domingo, 23 de febrero de 2025

RECOMENDACIONES 

So long, Marianne

TODO EL MUNDO SABE QUE EL AMOR 

Y LA FAMA NO SE LLEVAN DE PERLAS

"El dolor es inevitable.

El sufrimiento es opcional".


Charmian Clift

Escritora australiana,

en "So long, Marianne"

  

Todo el mundo sabe que el título de escritor y el de cantautor no gozan del mismo prestigio. Sin embargo, y pese a ello, algunos de estos últimos merecerían disfrutar del parnaso de los grandes hombres de letras. Mencionaremos tan solo a unos pocos: Georges Brassens, Fabrizio De André, Tom Waits, Silvio Rodríguez, y el propio Leonard Cohen.

So Long, Marianne es una mini serie coproducida entre Canadá y Noruega, dado que Marianne Ihlen, la mujer de la que se enamoró perdidamente Cohen, era originaria de ese país escandinavoDe hecho, uno de los principales productores de la historia es la NRK, la televisión pública de la nación nórdica, en la que ya se emitió durante el año pasado. Se compone de ocho episodios de unos 45 minutos de duración, y está disponible desde principios del año en curso en la plataforma Movistar Plus+. Su título es el de la canción que el legendario artista le dedicó a aquella musa inspiradora.

La trama descubre al bardo canadiense a sus 26 años, cuando abandona sus estudios universitarios y huye a Londres harto de trabajar en la fábrica textil de su tío en Montreal. Sin embargo, la capital británica y su clima siempre gris lo hunden en la tristeza. Un día se encuentra con un sujeto bronceado y sonriente. Al preguntarle cómo podía estar tan feliz en esa brumosa ciudad, el hombre le explica que acaba de regresar de la isla griega de Hydra, la niña bonita de las Islas Sarónicas en mitad del impenetrable azul del Egeo. Sin pensarlo dos veces, Cohen invierte todo su capital en un pasaje de ida a tan promisorio destino. Allí encontrará a Marianne, quien poco después ha de convertirse en el amor de su vida. En ese mismo periodo, Cohen escribió la colección de poesías Flowers for Hitler (1964) y las novelas The Favourite Game (1963) y Beautiful Losers (1966), y pasó de aspirante a novelista a trovador de repercusión internacional. Poco después debutó como cantautor con Songs of Leonard Cohen, cancionero escrito en compañía de Ihlen. 

El romance en cuestión tuvo todos los condimentos novelescos imaginables, desde la pasión más ardorosa hasta el dolor más insoportable, lo cual amerita su traslado a la pantalla. Y aquí corresponde decir que no es la primera vez que eso ocurre. 

De hecho, en 2019 se estrenó un documental dirigido por Nick Broomfield que también da cuenta de ese período de particular inspiración creativa que constituyó el despegue profesional del célebre cantautor. Se trata de Marianne & Leonard: Palabras de amor. Esa historia, hecha de convivencias y abandonos, de una larga estancia en la ya mencionada isla griega y fugas a Montreal, de donjuanismo irrefrenable y fidelidades más durables que el tiempo mismo, finalizó recién cuando la vida de ambos estaba a punto de extinguirse. Eso sucedió en 2016, con una diferencia de tres meses que parece haberlos puesto a la par hasta en la muerte. Visto que el material de archivo es abundante, contando con registros caseros de la familia Cohen que muestran al pequeño Leonard a los 2 o 3 años, y en tanto su realizador tuvo un romance con Ihlen, el documental reboza de información de primera mano. 

A lo largo de su metraje puede verse evolucionar al portador del impermeable más famoso del mundo, desde un bigotito inicial hasta el rape casi absoluto de su estadía de cinco años en el templo budista de Baldy Mountain. Y de allí al sombrero que no se sacó de encima durante su última década de vida. Junto con esos detalles mundanos crece también el escritor de los inicios, con una novela acusada entre otras cosas de “onanismo verbal” (Beautiful Losers) al cantante debutante que, en 1967, amadrinado por Judy Collins, tiembla de pánico escénico antes de presentar su primer éxito (Suzanne) Al cabo de su consagración, tentará suerte infructuosamente con una banda eléctrica que lo obliga a desgañitarse en el escenario, y la aún más insólita ocurrencia de poner en manos de Phil Spector la producción de su álbum Death of a Ladiesman (1977), donde el creador de la “pared de sonido” lo hunde entre arreglos orquestales dignos de Tom Jones.

