domingo, 9 de marzo de 2025

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ELOGIO DEL CINE DE TERROR

“Las más antigua y más fuerte emoción de la humanidad es el miedo,

y el más antiguo y más fuerte tipo de miedo es el miedo a lo desconocido. 


Howard Phillips Lovecraft

“El horror sobrenatural en la literatura” (1927) 

 

En tertulia periódica que mantenemos con amigos cinéfilos, una de las asistentes propuso ver y debatir el filme El Menú (2022, Mark Mylod), advirtiendo a la cofradía que "...es medio terror suspenso y yo sola, ya saben que ni en pedo. Si están de acuerdo, me le animo, en patota". 

El comentario interpeló a quien escribe estas líneas en dos sentidos: En primera instancia, invitando a repensar - y acaso aggiornar - los alcances del género aludido y, en segundo lugar, a revisar a fondo porqué en esta modesta plataforma se verifica una mayor adhesión cuando abordamos filmes comprometidos con algún alegato político o social, y una significativa indiferencia cuando elegimos alguna obra comprendida dentro del género fantástico, y particularmente de terror. 

Puede que esto último resulte más sencillo de dilucidar, conociendo buena parte de quienes nos leen con regularidad que la mentoría de “Salón Hindú” adhiere a un pensamiento crítico. Al fin y al cabo, como afirmara allá por 1968 el comunicólogo canadiense Marshall Mc Luhan, “el medio es el mensaje”, y el nuestro nunca es inocente. Aunque acaso valga la pena abundar sobre  el apego que sentimos por el cine en su totalidad, desde lo exquisito a lo trash, abanico que - por supuesto - incluye al cine de terror en muchas de sus variantes (cult horror como El bebé de Rosemary, de Roman Polanski; folk horror como Midsommar, de Ari Aster; body horror como La Sustancia de Coralie Fargeat; algunos slashers como la saga Camino hacia el Terror, de Rob Schmidt; y nada de gore como Terrifier, de Damien Leone), procurando dedicarle especial atención a producciones que revistan tanto originalidad narrativa como excelencia técnica y estética. 

Comenzando pues por lo primero, consideramos pertinente contar que forjamos nuestra primigenia noción sobre el cine de terror escuchando tempranos relatos paternos referidos al visionado de los clásicos de la Universal Pictures (Frankenstein, Drácula, El Hombre Lobo, La Momia, La Criatura de la Laguna Negra, etc.) Ya durante la adolescencia, ese campo semántico se consolidó disfrutando la programación de los “Martes de Terror en el Coliseo Podestá” (cine teatro tradicional de nuestra ciudad de origen, La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, que acaba de ser declarado Patrimonio Cultural del Mercosur), circunstancia que permitió acceder a las imperecederas joyas de la productora británica Hammer Films, frecuentemente estelarizadas por los colosales Christopher Lee, Peter Cushing, e Ingrid Pitt. Estas últimas producciones incorporarían a la mencionada galería de “monstruos sagrados” personajes tan variopintos como El Reptil, La Gorgona, y una primera aproximación al mito de los muertos vivientes, en La Plaga de los Zombis (1966, John Gilling), como se puede apreciar, adelantada en dos años a los resucitados propuestos por George A. Romero en La Noche de los Muertos Vivientes, filme que estableció un canon exclusivamente cinematográfico y ajeno a la tradición oral o literaria, que - con escasas excepciones - llega hasta nuestros días con ejemplos como la saga The Walking Dead (2010/2022,  Frank DarabontRobert Kirkman, y otros) y sus numerosos spin offs.

Lo cierto es que la labor docente en el campo audiovisual, entre las décadas del 90 y las de los 2000, nos enfrentó a centennials que denominan terror a un cine de la flagelación - que es al género en cuestión lo que la pornografía al erotismo -, como por ejemplo las sagas Hostel, creada por Eli Roth, o El Juego del Miedo, franquicia perteneciente a Lionsgate.

Hasta entonces, acaso con una contumacia algo obtusa, considerábamos esa categorización como ajena a la supuestamente primigenia, básicamente ligada a lo sobrenatural.

Permítasenos pues una sucinta aproximación a ciertas opiniones más autorizadas que la nuestra, a los efectos de orientar esta reflexión. 

