RESCATES
PARA CINÉFILXS 2.0
CLINT EASTWOOD
EL OTOÑO DE UN CINEASTA TODOTERRENO
Este republicano ecléctico residente en Carmel - comuna de la que fue alcalde a mediados de los 90s, y adonde se dirige prestamente al cabo de cada rodaje -, en medio de su vastísima obra fue capaz de realizar dos filmes que constituyen la cara y contracara de un mismo cuerpo temático (“Banderas de nuestros padres” y “Cartas desde Iwo Jima”, ambos de 2006) encarado desde la perspectiva bélica de EEUU y desde la de su adversario, Japón.
Dichas historias no parten de abordajes genéricos
de la Segunda Guerra Mundial, sino de puntos de vista sumamente específicos. En
el primer caso, de la célebre foto de Rosenthall
en que un grupo de soldados estadounidenses iza trabajosamente la bandera de su
país sobre una cuesta empinada, y en el segundo de un cuaderno ilustrado por el
General
nipón Tadamichi
Kuribayashi para irle relatando el conflicto a sus hijos pequeños por si caía en
combate.
El rodaje se
llevó a cabo en Islandia, que posee extensas playas de tierra negra similares a
las de Iwo Jima, ocultando pequeñas cámaras digitales en las cananas de los
actores para que registrasen las escenas de acción desde el interior mismo de
la batalla.
El viejo cow boy del purito, consagrado en los spaghetti westerns y homenajeado por Álex de la Iglesia en su filme de 2002 “800 Balas”, opina que “cuando los actores son desconocidos prevalecen sus personajes”. Y confiesa que alguna vez una actriz le reprochó haber editado todas sus equivocaciones, a lo que él replicó afirmativamente, explicándole que lo hizo porque eran fantásticas.
A menudo evoca su dura
infancia rural durante la Gran Depresión, y su debut actoral en la serie
televisiva “Rawhyde” (1959), así como su transformación en ícono predilecto de Sergio Leone en “Por un puñado de
dólares” (1964), adaptación al Lejano Oeste del clásico “Yojimbo” (1961) de Akira Kurosawa.
El hombre - que
a lo largo de todo su cine ha preferido colocar al individuo por encima de las
instituciones - se reconoce discípulo de Don
Siegel y del mencionado Leone, y confiesa que prefiere no atenerse al guión
escrito y trabajar “con pinceladas más amplias”, otorgando a la vez gran aval a
la improvisación de técnicos e intérpretes.
Sin la más
mínima duda, nos hemos referido aquí a uno de esos monumentos vivientes que aún
permanecen dando indicaciones precisas desde detrás de una cámara.-
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