Todo ese periplo que para el iniciado no será nuevo, aunque no deja de ser apasionante y tremendamente sesentista, también se ve contrapunteado por la historia personal de ella. Más allá de los extravíos propios de la época, Marianne surge como una mujer amorosa, resistente a los infinitos abandonos del hombre de su vida y con una tragedia personal no menor.

Además, en 2023 se estrenó un largometraje ficcional dirigido por Pablo Wiffen, que lleva por título el mismo de la serie que nos ocupa, y fue estelarizado por Josefine Frida Pettersen como Marianne y el músico Joe Vetch en el papel de Leonard. 

Cabe destacar que, ni la nórdica rubiez de Ihlen, ni sus bikinis griegas, ni su sonrisa indefectible pudieron competir con el hombre de voz cavernosa de los últimos años. El que frente a miles de personas se atrevió a susurrar al micrófono, solo con una guitarra. El que se apartó del mundo durante un lustro. El autor de If it is your will, Hallelujah, o Pequeño Vals Vienés, su exquisita adaptación de Lorca.

De modo que resulta tremendamente pertinente la traslación a la pantalla - ya casi da igual pequeña que grande - planteada ahora por Bronwen Hughes y Øystein Karlsen, directores de So long Marianne, la nueva biopic que, al estilo de la reciente película Un completo desconocido (2024, James Mangold) sobre Bob Dylan, cuenta con un intérprete que compensa con talento dramático su no demasiada semejanza física con el protagonista real de la historia, y además se atreve a cantar sus canciones.

Alex Wolff, conocido por protagonizar la exitosa película de terror Hereditary (2018, Ari Aster) y otros éxitos del mainstream como Un lugar tranquilo (2018, John Krasinski) y Oppenheimer (2023, Christopher Nolan), es el temerario actor que ha aceptado el reto de encarnar a Cohen en su etapa pre-musical, cuando únicamente escribía poesía y novelas. Thea Sofie Loch Næss (The Last Kingdom, La Palma) es la encargada de dar vida a Marianne, aquella joven noruega que se siente atrapada en una maternidad sobrevenida con el hombre equivocado y que, en su intento de romper cadenas, se topa con el libérrimo cantautor canadiense en su momento más bohemio y aventurero, y comparte más de una década de vida, hasta 1972, cuando nació un niño fruto de la relación de él con Suzanne Elrod. Acabaron, no obstante, guardándose un respeto y admiración mutuos hasta que los dos murieron en 2016, con tres meses de diferencia. “Estoy un poco detrás de ti, lo bastante cerca para tomarte la mano”, escribió el artista para las lecturas de homenaje en el funeral de su amor de juventud. “Este viejo cuerpo se ha rendido, como el tuyo también. Nunca he olvidado tu amor y tu belleza. Pero eso ya lo sabes. No tengo que decir nada más. Buen viaje, vieja amiga. Nos vemos en el camino. Amor y gratitud sin fin”. 

Para quien aún no ha tenido la fortuna de conocer a este poeta descomunal, aquí va un concierto suyo, a fin de disfrutarlo en todo su esplendor (https://www.youtube.com/watch?v=251Blni2AE4&list=PL506280F23640AF81&index=7), y a continuación la traducción de una de sus canciones más memorables:

 

