DOSSIERS
EN EL SIGLO XXI LAS PANTALLAS
CONTINÚAN EN DEUDA CON LOVECRAFT
“Muchas personas han intentado llevar los relatos del visionario escritor a la pantalla de cine. Sólo unas pocas han estado cerca de conseguirlo”.
Will Murray,
en artículo “H. P. Lovecraft. El inadaptable”,
edición española de Revista Fangoria N° 5
Howard Phillips Lovecraft, el ya mítico creador del relato de horror cósmico, vio la luz en 1890 en la ciudad estadounidense de Providence, adonde también falleció en 1937. Pese a que en algún momento de su vida se supone que tuvo alguna ocupación laboral, lo único que se conoce es que sus ingresos económicos se limitaron a la venta de sus relatos a las revistas pulp de la época - sobre todo a Weird Tales -, a las que detestaba, y a su trabajo como escritor fantasma de otros autores y alguna autora o incluso de personalidades reconocidas, tal el caso del relato Bajo las pirámides (Under the Pyramids, 1924) que escribió para que fuera firmado por Harry Houdini. El famoso escapista también le encargó un texto que permanecería inédito, El cáncer de la superstición (Cancer of Superstition, 1926), en el que se reflejaba el rechazo que ambos sentían por las supercherías espiritistas. Algo que Lovecraft también haría extensivo al mundo de la literatura: despreciaba los relatos que recurrían a tales fantasmagorías como temática o ambientación terrorífica. Además de Houdini, mantuvo correspondencia con multitud de otros autores a los que recomendaba soluciones compositivas para sus cuentos, repartía consejos o intercambiaba opiniones de todo tipo, conformando lo que se ha dado en llamar el Círculo de Lovecraft, merced a la importante influencia que ejerció sobre todos ellos y a la admiración que le profesaban. El volumen de ese epistolario es realmente descomunal.
Autor de multitud de artículos y ensayos, en el mundo de la literatura nunca abandonó el género de terror, con alguna eventual desviación hacia la ciencia ficción, un género que no respetaba, escribiendo gran cantidad de relatos. Abandonó tal actividad hacia el final de su vida ante la falta de éxito. Aquel oscuro morador de Providence concebía la creación literaria como un arte, y como tal odiaba el mercantilismo y el adaptarse a las exigencias de las revistas que le publicaban. Los recortes que Weird Tales impuso a su extenso relato En las montañas de la locura (At the Mountains of Madness, 1936) supusieron tal vez el momento más doloroso para él como escritor y lo que lo condujo a abandonar casi por completo su pasión como autor. Controvertido ideológicamente, de estilo literario deliberadamente arcaico, amante de los tiempos pasados, pero a la vez gran seguidor de los avances científicos de su época, Lovecraft ha devenido una figura casi legendaria. La recuperación de sus relatos en la editorial Arkham House por parte de su albaceas, August Derleth, el éxito literario de algunos de sus seguidores y, sobre todo, la influencia en todos los ámbitos de la cultura popular de su obra gracias al cine, a la música, al juego de rol La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu, 1981) de Sandy Petersen, a los videojuegos y a los juegos de mesa, lo han dotado de una popularidad que no solo jamás hubiera soñado en vida, sino que con toda seguridad habría odiado.
Su legado consiste en una absoluta revolución temática del cuento de terror, mediante elementos que casi nos resultan ya cotidianos pero que hasta que él los propuso no se convirtieron en realidad: horrores ancestrales agazapados en la oscuridad y el sueño esperando una alineación de planetas propicia para devolverlos a la vida, logias siniestras que declaman en lo más profundo de los bosques y las ciénagas por el retorno de dioses primigenios, antihéroes doblegados por el conocimiento de verdades que deberían permanecer ocultas para salvaguardar nuestra salud mental y descripciones intensas y arrebatadas de criaturas imposibles y planos de la realidad inimaginables, sin embargo descriptos con todo lujo de detalles. Y su séquito de deidades y criaturas monstruosas, con el gran Cthulhu a la cabeza, que han conformado lo que de manera posterior se ha denominado el corpus de los Mitos de Cthulhu, inorgánico panteón que sus seguidores se encargarían de sistematizar. Sus mejores relatos siguen estremeciendo como pocos pueden hacerlo, y aún permiten experimentar la inquietud de nuestra pequeñez como humanidad ante los horrores que nos asedian, o esperan para hacerlo, al leerlos. Solo hay oscuridad ahí afuera y lo mejor para nosotros es permanecer ciegos e ignorantes ante esa verdad.