Para Sigmund Freud, por ejemplo, lo siniestro es algo angustioso que se origina en la represión y que retorna. Se trata de algo que no es familiar, que está oculto o que se mantiene fuera de la vista. En su tratado sobre el particular, el siquiatra austríaco recurre a un vocablo alemán de difícil traducción: “unheimlich”, que significa que no proviene de casa. Así, lo siniestro sería algo reprimido que aflora. El fundador del sicoanálisis enumera algunos ejemplos para ilustrarlo: Objetos inanimados que cobran vida, como el clásico muñeco de ventrílocuo; pensamientos que parecen tener un efecto en el mundo real, como ocurre con Gregorio Samsa, quien somatiza la condición de insecto en que se auto percibe, en La Metamorfosis de Franz Kafka; enfrentar a un doble (efecto doppelgänger), como en el relato William Wilson de Edgar Alan Poe; representaciones de la muerte como fantasmas o espíritus, como ocurre en el diálogo del Príncipe Hamlet con su difunto padre; repeticiones involuntarias, tema que toma el film El Día de la Marmota (1993, Harold Ramis); o alguna relación con la envidia, premisa del cuento de hadas Cenicienta.

Mucho más acá en el tiempo, y desde el terreno de la literatura, el prolífico Stephen King aportó una clasificación de recursos que, solos o combinados, suelen resultar sumamente eficaces en sus relatos, a los que denominó Los 10 Ositos del Miedo, en honor a Joseph Stefano, productor de la serie televisiva Rumbo a lo desconocido (1963/65), quien cuando detectaba un guion poco inquietante solía inquirir “¿y cuál es ahí el osito?”, refiriéndose al golpe de efecto estremecedor. He aquí la lista de este maestro del terror: 

1- Miedo a la oscuridad

2- Miedo a esas cosas gelatinosas 

3- Miedo a las deformaciones físicas

4- Miedo a las serpientes

5- Miedo a las ratas 

6- Miedo a los lugares cerrados 

7- Miedo a los insectos (especialmente, arañas y cucarachas)

8- Miedo a la muerte 

9- Miedo a los otros (paranoia) 

10- Miedo por los otros

Como se podrá apreciar, las amenazas que disparan nuestros temores más primarios, no siempre requieren la irrupción de algo horrendo. Es más, a veces lo más ominoso es lo que viola las leyes naturales resultándonos completamente inconcebible. Sin ir más lejos, en la primera temporada de la inquietante serie From (2021/2025, John Griffin), Víctor, el personaje más extraño de un villorrio del que nadie puede salir, ya que está sitiado por una amenaza nocturna de origen desconocido, es detectado por el niño Ethan midiendo zancadas entre su cabaña y el bosque lindero. Interrogado al respecto por el pequeño, responderá: “Estoy midiendo si los árboles se mueven”. Para qué más…

Pero producciones recientes sumamente intranquilizadoras, como Fragmentado (2016, M. Night Shyamalan) o Parpadea dos veces (2024, Zoë Kravitz) - sumadas a la que disparó esta nota, desorientando a la amiga tertuliana - han demostrado a las claras que, como los demás, el género en cuestión está en permanente evolución, signada por el pensamiento y las amenazas de cada época, al punto de que no resulta antojadizo que en el marco de una vertiginosa innovación tecnológica acompañada por una significativa degradación de la condición humana, nuestras peores pesadillas no remitan a amenazas del más allá sino a desquiciados congéneres del más acá, lo que lleva a concluir que acaso convenga establecer una definición tan pragmática y simplona como la siguiente: El cine de terror es todo aquel capaz de aterrorizar. 

Hecha esta salvedad, nos asiste la necesidad de ratificar que, cuando ofrece obras inteligentes, este género resulta tan respetable como los que han consagrado a los grandes maestros del cine. De hecho, no olvidemos que fue ni más ni menos que Federico Fellini quien reinterpretó magistralmente el cuento de Poe Nunca apuestes tu cabeza al diablo, dentro de la trilogía Historias Extraordinarias (1969, co dirigida con Roger Vadim y Louis Malle), o Stanley Kubrick quien con El Resplandor (1980), nos legó una de las memorables adaptaciones de King, más allá de lo que opina al respecto el laureado escritor.

Al fin y al cabo, el cine es una fábrica de sueños, y para describir la vida cotidiana están los noticieros, últimamente más estremecedores que cualquier película de las enumeradas hasta aquí. De modo que no corresponde reducirlo a buscar en él lo que se hallaría escuchando con un vaso contra la pared del vecino o espiando a través de su ventana. Más bien, que quien aspira a eso debería admitir que teme remontar vuelo con las alas de la imaginación y correr el riesgo de transitar territorios desconocidos, en los que no rigen las reglas del juego de la vida diaria. A nuestro modesto entender, y ratificando que disfrutamos de TODO el cine, nada hay más apasionante que tales desafíos.

Probablemente la reciente obra maestra de Robert Eggers (uno de cuyos impactantes momentos ilustra esta nota), inspirada en el Nosferatu de 1922 dirigido por F. W. Murnau, constituya una de esas gemas que nos da la razón.