Todo el mundo sabe 

Todo el mundo sabe

que los dados están cargados

Todo el mundo rueda

con los dedos cruzados

Todo el mundo sabe

que la guerra ha terminado

Todo el mundo sabe

que la pelea está arreglada

Los pobres permanecen pobres,

los ricos se hacen ricos

así es como todo el mundo sabe

que el barco está goteando

Todo el mundo sabe

que el capitán mintió

Todo el mundo tiene

esta sensación rota

como su padre o su perro

acaba de morir

Todo el mundo habla

con sus bolsillos

Todo el mundo quiere

una caja de chocolates

y una rosa de tallo largo

Todo el mundo sabe

que me amas bebé

Todo el mundo sabe

que realmente lo hace

Todo el mundo sabe

que lo hace

Has sido fiel

Ah, dar o tomar una o dos noches

Todo el mundo sabe

que has sido discreto

pero había tanta gente

que tenías que conocer

sin tu ropa

y todo el mundo sabe,

todo el mundo sabe

así todo el mundo sabe

todo el mundo sabe

todo el mundo sabe,

todo el mundo sabe

así es como va todo el mundo

Y todo el mundo sabe

que es ahora o nunca

todo el mundo sabe

que somos yo o tú y

todo el mundo sabe

que vives para siempre

Ah cuando has hecho una fila o dos

Todo el mundo sabe

que el trato es podrido

que el viejo Black Joe todavía

está recogiendo algodón

para tus cintas y lazos

y todo el mundo sabe

y todo el mundo sabe

que la Plaga

Todo el mundo sabe

que se mueve rápido

Todo el mundo sabe

que el hombre y la mujer desnudos

son sólo un artefacto brillante del pasado

Todo el mundo sabe

que la escena está muerta

pero va a haber un metro en tu cama

que revelará lo que todo el mundo sabe

y todo el mundo sabe

que estás en problemas

Todo el mundo sabe

qué has pasado

desde la maldita cruz

en la cima del Calvario

hasta la playa de Malibú

Todo el mundo sabe

que se está desmoronando

Echa un último vistazo

a este Sagrado Corazón

antes de que explote

y todo el mundo sabe

todo el mundo sabe,

todo el mundo sabe

así es como todo el mundo sabe,

todo el mundo sabe

Todo el mundo sabe. -

 

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domingo, 16 de febrero de 2025

RECOMENDACIONES 

PARTHENOPE

EL GRAN CINE ITALIANO

DE HOY Y DE SIEMPRE

Los rusos han hecho películas de martirio. Los americanos han hecho películas publicitarias. Los ingleses han hecho lo que hacen siempre en el cine, nada. Alemania no tenía cine, no tuvo más cine. Y los franceses hicieron Sylvie et le Fantôme. Los polacos hicieron dos películas de expiación, Passazerska y Ostatni etap, y un film de recuerdos, Kanal, y después han acabado por acoger a Spielberg, con lo que, ‘nunca más eso’, se ha convertido en ‘siempre eso’ (…) Con Roma, città aperta, Italia simplemente ha reconquistado el derecho de una nación de mirarse a la cara. Y entonces llegó la asombrosa cosecha del gran cine italiano”.

Jean Luc Godard

Histoire(s) du Cinema,

Capítulo 3, “La moneda de lo absoluto”.

 

¡Qué no se ha escrito ya del último filme de Paolo Sorrentino...! Sin embargo, nuestro afán nunca será el de disputar el lugar de la primicia, de manera que - humildemente - consideramos que lo expresado aún no ha sido suficiente.

La más reciente oferta de su Productora 10, así llamada en homenaje al imborrable recuerdo que dejó en el sur de la península Diego Armando Maradona, toma el nombre de una sirena de la mitología griega. Según la leyenda, Parthenope se arrojó al mar tras no conseguir hechizar a Ulises con su canto. Su cuerpo llegó a la costa donde se fundó la antigua ciudad de Parténope, que luego se convirtió en Nápoles, ciudad de la que el director es oriundo, y musa inspiradora de toda su obra.

Esta bellísima y melancólica odisea de una mujer deseable y deseante a la que el amor le es esquivo, se nos introduce mediante un montaje por corte, compuesto por varios planos del cautivante paisaje meridional prescindentes de toda voz humana, y sostenidos por lentos travellings descriptivos de cuño felliniano, que nos muestran un Nápoles en todo su esplendor.

Como ya es característico en su director, el film ha sido facturado con una enorme exquisitez visual. Es particularmente destacable la panorámica rodada desde un dron que se dirige hacia la playa surfeando sobre una ola gigante. 

La historia está segmentada por algunos años claves para los italianos: 1950 (pleno apogeo del neorrealismo), 1968 (año de gran auge estudiantil), 1973, 1975, 1982 (considerados Años de Plomo, debido a la confrontación de organizaciones armadas de distinto signo), y un 2023 que funcionará como presente desangelado de la protagonista.

Nacida "in acqua" y luego tan deseada por su pretendiente como por su hermano, Parthenope - que así se llama también la heroína de esta aventura, interpretada por una magnética Celeste Dalla Porta - es una vestal casi inaccesible, a la que hubieran adorado los Fedeli D'Amore (*) como Dante, Petrarca, o Ariosto. Posee una mirada dotada de una luz que encandila cuando suelta una sonrisa y cuando se oscurece da ganas de rebalsar el océano a puro llanto. Solo un close up suyo justificaría un Óscar para quien haya dado con una actriz debutante dotada de semejante sex appeal.

