lunes, 22 de agosto de 2022

RESCATES
PARA CINÉFILXS 2.0
 

CINE BOLIVIANO. FOTOGRAMAS DE LA AMÉRICA PROFUNDA



























 

He aquí una de las cinematografías más genuinas, prolíficas, y valientes de nuestro continente, que - pese al abandono parcial de su tradición más comprometida por parte de las nuevas generaciones de realizadorxs - sigue constituyendo un verdadero orgullo para el Espacio Audiovisual Latinoamericano.

Repasemos algunos pasajes de la cinematografía del vecino país andino estableciendo paralelos con el desarrollo de la cinematografía mundial: 

El cinematógrafo creado por los hermanos Lumiere llegó a Bolivia el 21 de junio de 1897, apenas dos años después de la mítica función del Salón Hindú (que da nombre a nuestro blog), en el Boulevard de Capuchinos. 

Hacia 1898, ya causaban mala impresión las primeras “vistas locales” de la cruda realidad  social boliviana. Un pionero del quehacer fue el camarógrafo Luis Castillo, y la primera sala en inaugurarse exclusivamente al efecto de exhibir películas sería el Cine Teatro Princesa. 

Los años 20 constituyen la Era de Oro del cine boliviano, cuando el aviador orureño Juan Mendoza registra su vuelo hacia Buenos Aires. Por entonces, el inmigrante italiano Pedro Sambarino estrenará sus Actualidades de La Paz. Y Simón Patiño montará una primera productora con sus socios Loayza y Mella. En 1925 Sambarino estrena la ficción Corazón Aymara, con la que irrumpe en la pantalla el tema indígena: Las autoridades ordenarán incinerar dicho material. En 1926 se estrena la primer docuficción (sobre las Ruinas de Tiahuanacu) En 1927, se exhibe la reconstrucción de un caso judicial polémico, El crimen de Jáuregui, basado en la ejecución de un inocente. El talentoso José María Velazco Maidana, acaso inspirado por El Pibe, de Charlie Chaplin, estrena Pedrin y Pituca; y funda la productora Urania Films. Sorteando múltiples interdicciones, el mismo realizador exhibe luego Wara Wara, que aborda nuevamente el problema indio, la influencia de la conquista española, y el mestizaje (dicha obra se extravió y fue restaurada en 2010 por Fernando Vargas, a partir de rollos encontrados por parientes del autor, ya fallecido)

En 1932 Mario Camacho estrena Hacia la gloria, primera reconstrucción de la Guerra del Chaco. En 1936 Luis Bazoberry vuelve a abordar dicho tema en el primer film sonoro, titulado La Guerra del Chaco, que comienza con un uniformado excusándose por las limitaciones técnicas que pudieran verse en pantalla. 

En 1945 desembarca un equipo norteamericano que dejará plasmada la cultura andina desde una perspectiva exotista en el filme La Paz. El inmigrante Kenneth Watson crea la productora Bolivia Films, donde habrá de destacarse Jorge Ruiz - para muchos especialistas el Flaherty boliviano -, que en 1949 estrenará el primer filme en color Kodachrome: Donde nació un imperio. Su proyecto siguiente rescatará a la soterrada etnia de Los Urus.

Con el arribo del presidente Paz Estenssoro, en 1952 se estrena Bolivia se libera. Al año siguiente se inaugura el Instituto Cinematográfico Boliviano. Ese mismo año se estrenará la obra cumbre de Ruiz, Vuelve Sebastiana  - historia de una niña chipaya que se arriesga a intimar con la cultura aymara -, todavía narrada mediante una voz en over. En 1954 se incorpora a la naciente industria cinematográfica el insigne guionista Jorge Soria, que habrá de colaborar con la flor y nata del cine boliviano: Jorge Ruiz, Antonio Eguino, Paolo Agazzi, y Jorge Sanjinés. En 1958 Ruiz estrenará La Vertiente, ya con sonido directo. Llevando al cine su obra El Combate, ingresa al medio el militante revolucionario, escritor y docente universitario Marcelo Quiroga Santa Cruz,  quien el 17 de julio de 1980, al producirse el sangriento golpe protagonizado por Luis García Meza Tejada y Luis Arce Gómez, fue herido y apresado por militares durante el asalto a la Central Obrera Boliviana (COB), quienes lo condujeron al Estado Mayor del Ejército y lo asesinaron, haciendo desaparecer luego sus restos. 

En 1960, con el filme Kollasuyu,  entra en escena acaso uno de los más importantes realizadores de cine sudamericano, Jorge Sanjinés Aramayo. En 1962 Ruiz estrena Las montañas no cambian, filme con el que queda definitivamente identificado con el MNR. En 1963, apelando a un montaje de choque de puro cuño eisensteniano,  Sanjinés estrena Revolución, realización con la que se diferencia claramente del oficialismo, que caerá al año siguiente, posibilitando que este director asuma al frente del Instituto Cinematográfico Boliviano.  Su siguiente trabajo será Aysa, primer filme completamente protagonizado por mineros.  Por entonces se sumará al quehacer el compositor Alberto Villapando, que habrá de dejar su impronta en buena parte de filmes del período. En 1966, con Ukamau (Así es) - filme en que debuta Néstor Peredo, que habrá de convertirse en el actor de la época -  Sanjinés obtiene en el Festival de Cannes el Premio  Grandes Directores Jóvenes. En 1968 se funda la productora ProInca y Jorge Ruiz se inaugura en el cine comercial con Mina Alaska. Simultáneamente se constituye el Grupo Ukamau, liderado por Sanjinés y Oscar Soria, que habrá de ejercer enorme influencia en el cine social y militante de la región. Al año siguiente llega a Bolivia Luis Espinal, que como crítico, autor de textos y profesor sería el principal impulsor de la cinematografía hasta su asesinato en 1980. Ese año, tardíamente, aparece la televisión en Bolivia. Y Sanjinés con el Grupo Ukamau estrena uno de los filmes más valientes y explosivos realizados en nuestro continente, Yawar Mallku (Sangre de Cóndor)

Con el advenimiento del gobierno nacionalista de izquierda del Gral. Torres, en 1970 Antonio Eguino celebra la nacionalización de la empresa petrolera Gulf desde su filme ¡Basta!