Su canónico relato La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu) fue publicado por primera vez en la revista Weird Tales en 1928. El texto se abre con toda una declaración de principios, quintaesencia de lo que era el verdadero horror para Lovecraft, aquello que domina y guía sus mejores relatos:
“Lo más piadoso del mundo, creo, es la incapacidad de la mente humana para relacionar todos sus contenidos. Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de negros mares de infinitud, y no estamos hechos para emprender largos viajes. Las ciencias, esforzándose cada una en su propia dirección, nos han causado hasta ahora poco daño; pero algún día el ensamblaje de todos los conocimientos disociados abrirá tan terribles perspectivas de la realidad y de nuestra espantosa situación en ella, que o bien enloqueceremos ante tal revelación, o bien huiremos de esa luz mortal y buscaremos la paz y la seguridad en una nueva era de tinieblas”.
Esa visión pesimista de la humanidad y un concepto de lo fantástico ligado al conocimiento científico componen lo que algunos estudiosos de esta obra definen como horror materialista.
Para Lovecraft, el horror no deviene de sucesos paranormales ni apariciones fantasmales: es el puro conocimiento científico el que nos abrirá las puertas del terror más absoluto, pues el saber nos develará una realidad tan insoportable que nos volverá locos. Solo podremos huir si desistimos de querer conocerla. Una realidad que en este autor está conformada por criaturas ancestrales que una vez dominaron la Tierra y esperan pacientes volver a ella para sembrar el caos y destruir la civilización. Dioses y criaturas primigenias de poder inconcebible y formas pesadillescas que tornarán en un infierno nuestro planeta.
En la desesperada narrativa lovecraftiana solo dos finales son ya posibles: la muerte o la locura. Porque el retorno a nuestro innato estado de ignorancia es ahora pasto de los sueños. Esta obra originó todo un universo terrorífico imitado infinidad de veces, pero en escasas ocasiones emulado.
Y es su riguroso apego a lo ominoso indescriptible lo que impone a quienes intentan trasladar ese mundo y sus criaturas a la pantalla el desafío de resistir a la tentación de mostrar aquello que solo debería susurrar fuera de campo.
Aunque existe un historial interesante de
películas inspiradas en los relatos del autor, por ejemplo: The Dunwich Horror (1970, Daniell
Haller), o Re-Animator
(1985, Stuart Gordon) entre otras, a continuación,
mencionaremos unos pocos casos relativamente recientes y dignos de mayor
consideración:
Dagón. La secta del mar (2001)
Con todos sus defectos, con todas sus insuficiencias, la sorpresa que genera esta realización de la ibérica - y lamentablemente desaparecida - productora Fantastic Factory, consiste en encontrarnos tal vez ante la mejor y más digna adaptación cinematográfica de una historia lovecraftiana. Es decir, no se trata de un producto que ostente el nombre del irrepetible escritor para contar algo ajeno a su obra, como por ejemplo ocurre en El palacio embrujado (1963) - re adaptado al presente en 1991 con mayor fidelidad al original por Dan O’Bannon en El Resucitado -, donde Roger Corman hacer un mix con Poe más cercano al autor de La caída de la casa Usher que al creador de Cthulhu, o de Shuttered room (1967, David Greene), cuya distancia con HPL es todavía más sideral, por mucho que la acción transcurra en un supuesto Dunwich. Tampoco plantea una historia original a través de la cual, y entre otros propósitos, se dé cobertura a genuinos elementos lovecraftianos, como hizo John Carpenter con la muy estimable En la boca del miedo (1994) Por el contrario, la película en cuestión resulta sumamente fiel a Lovecraft, aunque se tome el atrevimiento de trasladar el escenario de Nueva Inglaterra a un pueblecito perdido en la costa gallega sin que el cambio desvirtúe para nada la atmósfera original. Eso sí, pese al título propuesto, el relato adaptado no es el modesto Dagón, uno de los primeros textos suyos que vieran la luz en 1919 (si bien se escribió dos años atrás), sino el genial La sombra sobre Innsmouth, una de las cimas del escritor.
