¿Puede un cine destinado a espantar
ayudar simultáneamente a pensar?
EL TERROR COMO SUBVERSIÓN
Cosimo Fusco en una secuencia de “Veneciafrenia” (2022, Álex de la Iglesia)
Este cronista ama al Séptimo Arte desde que tiene uso de
razón. Ha sido cineclubista. Consume decenas de películas por mes, con un
criterio bastante ecléctico, que va del cine de autor más exquisito al
fantástico más bizarro. Pero le apasiona especialmente el cine de terror. Aún
cuando se repitan, lo colman de adrenalina sus rituales. Es más, lamenta que
todavía la crítica culta no le brinde la consideración que muchos de sus
productos merecen. Actualmente considera que los míticos horrores de
Agrava este panorama una compulsiva producción de remakes acaso impuesta por la gran crisis del relato hollywoodense, así como por la mediocre suposición de que en la era digital… todo lo que ya fue genial admite ser mejorado.
En tal contexto - es obvio - se debe hacer difícil para la crítica moverse hacia una sala de estreno palpitando la amenaza de toparse con pastiches llenos de clichés, como el architrillado relato del grupo de adolescentes que huye de la tutela de sus mayores a fin de liberar sus instintos sin restricción alguna, y toma el camino equivocado, extraviándose en una región boscosa hasta quedar sin gasolina, a merced de endogámicos caníbales.
Sin embargo, hilando fino al efecto de separar la paja del trigo, hoy como ayer es posible detectar perlitas que, aún bajo la apariencia de una matriz repetitiva, no nos hablan de sustos de pacotilla ni proponen muertos que caminan sólo por capricho del guionista. Esta nota analiza dos casos dignos de atención, pertenecientes a dos momentos históricos distintos, pero vinculados por la presencia ante cámaras del carismático actor Dennis Hooper (Easy Rider, Terciopelo Azul, Apocalypse Now), y detrás de ella del legendario especialista en FX Tom Savini (La noche de los muertos vivientes, Del crepúsculo al amanecer, Planet Terror)
Alguna vez, bajo el imperio de un terror extracinematográfico como el que impuso el Tercer Reich, el dramaturgo judeo-alemán Bertolt Brecht escribió un artículo titulado Cinco obstáculos para decir la verdad. Dicho texto comenzaba con las siguientes consideraciones, que resulta pertinente refrescar como introducción al análisis de los filmes escogidos: “Quien hoy día quiera luchar contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene que superar al menos cinco obstáculos. Debe tener el valor de escribir la verdad, a pesar de que en todo sitio se reprima; la perspicacia de reconocerla, a pesar de que en todo sitio se encubra; el arte de hacerla útil como un arma; el buen criterio para elegir a aquellos en cuyas manos se haga efectiva; la astucia de propagarla entre ellos. Estos escollos son considerables para aquellos que escriben bajo el régimen fascista, pero también existen para aquellos que fueron perseguidos o huyeron, e incluso para aquellos que escriben en los países de la libertad burguesa”.
LA MASACRE DE TEXAS II, DE TOBE HOOPER
(1986):
UNA EXCURSIÓN A LAS CATACUMBAS DE
Como
es de público conocimiento, Texas ocupa la geografía político cultural más
conservadora del Gran País del Norte. Territorio de pasado esclavista que vio
cabalgar a sus anchas al siniestro Ku Kux Klan, guarda en su haber desde el
asesinato en Dallas del presidente John
Fitzgerald Kennedy hasta
Se
menta que en dicha latitud también vivió el inspirador de varios asesinos
seriales que desfilaron por la pantalla grande. La película de culto
La primera película que nos ocupa, The
Texas Chainsaw Massacre 2 (otra vez Tobe Hooper, ahora en 1986), traducida en
medios hispanos como Masacre en el Infierno, también reproduce parcialmente los
hechos de Plainfield, y a pesar de que no hay un personaje en ella que sea
exactamente Gein, varios aspectos recuerdan perfectamente la granja del
carnicero en cuestión. Esta cinta puso de nuevo en el panorama al monstruo de
Wisconsin… pero en un contexto diferente al original, y sobre el que todo
indica que su director deseaba reflexionar: El gobierno de Estados Unidos presidido por Ronald Reagan durante los años ochenta, se basó en las teorías propugnadas
entre otros por el Nobel de Economía, Milton
Friedman, y tuvo como objetivo central promover el protagonismo económico a
la iniciativa y la acción individual frente al Estado.
En el mencionado filme, la historia tiene lugar trece años después
de los incidentes de la primera película. Dos jóvenes recorren las carreteras
de Texas divirtiéndose desaforadamente. Llaman a
una radio local para molestar a la conductora, Vantia "Stretch" Brock
(la inolvidable scream girl Caroline Williams) Vuelven a llamar,
pero esta vez Stretch no escucha las bromas de los jóvenes, sólo sus gritos y
el ruido de una motosierra. Al día
siguiente, la policía descubre que habrían
sido atacados por el mismo asesino que
mató a los amigos de la protagonista de la primera película.
