RESEÑAS
“EL HOMBRE DE MAISINICÚ”
UNA FICCIÓN
OPACADA
POR LA
HISTORIA REAL EN QUE SE BASA
“Cuánto
millón de rostros no tendrá
el que nos regaló la claridad”.
Fragmento de la canción compuesta e interpretada por Silvio Rodríguez para este filme.
Érase una vez un hombrecito, en la tierra de Fidel y de Martí, llamado Alberto Delgado.
Nacido en las proximidades de Trinidad, el 10 de diciembre de 1932, oportunamente la Seguridad del Estado cubano le asignó la peligrosa y patriótica misión de infiltrarse entre las bandas de contra-revolucionarios alzados en las montañas del Escambray.
En el año 1963 se afincó en la estancia escambradeña llamada Masinicú, cercana a Trinidad, estatizada por la Reforma Agraria en curso. Allí mantuvo la fachada de administrador, insatisfecho con la Revolución y dispuesto a colaborar con el bandidismo en todo cuanto estuviera a su alcance.
Una década después, el cine cubano pondría en valor la historia de aquel doble agente, bautizándolo como “el hombre de Maisinicú”, escrito con una letra “i” ajena al nombre original, para hacer más grato al oído y más pegadizo el nombre del lugar. Más tarde, el escritor cienfueguero Luis Ramírez utilizaría el nombre real de la estancia, al narrar dicha historia en su libro. Pero ya sea Masinicú o Maisinicú, se trata del mismo paraje.
Desde ese lugar Alberto se infiltró entre colaboradores de alzados y tomó conocimiento acerca de que algunas bandas de éstos estaban tratando de burlar el cerco de las milicias y de ser posible abandonar la isla rumbo a los Estados Unidos, donde residían quienes los pertrechaban.
La inteligencia cubana determinó que Alberto hiciera circular el rumor de que tenía un primo en Camagüey vinculado con la CIA, dispuesta a sacarlos del país para brindarles entrenamiento militar y reinsertarlos clandestinamente más tarde en las montañas cubanas, mejor adiestrados y armados. Muchos alzados se interesaron en tal oferta.
Empleando un yate cubano acondicionado como si se tratara de una embarcación de La Florida, tripulado aparentemente por norteamericanos, se trasladó en un camión de la finca Masinicú a bandas de alzados a un lugar de la costa, donde abordaron la nave que supuestamente los trasladaría a Estados Unidos. Así se capturó a numerosos contingentes de alzados sin disparar un solo tiro, tal y como puede verse en la película producida por el ICAIC y se narra en el libro de Ramírez.
Su director, Manuel Pérez, procedente de la Sección de Cine del Departamento de Cultura del Ejército Rebelde, se incorpora al ICAIC - fundado apenas unos meses atrás por Alfredo Guevara - en septiembre de 1959. En 1961, cuando comienza la limpieza del Escambray por las Milicias Nacionales Revolucionarias, Pérez integra el equipo del Noticiero ICAIC, dirigido por el legendario documentalista Santiago Álvarez, que viaja a aquella región para filmar la ofensiva contra los disidentes. Un año antes, el novel cineasta en funciones de asistente de Tomás Gutiérrez Alea durante el rodaje de Santa Clara, tercer cuento de “Historias de la Revolución” (1960), había sido testigo de la génesis de esos grupos sediciosos. Aunque ya contaba en su haber con tres documentales de temática rural, Manuel Pérez siempre reconoció que se desenvolvía mejor en la ficción. Por ello decidió rodar el cortometraje “La esperanza” (1964), justamente referido a la lucha contra los bandidos en el Escambray. Para escribir su guión fue autorizado a entrevistarse con catorce detenidos de disímiles características y procedencia social, que se habían sublevado.
A fin de comprender hasta qué punto la realidad se fue entrelazando con la ficción, diremos que el mismo día en que Alberto Delgado fue descubierto y colgado de un árbol, Manuel Pérez se encontraba en el barco dispuesto a filmar la captura de Cheíto León - jefe rebelde responsable de aquel asesinato -, en el marco de la emboscada que se le preparó. Haber participado de dicha acción, animó al cineasta a entrevistarse con quienes habían sido capturados en las operaciones precedentes. Casi una década después - cuando el caso ya había sido recreado en Sector 40, un popular programa televisivo -, Manuel Pérez concretó su proyecto de llevar esa historia tan literaria a la pantalla grande.
El resultado de dicha empresa es altamente meritorio dado el nivel de la realización y la efectividad alcanzada merced a un ritmo in crescendo que confiere al filme carácter de thriller, factor determinante para atrapar el interés del espectador. Sobre esta cuestión escribió en Ecran el crítico francés Marcel Martin: “El estilo ‘policíaco’ del filme es particularmente eficaz, tanto al nivel del suspenso dramático (escenas de acción rápidas y violentas) como al del reportaje en ‘directo’ autentificado por los documentos y testimonios”.