Escrito a finales de 1931, publicado en una
modesta edición en forma de libro en 1936 (de las pocas que Lovecraft vio en
ese formato, el más propio de todo escritor) y finalmente acogido,
póstumamente, en las páginas de la ya citada revista Weird Tales (enero de 1942), pero de forma
abreviada, La sombra sobre Innsmouth es hoy reconocido por todxs
lxs incondicionales del autor como uno de sus mejores relatos. Su fascinante
trama versa sobre un joven de Arkham que celebra su mayoría de edad recorriendo
diversas localidades de Nueva Inglaterra y llega al pueblo del título, un lugar
que parece presa de una deletérea decadencia, remarcada por el extraño aspecto
y la conducta huidiza de sus habitantes. Después de recorrer sus solitarias
calles, el muchacho se tropieza con el borracho del pueblo, que le cuenta una
historia sobre el secreto que dicho paraje guarda, lo que bien puede parecer un
delirio etílico: ahora bien, no tardará en descubrir que esa revelación lo va a
convertir en el objeto de una implacable cacería a lo largo de toda una
angustiosa noche por parte de los habitantes de Innsmouth, en el curso de la
cual descubrirá que todo es verdad.
Dagón, la secta del mar fue la tercera producción del sello cinematográfico Fantastic Factory, creado en 1999 por el acuerdo entre Julio Fernández, nuevo presidente de la productora catalana Filmax, y el estadounidense Brian Yuzna, todo un experto en cine Clase B. El sello fue clausurado en 2007, después de haber dado a luz nueve películas.
El proyecto fue confiado, acaso por su filiación lovecraftiana, a un director del estilo de Yuzna, el estadounidense Stuart Gordon, que tiempo atrás había conseguido un considerable éxito entre cultores del género con su adaptación del relato de HPL Herbert West, reanimador.
El guion firmado por Dennis Paoli (cómplice de Gordon en anteriores films lovecraftianos como Re-Sonator, de 1986) eligió para llevarse a la pantalla al pueblo de Combarro, en la provincia de Pontevedra.
La película se ve favorecida por el considerable acierto atmosférico de hacer que el agua y la humedad (tan importantes en la historia, desde su mismo origen literario) se encuentren de modo omnipresente en todo su desarrollo, tanto en el exterior como en los interiores (donde resulta igualmente imposible no estar perpetuamente mojado: goteras, interiores inundados…)
Marcado por el repulsivo olor a pescado (una de las fobias del propio HPL) que inunda las calles de la ciudad y parece escaparse de las mismas páginas, con algunos de los momentos de mayor tensión y suspense de todo el género de terror, La sombra sobre Innsmouth contiene la quintaesencia del espanto del escritor por la melange racial que tanto le afectó y que, en buena medida, vertió en sus cuentos sobre esos espantosos e incomprensibles seres anfibios, de tal modo que acaba suponiendo una de las mejores manifestaciones de ese sentido de la otredad en que basó la naturaleza de su terror. Para quien se incomode al advertir el indudable racismo del escritor, téngase en cuenta que la vuelta de tuerca final no hace sino plantear, con admirable y malsana lucidez que, por encima de nuestra aparente pureza exterior, la monstruosidad anida en todos nosotros.