De ahí en más, junto a nostálgicas y hermosas canciones de Ricardo Cocciante, Valerio Piccolo, Marino Marini, o Gino Paoli, el rumor del mar nos acompañará hasta en los créditos finales del film. 

El elenco incluye otras perlitas, como Gary Oldman interpretando a un crepuscular John Cheever, escritor estadounidense del que la protagonista es lectora, y que fuera bautizado como “el Chéjov de los suburbios”.​ 

Aquí la zarabanda felliniana que caracterizaba a La Grande Bellezza, se regodea mostrándonos incontables arquetipos humanos de ese sur plebeyo, desairados por una diva emigrada y de visita, con frases como "Queridos y horrendos napolitanos, pueblo de desgraciados, vuelvo al norte". A esta altura cabe señalar que, en la historia del país en cuestión, ambas latitudes - como suele ocurrir en tantos enclaves del planeta - han tenido un desarrollo sumamente desigual, de resultas que los septentrionales llaman despectivamente “terroni” a los meridionales, y estos lo replican con el apelativo “tedeschi”.

Sorrentino contrarresta ese agravio con la gira nocturna por los bajos fondos que la protagonista será invitada a realizar junto al actor Roberto Críscuolo (Marlon Joubert) - idolatrado por las putas y generoso como El Diego con el pobrerío del que proviene -, quien demostrará a su acompañante que la "barbarie" tiene mucho que enseñarle a la "civilización". 

En dicho trance seremos testigos de La Grande Fusione, celebración del desopilante acople nupcial público de una joven pareja local, presenciado por parientes y vecinos. 

Promediando sus estudios de Antropología, Parthenope conocerá a su mentor - primero académico y más tarde espiritual - (un conmovedor Silvio Orlando), quien luego de desaprobarla en algún examen se congraciará con ella proponiéndole un pacto: "Tú no me juzgarás y yo no te juzgaré". Tal vez la escena en que conoce al hijo del catedrático concentre TODO lo que el arte puede expresar sobre la ternura y el amor humano.

Otra de las memorables secuencias de este film de visión imprescindible para almas sensibles es la del Milagro de San Genaro, sobre la que nos limitaremos a afirmar que, inesperadamente, incluye uno de los momentos más eróticos de la historia del cine. "El mundo de nuestra infancia terminó", dirá el fatigado obispo magistralmente interpretado por Peppe Lanzetta, lo que dispara en nuestra cinefilia el cálido recuerdo de El Artículo de las Luciérnagas, mediante el que ese radar de las mutaciones antropológicas que fuera Pier Paolo Pasolini oportunamente dio cuenta de la agonía del mundo campesino y el tránsito hacia un consumismo desenfrenado.

En fin, desfilaron por ahí los Totó, las Magnani, los Sordi, las Lollobrígida, los Gassman, las Mangano, los Manfredi, los Tognazzi… sobre la Sandrelli no diremos nada, porque es el tesoro que nos reserva el film para confirmar que el Gran Cine Italiano sigue brillando por todo lo alto.

Encarnando aquí a una Parthenope adulta y exclusivamente consagrada a la vida académica, recapitulará sobre su aventura existencial diciendo "Recuerdo aquellos veranos perfectos. Fue maravilloso ser jóvenes. Duró poco". 

Ese final con los entusiastas tifosi del Nápoli festejando una victoria es el premio que semejante actriz se merecía.

Muchísimas gracias, Paolo Sorrentino, por confirmar que el futuro del Séptimo Arte no se reduce a Marvel o a la adaptación de videojuegos. -

 

(*): Se consideraban seguidores de Eros, antigua divinidad griega del Amor, y en todos sus poemas lo personifican como una entidad con inteligencia y voluntad propia, con potestad para regir e inspirar sus actos, sentimientos y pensamientos.  

 

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domingo, 9 de febrero de 2025

Temas 

EMMANUELLE 2024

UN EROTISMO DESCAFEINADO

PARA LA ERA DE LA FRIGIDEZ

"Hay que reinventar el riesgo y la aventura contra la comodidad y la seguridad".