En 1971, con el golpe militar de Hugo Banzer Suárez, se partirán las aguas del Grupo Ukamau: Sanjinés, habiendo terminado El coraje del pueblo, no llega a estrenarlo y se va al exilio; Soria y Eguino  permanecerán en el país intentando “un cine posible”. Este último fundará la Empresa Ukamau y realizará Pueblo chico, pero ya transitando de la propuesta revolucionaria a la novela costumbrista. En tanto, Sanjinés trabajará en Perú y Ecuador, rodando El enemigo principal, y desarrollando su célebre Teoría y Técnica de un Cine junto al Pueblo. A su lado aparecerá Beatriz Palacios, quien habrá de acompañarlo durante las tres décadas siguientes. En Bolivia comienza a tomar auge el cineclubismo, y en 1973 se instaura el Premio Llama de Plata. 

Los países centrales irán tomando a la nación del altiplano como paradigma de la corrupción y el contrabando: Así la reflejan producciones como Butch Cassidy y Scarface. Israel Adrian Caetano, por el contrario, con su filme Bolivia - duro alegato contra la discriminación a los inmigrantes puneños en un país que se sueña rubio - brindará una de las piezas más descarnadas y audaces del Nuevo Cine Argentino.

El 12 de julio de 1976, Amalia de Gallardo y Mario Mercado, entre otros, fundarán la Cinemateca Boliviana. Alfonso Gumucio, por su parte, estrenará desde el exilio Señores Coroneles, Señores Generales, demoledora crítica a la dictadura militar. Con Chuquiago, Antonio Eguino consigue burlar la censura. Se lanza el Concurso de Cortos Cóndor de Plata, que servirá de abrevadero para una nueva generación de realizadores en gestación. 

En 1980, Paolo Agazzi - asistente de Eguino - estrenará con gran éxito Mi socio, filme que pone de relieve la eterna tensión entre coyas y cambas. Oscar Soria es designado al frente del flamante Consejo Nacional de Cine. 

Poco después Sanjinés, fiel a su derrotero de compromiso emancipador, filmará Las banderas del amanecer, testimonio sobre la transición entre dictadura y democracia. El fomento que la  TV  no brinda a la producción audiovisual se concentra en una profusa realización de cortometrajes. Paolo Agazzi estrena Los Hermanos Cartagena. Finalizando los 80s retorna Sanjinés presentando La Nación Clandestina, potente historia de un comunero acusado de corrupción y desalojado del pueblo, que decide pagar su culpa apelando al antiguo ritual de personificar al Jacha Tata Danzante y bailar hasta morir.

Los 90 se inauguran con la sanción parlamentaria de una Ley de Cine (que Banzer impusiera por decreto en 1978) 1995 marcará una etapa de renacimiento del cine boliviano. Sanjinés estrena Para recibir el canto de los pájaros, severa crítica al cine seudo progresista que se ha venido desarrollando durante su ausencia del país. Trascendiendo las pantallas locales, Juan Carlos Valdivia estrena Jonás y la ballena rosada, expresión de un cine cruceño y co producido con Méjico, que será candidateada al Óscar. Marcos Loayza estrena Cuestión de fe. Paolo Agazzi recurre al actor argentino Darío Grandinetti para realizar su filme El día en que murió el silencio. Loayza vuelve a la carga rodando en Argentina Escrito en el agua. Mauricio Calderón incursiona en la ciencia ficción con El triángulo del lago.

Bajo el impacto de la globalización, el cine boliviano entra al Siglo XXI con una creciente impronta cosmopolita, cada vez se filma más, y proliferan los multicines. Agazzi filma sobre hechos reales El atraco. Loayza retorna con El corazón de Jesús. Rodrigo Bellot sacude a la crítica con la desparpajada comedia negra ¿Quién mató a la llamita blanca?  Julia Vargas, como emergente de un cine que irá incorporando cada vez más mujeres a sus filas, estrena Esito sería, reivindicación del Carnaval de Oruro. Fernando Vargas aborda el tema del hallazgo de los restos del Che en Vallegrande en su filme Dí Buen Día a Papá. Valdivia reaparece con American Visa. Se remoza la Cinemateca Boliviana, ahora incluyendo el Archivo Nacional de Imágenes en Movimiento. Eguino ofrece el filme histórico Los Andes no creen en Dios. Tonchy Antezana surge con una visión idealizada del actual presidente boliviano en Evo Pueblo. El mismo realizador ofrecerá poco después El cementerio de los elefantes, denunciando el flagelo del alcoholismo. Rodrigo Ayala estrena Día de bodas. Y Carlos Diego Mesa Gisbert encara la serie televisiva Bolivia Siglo XXI, mientras el veterano Valdivia ofrece ahora Zona Sur. 

Resumiendo, mal puede presumir de conocer al cine nostramericano quien ignore al cine boliviano.-

  

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