La película respeta este planteamiento. Seguramente era imposible equilibrar la fascinante tensión del original con los condicionantes del tipo de producción que lo albergaba, sin embargo, aun así, se trata de una película digna y estimable, desde luego interesante de principio a fin, que no fracasa ni mucho menos en su propósito de ofrecer en cine, por fin, una traducción mínimamente creativa del mundo de Howard Phillips Lovecraft. Solo por eso, merece todo el respeto y un sitial decoroso en la memoria del público afecto a este tipo de historias.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=vDv5VhJ_S54
La llamada de C’thulhu (2005)
The H. P. Lovecraft Historical Society es una asociación de seguidores o fans del escritor que difunden y disfrutan de su obra por medio de la realización de audiolibros, programas de radio, publicaciones y proyectos musicales y audiovisuales. En el año 2005 lanzaron una película concebida por su deseo de reconstruir en imágenes una historia de Lovecraft. Pero lo hicieron de una manera especial, fruto de una genial idea: imaginando que nuestro autor hubiera gozado de un gran éxito e inmediatamente de publicado su cuento The Call of Cthulhu se hubiera rodado la película. Así, su versión tendría el aspecto de un filme realizado a finales de los años 20: mudo y en blanco y negro
Esta película sigue fielmente en casi todo su desarrollo el texto del relato que le da nombre. Y como este, se estructura en base a flashbacks dentro de flashbacks componiendo una espiral de descenso al horror que nada tiene que envidiar a la historia original. Algo nada sencillo pues el relato es coral, el protagonismo pasa de un personaje a otro apenas sin transiciones y podría haber resultado confuso o provocar la caída de la atención si el guion no hubiera apuntalado con firmeza cada punto de interés o los giros a los que la trama somete al espectador, a las vueltas que nos encaminan, casi a ciegas, hasta la gran revelación final. El aspecto fragmentario de la narración se mantiene sin que esto rompa el filme a cada cambio. Actores profusamente maquillados, gesticulantes en su justa medida pues a finales de los 20 las actuaciones ya daban paso también a los pequeños gestos faciales y las miradas, huyendo del exceso visual expresionista que, si bien presente, ya no era una estética preponderante, y un montaje trepidante donde tal vez el filme se delata producto ya del siglo XXI. Brillante en su conjunto, se acerca por momentos al aspecto de una modesta pero entrañable cinta de Serie B. Es notable comprobar también cómo el equipo técnico casi en su totalidad tomará parte del artístico componiendo papeles secundarios, figurantes o repartiéndose múltiples funciones.
Hay alguna referencia a clásicos del cine mudo, la más evidente tal vez sea la escenificación de una pesadilla del protagonista, en la que avanza entre libros de proporciones gigantescas y las sombras de unas manos atenazan su pecho, tal y como hiciera el vampiro Nosferatu con la heroína de la mítica obra de F. W. Murnau (Nosferatu, eine symphonie des grauens, 1922) Pero el director Andrew Leman sabe evitar el homenaje fácil y La llamada de Cthulhu resulta potente y atmosférica por sí misma. La secuencia en los pantanos, con el grupo descubriendo horrorizado a los sectarios practicando el ritual en los más profundos parajes de Louisiana para atacarlos y detenerlos a continuación, resulta vibrante y terrible, los rostros desencajados de los policías enfrentándose a una escena dantesca con esa niebla que parece ascender desde el mismo infierno enroscándose en sus miembros y nublando su visión. Las luces de las linternas entre los árboles, las fogatas lejanas con los enardecidos danzantes alrededor, la ferocidad de la lucha… Todo compone un cuadro que refleja a la perfección ese sumidero infecto donde pervive el recuerdo del gran Cthulhu y se responde a su llamada.