Alain Badiou

"Elogio del amor"

 

Marayat Rollet-Andriane, más conocida por el seudónimo de Emmanuelle Arsan, fue una novelista francesa de origen euroasiático, famosa por crear el personaje ficticio Emmanuelle, una mujer que se dedica a la exploración de su propia sexualidad en diversas circunstancias. La autora de ese best seller erótico nació en Bangkok, Tailandia, adonde transcurren algunas aventuras de su heroína. Vivió entre 1932 y 2005, y estuvo casada durante 49 años con Louis-Jacques Rollet-Andriane, dato no menor a la hora de considerar la naturaleza de su elegía sobre la libertad sexual. 

Si bien su existencia transcurrió mayormente en una Europa liberal y desprejuiciada, puede suponerse que también lo hizo en un período de la historia contemporánea en el que las relaciones sexoafectivas gozaban de mayor prestigio que en el presente.  

De hecho, en este contexto tan desangelado y de reformulación de los vínculos que conocieron generaciones precedentes - algunos signados por la hipocresía social, hay que admitirlo -, a uno de los que está más en boga, fundamentalmente entre lxs jóvenes, se lo ha bautizado con el anglicismo situationship, sustantivo inglés que fusiona las palabras "relación" y "situación". Se trata de una relación romántica entre dos personas que no se consideran una pareja, pero que tienen más que una amistad. Se caracteriza por ser una relación íntima pero temporal, sin promesas ni obligaciones. Algunas de sus características son: No hay un compromiso claro, la relación se mantiene en un estado de indefinición, se evita las responsabilidades y expectativas de una pareja formal, y puede haber sexo, pero no una relación. Las situationships pueden durar meses o años y pueden ser estresantes, a causa de la falta de comunicación, a malas experiencias del pasado, a una indisponibilidad emocional o a un miedo al compromiso. 

Tal es el árido panorama en que transcurre la flamante “remake” (?) del clásico relato de Arsan, esta vez a cargo de una mujer. A diferencia de su predecesor, aquí la directora Audrey Diwan presenta al personaje como un tanto abúlico y en la búsqueda individual de un placer aparentemente perdido. Un día, la cadena de hoteles de lujo para la que trabaja le encarga ir a Hong Kong a revisar la merma de ingresos de uno de sus establecimientos, pero cuando llega, éste funciona a la perfección. Debiendo buscar una excusa para echar a su directora (la siempre espléndida Naomi Watts), durante su estancia allí conoce a Lee Jae-Yong, un atractivo ejecutivo que tiene unas rutinas misteriosas y mantiene su anonimato ante el hotel. Emmanuelle empieza a obsesionarse con él y a seguirle; pero la obsesión empezará a hacerla fallar en su trabajo. Ya inmersa en el universo que su enigmático objeto de deseo frecuenta - y con este emulando a Mario, aquel mentor erótico de la primera versión, que oficiaba de observador no participante -, al cabo de variadas experiencias sin trascendencia, la heroína por fin consigue experimentar un orgasmo, lo que, como todos sabemos, no necesariamente es sinónimo de haber hecho el amor. 

Noémie Merlant encarna aquí a una insípida joven - no sabremos si soltera o divorciada, que viaja sola. Detalle: Es penetrada pero nunca monta; es acariciada, aunque nunca se enternece; y, sienta algo o no, nunca besa.

Madura y todo, la encantadora Naomi Watts, que nos inquietó manteniendo un inolvidable encuentro lésbico en Mullholand Drive (2001, David Lynch), o practicando una suerte de strip tease para King Kong (2005, Peter Jackson), aquí nos deja con las ganas de haberla visto intimar con la protagonista, emulando a la geóloga del film original. 

Como alguna vez escribiera Bertolt Brecht, “corren malos tiempos para la lírica”: ¡Francamente… hay que esmerarse para hacer una película más deserotizante que 50 sombras de Grey (2015, Sam Taylor-Wood)! 

Para quienes vimos la Emmanuelle de 1974 dirigida por Just Jaeckin, en la comparación de la impasividad de Merlant con la perversa inocencia de Sylvia Kristel, la primera sale perdiendo por varios cuerpos. 

