RESCATES
PARA CINÉFILXS 2.0
TARKOVSKI,
O EL SEUDÓNIMO DE DIOS
Resulta
altamente sorprendente que a algunxs cinéfilos que hemos vivido prefiriendo un
cine de urgencia nos conmueva tan hondamente un existencialista introspectivo como Tarkovski. Pero lo cierto
es que, si uno ama en serio al Séptimo Arte, cada tanto se le impondrá rever La
infancia de Iván (1962), Solaris (1972), Stalker (1979), Nostalgia (1983), y la
descomunal (¿¿¿cómo pudo haber hecho semejante obra???) Andrzej Roublev (1966)
Para
una aproximación profunda - y sumamente emotiva - a la obra de este artista
irrepetible, Salón Hindú recomienda el documental denominado Dirigido por Andrei Tarkovski
(1988, Michel Leszczylowski),
material que se apoya en la realización de su filme póstumo, El Sacrificio -
fusión de dos guiones suyos:
A lo
largo de su desarrollo escucharemos al director ruso - luciendo joven, contra
un arroyo - confesar “soy más bien como un niño, que apenas se
dedica a percibir la realidad, más que a pensarla como un adulto”.
Asistir
a semejante epopeya humana nos lleva a reflexionar acerca de cuánto mayor
esfuerzo exigió el soporte analógico a aquellos artesanos que debían construirlo
todo en forma corpórea: Plantar un árbol
concebido por el realizador, incendiar la réplica prefabricada de su
primer hogar.
Efectivamente,
Tarkovski, que está rodando en Suecia, pide a su equipo de arte montar sobre el
paisaje un inexistente cerezo “blanco como la nieve”, a través de una
traductora que amortiguará su furia si los asistentes no le satisfacen
debidamente.
Cuenta
la viuda que el hombre reconstruía una y otra vez en sus filmes a la primera
casa bajo los pinos y junto al mar que compartieron en Rusia, de la que
debieron alejarse durante cinco años. Promediando el rodaje de la escena en que
esta debía ser abrasada por las llamas… se trabó la cámara. Eso no ocurre en
nuestros días, cuando tal circunstancia se resuelve mediante un paisaje
virtual. Aquello fue una verdadera tragedia para Tarkovski: Era la primera
línea de guión que había escrito. Pero la hizo reconstruir íntegramente en
pocos días. Y la versión definitiva se rodó precautoriamente a dos cámaras,
montadas una sobre el nivel de la otra. Todo el filme se apoyaba en dicha
escena. Antes de pedir “cámara”, el director besó la frente del protagonista,
su actor fetiche Erland Jossepson, el
poeta suicida de Nostalgia, el Nietzsche
(Más allá del bien y del mal, 1977) de Liliana
Cavani, el marido de Escenas de la vida conyugal (1973, Ingmar Bergman)
En
otro momento lo escucharemos manifestar en conferencia ante estudiantes: “Los directores de cine pueden dividirse en
dos categorías: Quienes se dedican a reproducir el mundo que los rodea, y
quienes están dispuestos a crear su propio universo. Estos últimos son los
poetas. Como Bresson, Dovzhenko, Mizoguchi, Bergman, Buñuel, Kurosawa”.
Toda
la gravedad de la aventura humana se concentra en la obra de Tarkovski. Verlo
definir la ecualización del color de su último filme junto al gigantesco DF Sven
Niqvist en el lecho en que lo iba consumiendo el cáncer constituye una
lección que sólo ofrecen los grandes exponentes de la especie humana.-
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