El gran momento culminante del relato, que lo será también de la película, es la llegada de los marineros a la isla, a la sumergida R’lyeh ahora alzándose de entre las aguas debido al terremoto. La imposible representación no euclidiana de la guarida de Cthulhu según Lovecraft era sin duda uno de los puntos más difíciles de trasladar de la letra a la imagen. La resolución es, sin embargo, excepcional: actores mostrados en el mismo plano con una disposición inhumana, donde no existe arriba ni abajo en un lugar en el cual la arquitectura es fruto de mentes alienígenas, no comprensible desde perspectivas a las que nuestros ojos, nuestra mirada, nos han acostumbrado. Planos inclinados en delineaciones delirantes que culminan en la gran puerta de la oscuridad, allí donde la criatura gigantesca, el gran Cthulhu, hará su aparición. Y aquí de nuevo otra resolución visual extraordinaria: apenas llegaremos a entrever al monstruo, solo sombras arrastrándose sobre otras sombras hasta que un breve plano nos hará entreverlo como si fuéramos también uno de esos marineros que huyen aterrorizados, incapaces de asimilar lo que se vislumbra ante ellos.
La película incluso mejora el cuento original en algunos puntos, en especial aquellos en los que, de manera paradójica, no lo sigue al pie de la letra. Así evita ese afán del autor por dejar claro que tanto los asesinos de algunos de los protagonistas como los sectarios son personas de tez oscura, nativos, gentes del Sur siempre de aspecto simiesco y conducta animal. Que nadie se escandalice ni se lleve las manos a la cabeza: no debe resultar sorprendente que, a nuestro amado, pero estirado y algo racista Lovecraft le aterroricen justo las personas más divertidas, de espíritu abierto de la tierra. Él era tradicionalista y conservador, pero con una capacidad visionaria más allá del común de los mortales. La secuencia final, con el protagonista en el manicomio, un añadido del guion no presente en el cuento, es sensacional. Resume en su brevedad las sensaciones que deja la lectura de Lovecraft: locura, desasosiego, el afán por destruir todo lo que se ha descubierto, el poder de criaturas que esperan agazapadas para dominar el mundo y repartirse nuestros huesos, porque para cuando llegue este momento ya dispondrán de nuestras mentes.
De este modo, La llamada de Cthulhu se viene imponiendo como modelo de adaptación lovecraftiana. Porque nos deja a solas frente a la desesperación de sabernos en un universo desquiciado, adonde somos gotas de agua en un océano de desolación.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=3WCr9Iis71k
La Herencia Valdemar (2010)
De un tiempo a esta parte, España ha producido significativos títulos del género, como Los sin nombre (1999, Jaume Balagueró) o 30 Monedas (2020, Álex de la Iglesia) El auge de una temática que tiene su mejor vidriera en el Festival Internacional de Sitges, ha originado que poco a poco vaya surgiendo un mayor volumen de títulos - de resultados dispares - y ha estimulado la industria de la península. Uno de los ejemplos de tal maduración fue el debut del director José Luis Alemán con La herencia Valdemar.
Inspirada en el universo del creador de C’thulhu y no en un texto suyo, la obra consiste en un díptico que desde los créditos de inicio despliega una soberbia dirección artística, así como una cuidadísima producción dotada de destacables efectos. A partir de una trama contemporánea, el relato se remontará al siglo XIX en busca de las pistas que permitan resolver el enigma planteado por la desaparición de la protagonista.
Con un arranque potente, al que le sobra algún que otro plano, el director irá pintando un universo gótico y oscuro, en estrecha consonancia con la estilística de la Hammer o la del propio Lovecraft, pero que encontrará su apogeo en la segunda entrega, La Sombra Prohibida (foto que ilustra este bloque)
Vale la pena destacar un puñado de perlitas de esta saga: La inclusión en la trama del ocultista británico Aleister Crowley, interpretado por el actor Francisco Maestre; la del novelista escocés Bram Stocker, encarnado por Lino Braxe; y una ajustadísima recreación del propio Lovecraft, a cargo del gran Luis Zahera.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=61QrcSmEtGk
El que susurra en las tinieblas (2011)
En esta película asistiremos a la historia de un profesor de la Universidad de Miskatonic que se especializa en estudiar historias folklóricas de Estados Unidos. Durante una investigación, se encuentra con que tal vez una de las historias en cuestión podría ser real y no sólo un mito como se presume, y en tal empeño descubrirá unos frascos conteniendo los cerebros de las víctimas de los Mi-go, unas de las más populares criaturas monstruosas imaginadas por Lovecraft.
