miércoles, 20 de abril de 2022

DOSSIERS

 

De “Zenitram” a “Kryptonita”

SÚPER HÉROES PARA LA ARGENTINIDAD AL PALO




















“Ahí va el Capitán Beto

por el espacio

con su nave de fibra

hecha en Haedo”


Luis Alberto Spinetta

 


Un guachín de barrio que vuela


Si hay alguien en la Argentina que conoce al dedillo “el domicilio de la aventura” ese es Juan Sasturain. Acaso por ello no es de extrañar que su novela corta “Zenitram” respete la mayoría de las escalas que, según Joseph Campbell[1], prescribe la narrativa clásica para el periplo del héroe: La llamada de la aventura (un enviado sobrenatural lo pone al tanto de sus dones en el baño de una estación), la negativa al llamado (exacerbada al punto de que el protagonista deba agarrarse los genitales - en el típico gesto que Alberto Olmedo inmortalizara como “¡de acá!” - para exteriorizar su poder), la ayuda sobrenatural (que aquí consiste en el “Ábrete Sésamo” de pronunciar el propio apellido al revés), el cruce del umbral (Zenitram hace públicos sus atributos y se convierte en la gran esperanza nacional), el vientre de la ballena (descubiertas sus capacidades, un gobierno corrupto intentará cooptarlo), el camino de las pruebas (en repetidas oportunidades será objeto de tentaciones que no siempre resistirá), el encuentro con la deidad (retorno de una amiga de infancia militante insobornable de la causa medioambiental), la gracia última (su redención postrera tras haber sido escarnecido públicamente) 

En la mejor tradición marechaliana que revitalizara Dolina, el héroe en cuestión está más cerca de “la batalla terrestre” que de la “batalla celeste”, porque es tan nuestro que, como Maradona tiene su Guillote, como Rodrigo su Beatriz Olave, como el Che se aburre en un despacho oficial, y como Gatica busca redimirse en El Gran País del Norte.

La distopia propuesta por el autor de la ya clásica historieta Perramus[2] se sitúa en una futurópolis filo menemista donde una partidocracia venal aún medra con los vestigios del movimiento redencionista que brillara en los años 50s de nuestro Siglo XX. Su imaginario no omite referencias insoslayables ante las nuevas generaciones respecto de lo que fuera el inconcluso sueño nacional, desde un cuadro de la Abanderada de los Humildes, pasando por el frustrado y colosal Monumento al Descamisado, hasta afiches de la mítica revista Hora Cero fundada por Héctor Germán Oesterheld, aquel genial guionista que se incrustó en su propia aventura. Esto implica un posicionamiento ético de primer orden en los tiempos que corren, toda vez que, como escribiera Don Arturo Jauretche, “en el espacio que media entre una fe que muere y una fe que nace, la frivolidad pone su imperio”.

La imprescindible adaptación cinematográfica de Luis Barone contiene una poderosa carga metalingüística que torna porosa la frontera entre realidad y ficción, plagándose de cameos a cargo de verdaderos íconos de la cultura popular, como Daniel Melingo, Tom Lupo, o Jorge Dorio. Pero acaso el ejemplo más destacable sea el de haberle otorgado un relevante papel de reparto a un inclaudicable luchador cuyo empeño por releer los paradigmas actuales del accionar imperial en materia de dominación mediante el saqueo de nuestros bienes comunes le ha valido censuras múltiples, castigo por cierto menos irreversible que el que padece en pantalla. Resumiendo, Jorge Rulli ES en la vida real el personaje que interpreta en esta ficción.

Otro detalle destacable en materia de dirección y producción es haber reunido, en una realización que exhibe méritos estético-narrativos infrecuentes, a talentos que conjugan dos generaciones de la cultura nacional: Por un lado, en la figura de Juan Sasturain (autor) y Daniel Santoro (director de arte), y por el otro en la de nuevos valores como el joven Martín Mórtola Oesterheld (asesor de arte), nieto del creador de la novela gráfica El Eternauta, que en estas horas también se ocupa de colaborar con Bruno Stagnaro (Pizza birra faso, Okupas) para adaptar dicha obra cumbre del noveno Arte local al formato de serie a emitir por la plataforma Netflix. 