En tanto, la conductora radial y su operador técnico cubren la premiación anual
a la preparación del mejor chili picante de la región, que por segunda vez
consecutiva recae sobre un exponente de la familia Sawyer (apellido
literalmente traducible como “aserrador”), núcleo de cuentapropistas de la
industria frigorífica que encarna el mito del self made man tan caro a la cultura que lo engendró. Aquí comienza a configurarse la metáfora
política que propone el director, la que poco después confirmará que toda
aquella comunidad de retrógradas e intolerantes convicciones convive
apaciblemente con respetables vecinos capaces de faenar carne humana y
convertirla en el alimento predilecto del lugar.
El general "Lefty" Enright (Dennis Hopper), tío de la primera víctima, decide buscar para
vengarse a la ya famosa familia de caníbales. Entonces descubre que Stretch había
grabado el asesinato de los jóvenes, y le pide que emita la grabación por radio
esa noche para que los asesinos se asusten. Pero Bubba Sawyer (Bill Johnson) - el gigantón
oligofrénico de la motosierra, más conocido como Leatherface debido a su costumbre de cubrirse el
rostro deforme con la piel reseca arrancada de la cara de sus víctimas - junto
a su hermano Chop-Top (un magistral e irrepetible Bill Moseley), van a la radio para matar a quien transmitió eso.
Para sorpresa de Stretch, Leatherface no le hace daño… sino que se enamora de
ella. La chica lo seguirá hasta la guarida donde este y su hermano condujeron a
su compañero, oculta bajo los cimientos de un parque de atracciones abandonado
- lo siniestro puede ocultarse debajo de donde hubo diversión -, cayendo así en
una trampa que lleva a los dominios de la familia Sawyer. Lefty, que la ha
usado como señuelo, también llega hasta allí, listo para enfrentarse a
Leatherface y su familia. Finalmente Stretch consigue escapar y hiere con una
motosierra a Chop Top y a Leatherface, y éste junto a Drayton Sawyer (Jim Siedow) muere con la explosión de
una granada (lo sentimos: se torna difícil no spoilear a un clásico)
Justamente es este último personaje el que - hasta el mencionado
desenlace - se encarga de mantener la imagen de normalidad de su siniestra
familia, paradigma de la hipócrita moral
republicana imperante hacia el estreno del filme. A la hora de recibir su
condecoración culinaria, ovacionado por los lugareños y consultado por el jurado sobre el peculiar
sabor de su preparación, Drayton explicará “El
secreto está en la carne. Y me viene de familia. Quiero decirles que adoro esta
ciudad. ¡Aquí se aprecia la buena carne!”; expresión que parece proponer al
espectador una suerte de antropofagia colectivamente aceptada por omisión. Lxs
argentinxs sabemos de esas cosas.
TIERRA DE LOS
MUERTOS, DE GEORGE A. ROMERO (2005):
ÚLTIMA ESCALA DEL
CAPITALISMO SALVAJE
En esta ucronía del director de La noche de los muertos vivientes (1968,
George A. Romero), cuarta entrega de dicha saga, una catástrofe inimaginable
destruyó gran parte de la civilización humana. Como viniera sucediendo desde el
primer film, por una razón desconocida los recientemente fallecidos han vuelto
a la vida y comenzado a imitar los hábitos y costumbres de los vivos: un
miembro de la banda musical intenta soplar su corneta, una
animadora lleva sus pompones, una pareja de muertos camina tomada de
las manos... Estos "zombis" exceden en un número muy grande a los vivos.
Los remanentes de la humanidad han huido hacia una gran ciudad, donde se ha
arraigado un gobierno feudal. Esta se ha
convertido en un refugio contra la amenaza de los muertos vivientes, sin
embargo se encuentra confinada a un costado por un río y al otro por una
barricada eléctrica. Fiddler's Green es el centro de esta ciudad fortificada, torre
inalcanzable donde viven en el lujo los ricos y poderosos, confortablemente
guarecidos sobre el pomposo shopping
de su planta baja, mientras que el resto de la humanidad lo hace alrededor de
ellos en la extrema pobreza.
Cualquier semejanza con el sistema - mundo que se viene
configurando al calor de este capitalismo apocalíptico, aquí no es mera
coincidencia, como se ha ocupado de aclararlo el propio director.