Esta segunda entrega de la H.P. Lovecraft Historical Society, dirigida por Sean Branney, también rodada en blanco y negro y ambientada en los años 30 como su predecesora, nuevamente aspira a recrear la estética de la época en la que fue escrita la historia. La ambientación lograda, para ser una película de bajo presupuesto, es perfecta, tanto por la música, el diseño de producción, los encuadres, los créditos de inicio, las voces, todo eso converge en una adaptación muy fiel al texto del escritor de Providence, desde los diálogos hasta los lugares donde se desarrollan los eventos.
En todo momento se nota que es un proyecto que se realizó con cuidado y aprecio al material original, muchos han intentado trasladar los libros de Lovecraft a la pantalla, pero pocos lo han logrado tan bien como The Whisperer in Darkness.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=A_ee9K9hXtw
Necronomicón. El Libro del Infierno (2017)
Oportunamente, el escritor al que intentan adaptar las producciones que venimos revisando, refirió que solo quedarían cuatro copias en todo el mundo del temible Necronomicón, una de ellas en la Argentina, lo cual torna verosímil que el mismísimo Jorge Luis Borges, desde la dirección de la Biblioteca Nacional, haya sido el encargado de catalogarla.
Basándose en ese mito, el realizador argentino Marcelo Schapces construyó este film de terror en el que la disputa entre la luz y la oscuridad se da en pleno barrio porteño de Recoleta y con un bibliotecario común y corriente (Diego Velázquez) como principal implicado.
Necronomicón: El libro del infierno, a la manera de nuestro guionista de cabecera H. G. Oesterheld, relocaliza lo que Juan Sasturain denomina “el domicilio de la aventura”, en este caso lovecraftiana, otorgándole un indisimulable sabor argento.
Ofrece, además, notables
momentos de suspenso y la posibilidad de ver por última vez a Federico Luppi
en la pantalla grande con una pequeña participación como el cuidador del libro,
a quien el bibliotecario deberá suceder.
Su trasfondo
y el material bibliográfico al que recurre, están muy bien
logrados. El diseño
de criaturas, realizado por Salvador Sanz, emula adecuadamente
la mitología lovecraftiana. Pero acaso el mérito mayor de esta obra sea el
diseño de ese Buenos Aires tormentoso y opresivo, semejante a una Gotham City
rioplatense, atormentada por el rumor de los insectos en la noche, que
pareciera susurrar conjuros extraídos del libro que da título al film.
En conclusión, Necronomicon: El libro del infierno es una película que se sostiene apelando a muy buenas ideas, referencias y conceptos, aunque no se base en un relato de puño y letra de H.P Lovecraft.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=FpJRWYn3WjI&t=23s
El color que cayó del cielo (2019)
Poco y nada (algún experimento documental muy, muy modesto) se sabía de Richard Stanley desde su malograda adaptación al cine de la magistral novela de H. G. Wells La isla del Dr. Moreau (1996)
En este caso, aborda una amenaza de ignoto origen, que opera una serie de cambios - sutiles al principio, graves más adelante - en los habitantes de una granja cercana al lugar donde ha caído un meteorito que emite una luminiscencia de tonos indescriptibles. Todo eso está en este film, que privilegia describir los despliegues visuales del color espacial, sus efectos físicos y la idea de contagio viral a través del agua, modernísima por cierto en la época de Lovecraft.
En Color Out of Space todo está focalizado en esa finca en la que viven un matrimonio (el imprevisible cuan prolífico Nicolas Cage y Joely Richardson) y sus tres hijos en relativa armonía. El impacto del meteorito (e imágenes como la de los testigos hurgando con un palo) es un tópico del fantástico que también inventó Lovecraft y que fue muy imitado en el cine de género de los cincuenta, en películas como The Blob (1958, Irvin Yeaworth, Russell S. Doughten) Stanley es muy consciente de ello y aquí se aproxima abrevando en esa inagotable imaginería.