Para ver tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=aybA5aRuMPE

 












¿La esperanza viene del conurbano?

 

En tanto La Liga de la Justicia o el Escuadrón Suicida transitan las calles norteamericanas salvando al mundo de los villanos más depravados, en el filme Kryptonita (2015, Nicanor Loreti) la bandita de Nafta Súper (Juan Palomino) patea nuestro suburbio en busca de adrenalina, desentendida de lo que ocurra en el planeta. 

La historia de este particular team arranca cuando El Tordo (Diego Velázquez), médico "nochero", se encuentra trabajando en el matancero Hospital Paroissien. Por sorpresa, aparece este esperpéntico grupo de personajes que traen nada menos que al mismísimo Nafta Súper, herido de muerte. El Tordo es obligado a revivirlo con una descarga eléctrica "que mataría a cualquier otro ser humano", pero ellos no son gente común y corriente: cada uno cuenta con un atributo que lo diferencia del resto. 

El director del filme declaró que “un héroe puede venir de cualquier lado, incluso de los barrios más marginales”. Leo Oyola, autor de la novela en que se basa esta película imperdible, tiene ese origen y lo que logró  es digno de un Maradona de la literatura. El filme convoca a hacernos cargo de nuestra propia realidad, aunque a veces por prejuicios o desprecio la sociedad se ensañe con los héroes que vienen de abajo.

Los protagonistas de esta aventura son decididamente antihéroes, una suerte de familia disfuncional de forajidos fuera de la ley, que se animan entre sí. 

Loreti se arriesgó a encarar otra película de superhéroes en un país donde no existe esa tradición. Y Oyola conoce el mundo de sus personajes porque él vive allí, y algunas historias parten de vivencias suyas. Se trata, al fin y al cabo, de una historia escrita por alguien que sabe de lo que habla porque lo vivió en carne propia.

El elenco del film se completa con Pablo Rago como El Federico (ex cana cuentapropista y émulo de BatMan), Lautaro Delgado como Lady Di (especie de Wonder Woman trava), Nicolás Vázquez como Faisán (nuestro Linterna Verde), Diego Cremonesi como Ráfaga (alter ego local de Flash), Susana Varela como la enfermera Nilda, Sofía Palomino como Cuñataí Güirá (la Chica Halcón del conurbano), Pablo Pinto como Oficial Cabeza de Tortuga (encarnación de Doomsday, archienemigo de SúperMan, aquí encarnado por el piromaníaco Nafta Súper), Carca como Juan Raro (equivalente al Detective Marciano), y Luis Ziembrowski como el Oficial Ventura. Cuenta además con la participación especial de Sebastián De Caro, interpretando a una especie de Comisionado Gordon; y Diego Capusotto, encarnando a una suerte de Guasón desencajado.

Con citas de películas como Asalto a la prisión 13 (1976, John Carpenter), Near Dark (1987, Kathryn Bigelow), Sin City (2005, Robert Rodríguez), o incluso La Pandilla Salvaje (1969, Sam Penkinpah), Loreti construye una película  claustrofóbica y de asedio, en la que se juegan la lealtad y amistad entre un grupo de marginales que demuestran hasta qué punto la justicia y la dignidad pueden estar también adonde nadie las buscaría. "Ellos son lo peor del mundo, pero vos querés que ganen", subraya el director. 

Y nosotros agregamos un apunte que trasciende holgadamente la ficción: Acaso encarnen la metáfora del sujeto social llamado a cambiarlo todo. 

Para verla completa: https://www.youtube.com/watch?v=gH5Wp5OhC_Q&t=5s

 

 



[1] “El héroe de las mil caras. Sicoanálisis del mito”. Fondo de Cultura Económica, 2006.

[2] Historieta argentina escrita por Juan Sasturain e ilustrada por Alberto Breccia. La historia está ambientada durante la última dictadura cívico-militar. Es considerada un exponente clásico del género, en especial en Sudamérica. 

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