La recreación que hace el talentoso director estadounidense del legendario vampiro no replica al Drácula de Bram Stoker ni al propio Conde Orlok de Murnau. Se trata de un no muerto que carga con una antigua maldición y es despertado de su letargo gracias al delirio místico que padece desde su más tierna infancia Ellen - la verdadera heroína de esta versión, magistralmente interpretada por una Lily Rose Depp, que ya demostrara sus dotes dramáticas en la serie The Idol (2023, Sam Levinson) -, y convocado mediante magia negra por el señor Knock, reinterpretación del célebre súcubo Renfield. Como podrán advertir lxs conocedorxs de la novela original, se trata de dos innovaciones de absoluto cuño de Eggers.

El exuberante espectáculo visual que el film ofrece, digno de ser apreciado en pantalla grande, para disfrutar la tan exquisita como minuciosa dirección de arte con que cuenta, abunda en citas cinéfilas, como las esculturas animadas de La Bella y la Bestia en la versión de Jean Coctau (1946) 

El mal que experimenta la protagonista exige a la hija del versátil Johnny Depp un exigente trabajo corporal, que por momentos semeja las contorsiones de Isabelle Adjani en Posession (1983, Andrzej Zulawski) Por su parte, Bill Skårsgard, quien brindara para It un Pennywise bajo cuyo make up aún se lo reconocía, encarna aquí un monstruo presentado a la fiel usanza de los antiguos caballeros medievales rumanos, casi siempre envuelto en una densa penumbra y, cada vez que deja entrever algún rasgo de su naturaleza, en estado de descomposición avanzada. Sin poner en tela de juicio las aptitudes interpretativas de Skårsgard, sobre todo ese grave y extenuado acento eslavo que logró supervisado por un tenor que lo entrenó para bajar su tono natural, nos permitimos expresar el deseo de verlo actuar más a cara descubierta - como se lo vio en Barbarian (2022, Zach Cregger) o en la remake de The Crow (2024, Rupert Sanders) -, ya que los esperpentos a los que se lo viene circunscribiendo concentran todo el efecto estremecedor que el argumento demanda en capas y capas de maquillaje, mucho más que en un esfuerzo actoral de la talla del que se consigue apreciar, por citar un ejemplo, en la impresionante interpretación de un irreconocible Collin Farrell tras la máscara de El Pingüino (2024, Lauren LeFranc) 

En la versión que venimos considerando, situada en un contexto decimonónico atravesado por un ideario que más adelante condensarán las tesis de Freud sobre la histeria, será justamente el deseo reprimido lo que juegue como flanco débil frente a Nosferatu, quien durante la primera noche de su asedio a Ellen le soltará la frase "solo soy un apetito". Ella, empeñada en no sucumbir a su tentación, le exigirá a su marido que la viole. 

Por último, e identificándola como único antídoto contra el deseo vampírico de experimentar algo semejante a la vida, el Profesor Albin Eberhart Von Franz - otra magnífica creación de Wilhem Dafoe - dirá a la joven "nuestras picas no podrán con él, usted es nuestra salvación". 

Y, a diferencia de la versión de Murnau, en que el monstruo olvida la inminencia del amanecer y la heroína lo sobrevive, aquí será Ellen quien lo retenga, como póstumo y generoso sacrificio para salvar a su comunidad de la peste. 

Recientemente, el talentoso Martin Scorsese ha alabado la capacidad de inmersión del cine de Robert Eggers. En efecto, el aclamado director se ha deshecho en elogios ante la ambientación y el toque de humor negro que Eggers presenta en el film que venimos revisando: "Todo lo que hace este tipo es increíble. Y esta es una película de la que no sales después de verla. Sigues en su mundo. Estás ahí, en Transilvania, y es realmente... '¡Guau!' ". 

Sólo hemos apelado a desgranar algunos aspectos de esta obra de arte del género que estamos reivindicando, a los efectos de que no se cometa el gravísimo e imperdonable error de considerar a este cine como un vano pretexto para crear sobresaltos. 

Algo más: Volviendo al principio de esta nota, cabe sincerar que la amiga que escogió ver El Menú se vio finalmente superada por su crudeza y solicitó interrumpir la proyección, lo que conduce a cerrar nuestras consideraciones ratificando el trajinado refrán según el cual ”sobre gustos no hay nada escrito”. - 

  

A la memoria de Alberto Farina

 

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Link para descarga Torrent:

https://dontorrent.wiki/pelicula/28509/Nosferatu

  

OTRAS REDES DEL AUTOR

Producción

cinematográfica:         https://www.youtube.com/@jorgefalcone2608

Producción

literaria:                      https://el-violento-oficio-de-escribir.webnode.page/

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