Pero por encima de esa influencia icónica está la mucho más profunda y orgánica sombra del fantástico de los ochenta, hasta el punto de que a veces la película parece una amalgama insana de referentes del terror y la ciencia-ficción de esa época. Hay body-horror enloquecido al más puro estilo Brian Yuzna (en una idea de cuerpos fundidos de una insania muy notable, aunque completamente ajena a la estética de Lovecraft), y hay algo de los fantásticos remakes que en esa década se hicieron de los citados clásicos de los cincuenta, fundamentalmente, Invasores de Marte (1986, Tobe Hopper) y El terror no tiene forma (1988, Chuck Russell)
Pese a la ponderación que el filme ha recibido de parte de algunxs exégetas del maestro de Providence, nosotros consideramos que esta historia - que ya cuenta con un puñado de adaptaciones a la pantalla - sigue teniendo la mejor en Muere, monstruo muere (1965, Daniell Haller), estelarizada por el legendario Boris Karloff.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=2IJquSlTrF4
Lovecraft Country (2020)
Esta serie de género híbrido y lanzada con bombos y platillos se basa en la novela publicada en 2016 por Matt Ruff. Ambientada en la década de 1950, Lovecraft Country sigue a un veterano del ejército llamado Atticus (interpretado por Jonathan Majors) mientras emprende una búsqueda para encontrar a su padre desaparecido (Michael Kenneth Williams) en plena era de segregación racial en el sur de los Estados Unidos.
Al cabo de haber usufructuado sin pena ni gloria el prestigio de HPL, la cadena HBO declaró "No avanzaremos con una segunda temporada de Lovecraft Country" (…) “Estamos agradecidos por la dedicación y el arte del talentoso reparto y equipo, y por Misha Green, quien creó esta innovadora serie. Y a los fans, gracias por acompañarnos en este viaje ".
La serie prometió abrevar en el universo lovecraftiano, de quien su protagonista era fan, desbarrancando hacia un pastiche absolutamente prescindible que no se salva mostrando un par de tentáculos, y cuyo único mérito es proponer una aventura de esa naturaleza protagonizada por héroes de color, lo que - dado su proverbial supremacismo - Lovecraft hubiera descartado.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=FrsEgQY2QOk
El modelo de Pickman (2022)
Reivindicaremos por fin como MUY lograda la adaptación de este cuento corto de Lovecraft incluido en la saga de horror estrenada por la plataforma Netflix bajo el título de Gabinete de Curiosidades de Guillermo del Toro - que también ofrece una versión libre bastante poco feliz de Sueños en la casa de la bruja - y el acertadísimo casting de Crispin Glover interpretando al siniestro pintor que da nombre a la historia.
La vida de un joven y prometedor artista plástico va en el camino soñado. Un día a la escuela de arte llega un nuevo y misterioso pintor. Desde entonces, aquel queda fascinado por sus cuadros. Lo que no sabe el protagonista y entenderá más tarde es que esos cuadros son la llave hacia los más oscuros terrores.
El telefilme de Keith Thomas gira en torno a una vívida pinacoteca que llega a inquietar. La idea fuerza que motoriza la trama pretende que el arte bien podría ser la llave a otro mundo oscuro e ingobernable.
Para más datos: https://www.youtube.com/watch?v=x9nDGZAcIo8
Hemos revisado hasta aquí un puñado de recientes producciones que se han aproximado con suerte desigual a un tesoro literario sumamente inspirador y que aún conserva grandes sorpresas por brindar al Séptimo Arte.
A quien le interese profundizar en el autor que vertebra esta reseña le recomendamos ver el documental Lovecraft: Fear of the Unknow, en donde encontrará entrevistas con personalidades como Guillermo del Toro o Neil Gaiman.
He aquí el enlace correspondiente:
https://www.youtube.com/watch?v=sPUYOj24pDg
No hay comentarios:
Publicar un comentario