A partir de la placa introductoria que ubica la acción, impactantes imágenes de violencia sirven para situarnos en tiempo y espacio; la voz de un narrador es otro elemento que el director toma del cine documental como soporte eficaz y, al mismo tiempo, distanciador. El lenguaje crudo de los personajes subraya vigorosamente el realismo del filme, titulado inicialmente “Trasbordo”. La cuidada fotografía del experimentado Jorge Herrera, un maestro de la cámara en mano, recurre al plano secuencia en muchos momentos, apoyado por un sonido directo que le otorga un sabor de autenticidad, mientras que la economía musical propuesta por Leo Brouwer suma gran fuerza expresiva.
La presentación del filme apela al recurso de la animación - de uso frecuente en noticieros del ICAIC - para cubrir y descubrir gradualmente el rostro del protagonista, acompañando la lírica con que describe su gesta la canción alusiva de Silvio Rodríguez.
La historia comienza a narrarse a partir del desenlace, volviendo una y otra vez hacia su génesis, hasta estabilizarse durante la segunda mitad en el presente narrativo de la diégesis.
Desde su desmovilización como soldado del ejército rebelde, el personaje irá instalando su perfil de objetor del nuevo régimen criticando a voz en cuello la burocracia que signa los trámites vinculados a su estado de salud y otorgamiento de vivienda, y llamando así la atención de la conspiración en ciernes.
Uno de los momentos más logrados, indudablemente, es el que describe la captura de los bandidos en el falso guardacostas norteamericano, incluyendo no pocas dosis de humor.
Otra escena destacable, que pone de manifiesto la solidez guionística del film, es la que preludia el desenmascaramiento del protagonista, mediante un diálogo más que sugerente, en el que su futuro verdugo suelta frases como “Esto se está acabando gracias a ti”, replicadas por la futura víctima con un “Y así tiene que ser, cuanto antes”, en supuesta alusión al exitoso éxodo de disidentes para su reorganización en Miami… aunque a esa altura el espectador comprende que tales expresiones están vaticinando el inminente y trágico final.
Sergio Corrieri, actor con una sólida formación teatral y escasa trayectoria en el cine si exceptuamos su brillante labor en “Memorias del subdesarrollo” (1968, Gutiérrez Alea) consigue una precisa caracterización, pletórica de matices y transiciones, del personaje protagónico al que los guionistas tuvieron el acierto de no personificar como el héroe omnipotente, sino dotarlo de todas sus contradicciones. Le secundan en los roles de cabecillas de las bandas otros notorios intérpretes como Reynaldo Miravalles, Adolfo Llauradó y Raúl Pomares.
La sutileza con que se interpreta al personaje protagónico queda de manifiesto en el siguiente comentario del periodista mexicano Jorge Meléndez: “Si bien será el personaje central, nunca su astucia será solamente personal, sino formará parte de un plan general; jamás su fuerza será la decisoria para determinar la extinción de la banda contraria, más bien la organización y la fuerza del ejército cubano serán lo principal; en ninguna ocasión aparece como el salvador del pueblo, sino como parte de una lucha general; en fin, que estamos ante el verdadero luchador por sus ideales y no por satisfacciones y caprichos personales”.
El filme en cuestión fue estrenado en La Habana el 7 de junio de 1973. Poco después, Corrieri obtuvo el Premio a la mejor actuación masculina en el Festival Internacional de Cine de Moscú, donde el filme recibió una Mención de Honor de la FIPRESCI y el galardón de la revista Pantalla Soviética. Posteriormente fue incluido por la crítica cubana primero en la selección anual de los títulos más significativos estrenados, y al cabo del tiempo, entre los más notorios producidos por el ICAIC en sus primeras tres décadas.
Quizás una de las reseñas más hermosas sobre el filme que nos ocupa se la debamos a Glauber Rocha, el más famoso referente del Cinema Novo brasileño, quien escribió: “El hombre de Maisinicú es una excelente película cubana precisamente por los motivos que irritaron a los críticos de la extrema izquierda europea: la cinta de Manuel Pérez es una deconstrucción y una reconstrucción del cine americano, estructurada en las contradicciones políticas de la propia revolución, lo que queda demostrado con las palabras de Fidel al final de la película. La cinta es un excelente modelo del neorrealismo socialista tropical, de ahí su originalidad”.
Merecidas palabras para encomiar esta obra
producida en el marco de un criminal bloqueo imperial, que reivindica la
memoria de un cubano sospechado de traidor por camaradas y familia, y que
recién al 3er aniversario de su deceso pudo ser públicamente reconocido como
el verdadero revolucionario que fue.-
Ficha Técnica
Sinopsis:
Un hombre intenta enseñar sobre la administración de las granjas a personas involucradas en intrigas políticas, resultando ser un doble agente de la Revolución infiltrado entre conspiradores.
Duración: 110’
Fecha de estreno: 27 de diciembre de 1974 (República Democrática Alemana)
Director: Manuel Pérez
Protagonistas: Sergio Corrieri, Reynaldo Miravalles.
Historia de: Manuel Pérez
Música compuesta
por: Silvio
Rodríguez, Leo Brouwer.
Para ver
el filme: https://www.youtube.com/watch?v=Xq0-L_Iol38
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