lunes, 10 de octubre de 2022

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0

 

LA MÚSICA EN EL CINE

INDUCIENDO EMOCIONES
























El cine contemporáneo ha escalado tan alto a la hora de musicalizar adecuadamente un film, que hasta ha llegado a montar un piano sobre una terraza, con sus cuerdas tensadas a lo largo de la carretera contigua, y sujetas a un tanque de agua, produciendo una melodía que reverbera a lo largo de un valle aledaño otorgándole un eco inconseguible a semejante audacia, para ilustrar la muerte de un samurái. 

Porque el compositor de música para cine también es un narrador de historias, ya que la música es el corazón y el alma de la película. 

En el ambiente se la ha llamado “loción del alma”, dado que puede comunicar mucho más que las imágenes. 

Haciendo memoria, el cine nunca fue completamente mudo. Siempre hubo un teclado en las salas. El más famoso fue el de los órganos Wurlitzer, capaz de producir una música incidentalmente descriptiva. 

Cabe destacar, a su vez, que la banda musical nació para asordinar el traqueteo de los primeros proyectores (1895) 

Una de las primeras bandas orquestadas fue la de “King Kong” (1933, Merian C. Cooper), que aportó un tono dramático a imágenes de enorme ingenuidad.

Y una de las celebridades de este quehacer fue Alfred Newman, autor - entre otras partituras memorables - de la que acompaña el logo de la Fox.

El sonido clásico de Hollywood cuenta con un ingrediente llamado “rubato”, que otorga a la melodía lo que a la voz humana su inflexión. 

El compositor para cine recibe una consigna del director y una copia del film con time code para ir calculando la duración de los climas melódicos en base a la acción. 

A veces un mismo riff se repite con distinta intensidad durante la trama, como remarcando la identidad musical del film.

Los especialistas en la materia coinciden en que la banda compuesta por Álex North para “Un tranvía llamado deseo” (1951, Elia Kazán) marcó un antes y un después en la composición de música para cine. 

Entre las más famosas figuran la de Henry Mancini para “La Pantera Rosa” (1963, Blake Edwards), la de John Barry para la saga Bond, o la de Ennio Morricone para “El bueno, el malo y el feo” (1966, Sergio Leone) 

La que compuso Bernard Herrman para “Psicosis” (1960, Alfred Hitchcock) sigue dando que hablar, a propósito de aquella escena tan homenajeada como imitada de la bañera, en que el chirrido de los violines se asimila a las puñaladas. 

La sicología explica que los mismos centros neurológicos que liberan dopamina estimulados por el consumo de chocolate o la experiencia sexual, reaccionan ante la música, ese arte impalpable que despliega moléculas de aire. 

A menudo también la partitura guía los movimientos oculares de la audiencia cinematográfica. 

Hacia los años 60s se fueron descartando las composiciones clásicas en favor de la música original. 

Otro artista sumamente valorado es John Williams, compañero de ruta de Steven Spielberg en la mayoría de sus films, quien también se consagrara con la banda musical de “Star Wars” (1977, George Lucas), grabada en los Estudios Abbey Road consagrados por Los Beatles. 

Uno de los centros más importantes especializados en este quehacer es el Air Studio, montado sobre una vieja catedral para aprovechar su reverberación. 

Otros nombres que engalanan este metiere son Danny Elffman - quien pasaría de ser el frontman de su banda de rock Oingo Boingo a colega inseparable de Tim Burton, además de componer la cortina de Los Simpsons -, el veterano Hans Zimmer, y James Horner. 

El notable documentalista argentino Nicolás Prividera alguna vez declaró que, así como frecuentemente la locución en off induce qué pensar, la música suele inducir a qué sentir.-

 

  

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