Paul Kaufman (Dennis Hooper otra vez) gobierna
esta ciudad con puño de hierro y un poder abrumador. Para asegurar su forma de
vida financia la construcción del Dead Reckoning, un vehículo blindado que
puede aventurarse hacia afuera con relativa facilidad. Riley Denbo, su diseñador y comandante, está a punto de retirarse
para ir a vivir lejos de allí. A diferencia de Kaufman, Riley es respetado por
los ciudadanos de la ciudad fortificada porque su trabajo los protege contra un
mundo peligroso. Sin embargo, después de una serie de incidentes, Riley es
encarcelado junto con su mejor amigo, Charlie Houk, un miembro del equipo del
Dead Reckoning quien tiene parte del rostro parcialmente quemado; y con Slack (Asia Argento), una prostituta de la ciudad. Mientras tanto, Cholo De Mora (el versátil John Leguizamo),
segundo en el comando del equipo de Dead Reckoning - representación del guardia
de seguridad chicano -, al ser traicionado por Kaufman, quien le niega la posibilidad
de comprar un departamento en Fiddler's Green, se convierte en un renegado. Y
al ver sus sueños rotos, sale a las afueras de la ciudad para vengarse. Amenaza
con destruir Fiddler's Green usando los misiles del Dead Reckoning a menos que
se satisfagan sus demandas. Entonces Kaufman pide a Riley detener a Cholo en su
venganza. Este se va con sus compañeros y algunos soldados especialmente
entrenados. Al cabo logran encontrar a Cholo y recuperar el Dead Reckoning,
pero este y su compañero se van. Poco después, Cholo recibe la mordedura de un
zombi y sabiendo que va a convertirse en uno de ellos sigue su camino solo, ya
que quiere ver "cómo es el mundo
desde ese otro lado".
En tanto, de entre las filas de los muertos vivientes se ha levantado
un líder harto de la prepotencia de los vivos. Es "Big Daddy" (posible
continuación del personaje de color que muere por error al finalizar la primer
entrega de la saga), empleado de una estación de servicio inusualmente
despierto e inteligente, quien
enseña a sus compañeros zombis cómo utilizar las armas de fuego y superar algunas de las rudimentarias
defensas humanas. Ellos están comenzando a aprender, se adaptan, e incluso se
comunican con quejidos roncos. Su líder, munido de un fusil arrebatado a una de
sus víctimas, a la manera de un estrafalario Black Panther, conduce una horda
de zombis constituida por lisiados, mujeres, ancianos y excluidos sociales de
toda laya hacia un asalto masivo a la ciudad humana en venganza por las
constantes incursiones realizadas por el Dead Reckoning, iniciando así una
carnicería en el centro de Fiddler's Green. Kaufman contempla la caída de su
reino, cuando los zombis superan a los seres humanos en una masacre sangrienta
y toman por completo la ciudad, entonces estos descubren que las defensas
usadas para mantener a los zombis fuera de su ciudad se han convertido en las
barreras que los mantienen dentro y les impiden escapar.
Después de recibir disparos de Kaufman, Big Daddy lo acorrala en
venganza dentro de un garaje subterráneo, donde este planeaba tomar un Lincoln Continental
para huir. Big Daddy encuentra el coche de Kaufman al lado de un surtidor de
nafta, y en un momento de revelación, comienza a bombearla dentro del auto a
través de un agujero en el parabrisas. Satisfecho al
parecer, se dirige afuera del garaje. Ahora convertido en un muerto-vivo más,
Cholo ha localizado a Kaufman. Se prepara para concretar su venganza con una
mordedura contagiosa. Sin embargo, Big Daddy no ha acabado y pone de relieve su
inteligencia de nuevo cuando hace rodar un neumático quemado, como si fuera un cóctel molotov, hacia el vehículo empapado de
gasolina, generando una explosión que acaba con Kaufman y Cholo.
A esta altura, como aventurando un apocalipsis social no muy
distante del presente que compartimos, después de aniquilar a buena parte de la
élite de la ciudad, los zombis destruyen el sistema de clases creado por
Kaufman, por lo que se nivelan las diferencias sociales y ambos bandos,
sobrevivientes subalternos y muertos-vivos se disponen a reconstruir la
civilización sin estorbarse.
Alguna vez el abogado argentino John William Cooke aventuró que el gran cambio social a producirse desde
las entrañas de EEUU sería obra de lxs numerosxs inmigrantes - muchxs de ellxs
ilegales - que alberga aquel país: Pues esa es la fisonomía de la horda que en
este film termina irrumpiendo en la meca del consumo y dominando la situación.
Nada pues que
traducir. Romero siempre ha sido un humanista, capaz de apelar a la figura del
muerto-vivo para exponer desde el elocuente año 1968 su profunda preocupación por
el destino al que nos conduce la sociedad de la que formó parte. El siguiente
extracto de una entrevista concedida por este director con motivo del estreno de su entrega siguiente
(Diario de los muertos, 2007) bastará
para convencer a aquel lector que aún considere aventuradas las
interpretaciones socio-políticas volcadas en esta nota: “Si la guerra de Vietnam está detrás de La noche de los
muertos vivientes y Tierra de los muertos era sobre la era Bush, ésta es sobre
YouTube y la explosión de los medios electrónicos” (*)
En conclusión, resulta a todas luces falaz sostener que el cine de
terror sólo es “un servidor de pasado en
copa nueva” o un mero reproductor de trivialidades. Aguzando la mirada, es
posible detectar joyitas donde las apariencias engañan. Allí los caníbales bien
pueden parecerse a quienes nos faenan a diario convirtiendo nuestra vida en una
picadora de carne, tanto como los zombis a “los condenados de la tierra”.-
(*) “Yo hago un cine político”. Entrevista a
George A. Romero en sección Cultura y espectáculos de Página 12, edición del
Domingo 16 de Marzo de 2008.
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