domingo, 6 de noviembre de 2022

RESCATES

PARA CINÉFILXS 2.0

TARKOVSKI, 

O EL SEUDÓNIMO DE DIOS

























Resulta altamente sorprendente que a algunxs cinéfilos que hemos vivido prefiriendo un cine de urgencia nos conmueva tan hondamente un existencialista  introspectivo como Tarkovski. Pero lo cierto es que, si uno ama en serio al Séptimo Arte, cada tanto se le impondrá rever La infancia de Iván (1962), Solaris (1972), Stalker (1979), Nostalgia (1983), y la descomunal (¿¿¿cómo pudo haber hecho semejante obra???) Andrzej Roublev (1966)

Para una aproximación profunda - y sumamente emotiva - a la obra de este artista irrepetible, Salón Hindú recomienda el documental denominado Dirigido por Andrei Tarkovski (1988, Michel Leszczylowski), material que se apoya en la realización de su filme póstumo, El Sacrificio - fusión de dos guiones suyos: La Bruja y La Ofrenda - y en pasajes de su texto canónico, Esculpir en el tiempo.

A lo largo de su desarrollo escucharemos al director ruso - luciendo joven, contra un arroyo -  confesar “soy más bien como un niño, que apenas se dedica a percibir la realidad, más que a pensarla como un adulto”.

Asistir a semejante epopeya humana nos lleva a reflexionar acerca de cuánto mayor esfuerzo exigió el soporte analógico a aquellos artesanos que debían construirlo todo en forma corpórea: Plantar un árbol  concebido por el realizador, incendiar la réplica prefabricada de su primer hogar.

Efectivamente, Tarkovski, que está rodando en Suecia, pide a su equipo de arte montar sobre el paisaje un inexistente cerezo “blanco como la nieve”, a través de una traductora que amortiguará su furia si los asistentes no le satisfacen debidamente.

Cuenta la viuda que el hombre reconstruía una y otra vez en sus filmes a la primera casa bajo los pinos y junto al mar que compartieron en Rusia, de la que debieron alejarse durante cinco años. Promediando el rodaje de la escena en que esta debía ser abrasada por las llamas… se trabó la cámara. Eso no ocurre en nuestros días, cuando tal circunstancia se resuelve mediante un paisaje virtual. Aquello fue una verdadera tragedia para Tarkovski: Era la primera línea de guión que había escrito. Pero la hizo reconstruir íntegramente en pocos días. Y la versión definitiva se rodó precautoriamente a dos cámaras, montadas una sobre el nivel de la otra. Todo el filme se apoyaba en dicha escena. Antes de pedir “cámara”, el director besó la frente del protagonista, su actor fetiche Erland Jossepson, el poeta suicida de Nostalgia, el Nietzsche (Más allá del bien y del mal, 1977) de Liliana Cavani, el marido de Escenas de la vida conyugal (1973, Ingmar Bergman)

En otro momento lo escucharemos manifestar en conferencia ante estudiantes: “Los directores de cine pueden dividirse en dos categorías: Quienes se dedican a reproducir el mundo que los rodea, y quienes están dispuestos a crear su propio universo. Estos últimos son los poetas. Como  Bresson, Dovzhenko, Mizoguchi, Bergman, Buñuel, Kurosawa”.

Toda la gravedad de la aventura humana se concentra en la obra de Tarkovski. Verlo definir la ecualización del color de su último filme junto al gigantesco DF Sven Niqvist en el lecho en que lo iba consumiendo el cáncer constituye una lección que sólo ofrecen los grandes exponentes de la especie humana.-



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