y cuando se oscurece da ganas de rebalsar el océano a puro llanto. Solo un close up suyo justificaría un Óscar para quien haya dado con una actriz debutante dotada de semejante sex appeal.
De ahí en más, junto a nostálgicas y hermosas canciones de Ricardo Cocciante, Valerio Piccolo, Marino Marini, o Gino Paoli, el rumor del mar nos acompañará hasta en los créditos finales del film.
El elenco incluye otras perlitas, como Gary Oldman interpretando a un crepuscular John Cheever, escritor estadounidense del que la protagonista es lectora, y que fuera bautizado como “el Chéjov de los suburbios”.
Aquí la zarabanda felliniana que caracterizaba a La Grande Bellezza, se regodea mostrándonos incontables arquetipos humanos de ese sur plebeyo, desairados por una diva emigrada y de visita, con frases como "Queridos y horrendos napolitanos, pueblo de desgraciados, vuelvo al norte". A esta altura cabe señalar que, en la historia del país en cuestión, ambas latitudes - como suele ocurrir en tantos enclaves del planeta - han tenido un desarrollo sumamente desigual, de resultas que los septentrionales llaman despectivamente “terroni” a los meridionales, y estos lo replican con el apelativo “tedeschi”.
Sorrentino contrarresta ese agravio con la gira nocturna por los bajos fondos que la protagonista será invitada a realizar junto al actor Roberto Críscuolo (Marlon Joubert) - idolatrado por las putas y generoso como El Diego con el pobrerío del que proviene -, quien demostrará a su acompañante que la "barbarie" tiene mucho que enseñarle a la "civilización".
En dicho trance seremos testigos de La Grande Fusione, celebración del desopilante acople nupcial público de una joven pareja local, presenciado por parientes y vecinos.
Promediando sus estudios de Antropología, Parthenope conocerá a su mentor - primero académico y más tarde espiritual - (un conmovedor Silvio Orlando), quien luego de desaprobarla en algún examen se congraciará con ella proponiéndole un pacto: "Tú no me juzgarás y yo no te juzgaré". Tal vez la escena en que conoce al hijo del catedrático concentre TODO lo que el arte puede expresar sobre la ternura y el amor humano.
Otra de las memorables secuencias de este film de visión imprescindible para almas sensibles es la del Milagro de San Genaro, sobre la que nos limitaremos a afirmar que, inesperadamente, incluye uno de los momentos más eróticos de la historia del cine. "El mundo de nuestra infancia terminó", dirá el fatigado obispo magistralmente interpretado por Peppe Lanzetta, lo que dispara en nuestra cinefilia el cálido recuerdo de El Artículo de las Luciérnagas, mediante el que ese radar de las mutaciones antropológicas que fuera Pier Paolo Pasolini oportunamente dio cuenta de la agonía del mundo campesino y el tránsito hacia un consumismo desenfrenado.
En fin, desfilaron por ahí los Totó, las Magnani, los Sordi, las Lollobrígida, los Gassman, las Mangano, los Manfredi, los Tognazzi… sobre la Sandrelli no diremos nada, porque es el tesoro que nos reserva el film para confirmar que el Gran Cine Italiano sigue brillando por todo lo alto.
Encarnando aquí a una Parthenope adulta y exclusivamente consagrada a la vida académica, recapitulará sobre su aventura existencial diciendo "Recuerdo aquellos veranos perfectos. Fue maravilloso ser jóvenes. Duró poco".
Ese final con los entusiastas tifosi del Nápoli festejando una victoria es el premio que semejante actriz se merecía.
Muchísimas gracias, Paolo Sorrentino, por confirmar que el futuro del Séptimo Arte no se reduce a Marvel o a la adaptación de videojuegos. -
(*): Se consideraban seguidores de Eros, antigua divinidad griega del Amor, y en todos sus poemas lo personifican como una entidad con inteligencia y voluntad propia, con potestad para regir e inspirar sus actos, sentimientos y pensamientos.
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