lunes, 14 de agosto de 2023

PARA CINÉFILXS 2.0 

KRZYSTOF KIEZSLOVSKI

“ES DURO VIVIR EN UN MUNDO SIN DESCRIBIR”

Krzystof Kiezslovski nació en 1941 en Varsovia. Tuvo una infancia bastante nómade, viajando siempre sentado sobre una pila de muebles, hasta que a su padre se le declaró tuberculosis y hubo que afincarse para encarar un tratamiento. Insatisfecho con la vida escolar, soñaba convertirse en fogonero. Discrepando con aquella inclinación, sus padres lo inscribieron en una academia de bomberos. No funcionó. Acaso lo suyo tampoco hubiera prosperado paleando carbón.

En Varsovia tenía un pariente que regenteaba una escuela de arte dramático, y hacia allí se dirigió, inscribiéndose después que su hermana menor. Más tarde, el resto de la familia se trasladaría hacia allí. El padre falleció cuando el futuro director promediaba sus estudios. Fue un trance muy duro. 

En aquella casa de estudios aprendió que no basta contar con un plato de comida y un techo bajo el cual cobijarse, ya que el alma también requiere alimentarse. Aspiraba a convertirse en regisseur, y no un mero escenógrafo. Pero aquel título demandaba un status académico previo con el que no contaba. Supuso entonces que estudiar cine le serviría para cortar camino hacia aquella meta.

A continuación, fracasó tres veces en su examen de ingreso. Tales reveses lo llevaron a insistir, ya como una cuestión de honor. Rodó sus primeros filmes en blanco y negro, tal como veía a la fotogénica y desvencijada ciudad de Lodz, donde estudiaba. Así fue como le tocó integrar la primera promoción de cineastas polacos de posguerra. Los temas abordados en las producciones que encaraban daban cuenta de ciertos microcosmos: La Escuela, La Fábrica, El Hospital… Kiezslowski lo explica afirmando que “es duro vivir en un mundo sin describir, hay que intentarlo para ver a qué se parece; lo contrario es carecer de identidad”. 

Por entonces, la demanda de producción audiovisual se veía condicionada por un afán propagandístico. Pero aquellos realizadores noveles tenían ideales bastante libertarios. El régimen comunista que imperaba apelaba a la idea de libertad, pero esos jóvenes no la experimentaban tal como se proclamaba. Verter una opinión discordante con el sentido común podía valer distinto tipo de sanciones. Ellos rodaban documentales sobre gente que les confiaba su realidad, y frecuentemente esos testimonios se volvían en su contra. 

A lo largo de su carrera Kiezslowski se interrogó si un realizador tiene derecho a documentar una muerte, o si no asiste a quien ha de experimentarla el superior derecho de hacerlo en soledad.

Su película La Calma (1976) tiene la apariencia de un documental. Narra la historia de un sujeto con escasas aspiraciones. La trama incluye huelgas, medidas de protesta inconcebibles bajo un régimen comunista. A las autoridades no les agradó para nada. Estuvo tres años sin exhibirse. El censor oficial le decía “estoy de su lado, me gusta la película… pero esos cabrones no me dejarán autorizarla”.

En su filme Cabezas Parlantes (1979), a diferencia de lo que acostumbraba la televisión, que era asaltar con preguntas a una persona no preparada, planteó con antelación a unas 100 personas, de las que luego seleccionaría a unas 40, preguntas como “¿dónde naciste?”, “¿quién eres?”, “¿qué es lo que más te importa?”, “¿cuáles son tus deseos?”; una verdadera encuesta acerca del estado mental promedio de los entrevistados. Todas las respuestas incluían la aspiración a vivir en una verdadera democracia donde se pudiera elegir libremente el destino de cada uno. Pero ninguno de ellos lo veía factible. Solo un alcohólico contestó que todo estaba bien.

En El Aficionado al Súper 8 (1978), Kiezslowski propone una historia sencilla: Un tipo de aproximadamente 30 años está fascinado con el nacimiento de su hija y la filma todo el tiempo. Pero en algún momento le da por registrar cuanto le rodea. Entonces, bajo un régimen autoritario, se mete en problemas, porque sus testimonios comienzan a perjudicar a quienes entrevista. El filme procura poner de relieve el poder de una cámara, que al protagonista lo llevará a pagar un altísimo precio por su afición, viéndose obligado en alguna ocasión a velar lo filmado para no comprometer a tercerxs. Y, a partir de esa toma de conciencia, asumirá personalmente la responsabilidad de describir su entorno.

El director polaco alguna vez declaró ser un pesimista con enorme temor a un futuro incierto. 

En El Azar (1981) nos propone tres destinos alternativos para un mismo personaje, dependiendo de si logra o no tomar un tren. Ante los dos primeros, tomará partido político en un sentido y en el opuesto, y en el tercero se mostrará neutral. 

Este artista que frecuentemente soñaba con volar, le dio caja de resonancia a la voz e imagen de muchxs compatriotas en momentos de grandes restricciones, sin embargo, nunca se vio a si mismo como cineasta militante. 

Acaso la realización que le dio mayor fama internacional fue la saga titulada El Decálogo (1988/1990), un corpus de 10 telefilmes inspirados en Los Diez Mandamientos, interpretados desde la contemporaneidad. 

A continuación, encaró la trilogía francesa Bleu, Blanc y Rouge (1993/1994) 

Poco después se dedicó exclusivamente a contemplar el mundo serena y lucidamente, hasta cerrar los ojos en 1996, en la misma Varsovia donde los abriera. - 

 

Para aproximarse a este autor: https://www.youtube.com/watch?v=6OVXnYN0JBg

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