En efecto, medio siglo antes del film comentado hasta aquí, aquella heroína era una jovencita recién casada - detalle fundamental - que viajaba a Bangkok a reunirse con su marido, un diplomático francés tan enamorado de su esposa como indispuesto a considerar su cuerpo como una propiedad privada. En tal convicción, insta a su cónyuge a iniciarse en los misterios del sexo a fin de enriquecer la relación entre ambos, incitándola a intimar con una hermosa adolescente y luego a ser guiada por un veterano en los placeres de la carne, lo que le permitirá materializar sus fantasías sexuales más secretas con el absoluto consentimiento de su esposo. Esta Emmanuelle, por ende, no es fiel como una mascota, sino leal al hombre que ama. Su cuerpo no le pertenece a él, pero no existe otro dueño de su amor. Y en ello reside un morbo absolutamente ausente en la versión actual. 

Acaso a lxs millennials les alcance con cuanto ofrece el nuevo producto, pero a quienes vivimos los desenfrenados tiempos de Woodstock, nos seguirán quitando la respiración filmes como el infravalorado y censurado Calígula (1979, Tinto Brass), o como Las edades de Lulú (1990, Bigas Luna)

Opinión masculina y adulta, siempre discutible, desde ya. -

 

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lunes, 3 de febrero de 2025

RECOMENDACIONES 

Que la fiesta continúe

EL TIEMPO ESTÁ A FAVOR DE LOS PEQUEÑOS

En noviembre de 2018 Marsella vivió una memorable tragedia. Cinco cuerpos fueron hallados bajo los escombros tras el derrumbe de unos edificios céntricos. La quinta víctima, un hombre, fue descubierto 48 horas después del desastre. Según comunicaron las autoridades, en el momento del siniestro había dentro entre 5 y 8 personas. Y todo ello sucedió ante la estatua de un poeta ciego:  Homero.

Indudablemente, ese ha sido el disparador creativo de esta historia, pergeñada por un realizador conocido por su enorme sensibilidad humana. En efecto, Robert Guédiguian, renombrado cineasta francés, ha construido una carrera signada por su compromiso social y su habilidad para retratar la vida cotidiana de su gente. Nacido en Marsella en 1953, ha sido un cronista apasionado de su ciudad natal y de las luchas de la clase trabajadora, temas recurrentes en su filmografía, desde sus inicios con Dernier Été (1980), hasta obras aclamadas como Marius y Jeannette (1997) y Las nieves del Kilimanjaro (2011) Sus últimos largometrajes rezumaban un cierto aire crepuscular y una mirada crítica y pesimista. Eso resultaba evidente en Gloria Mundi, otro trabajo ambientado en su Marsella natal. Cabe recordar que la diáspora armenia de Marsella - a la que Guédiguian pertenece - representa alrededor del 10% de los 800.000 habitantes de la ciudad. Tras visitar el antiguo espíritu revolucionario de Mali (con un entrañable y desgarrador tono romántico) en Mali Twistel realizador vuelve a su querida ciudad en clave de realismo poético, y contando con un grupo de actores recurrentes, entre ellos Ariane Ascaride, su esposa y musa, logrando de este modo una química excepcional en pantalla. Su dedicación a explorar las complejidades sociales y emocionales de los personajes le ha ganado un lugar destacado en el cine europeo, siendo una voz auténtica y comprometida que sigue resonando con fuerza en cada nueva película. 

La historia que nos ocupa comienza con la joven Alice dirigiendo un coro, pero sin embargo no se tratará de la historia de Alice. O más bien no solo de la historia de Alice, quien practica un teatro con el pueblo y para el pueblo. De modo tal que será ella quien nos introducirá en un relato coral, que involucrará a una familia de ascendencia armenia integrada por personajes tan pintorescos como los de Amarcord (1973, Federico Fellini), aunque aquí no descriptos de modo satírico. 

Entre todos ellos se destacará Rosa - así bautizada en honor a Rosa Luxemburgo -, una enfermera de 60 años que ha dedicado toda su vida a sus afectos inmediatos y a la política. Su último sacrificio será presentarse como candidata a la alcaldía de Marsella. Pero eso sólo será factible si logra que todos los partidos de izquierda depongan sus diferencias y se unan tras una única candidatura, algo que parece poco factible. En esas lides, la mujer conoce a quien ha de ser su suegro, Henri, de quien queda prendada, lo cual le hace replantearse las cosas.

Sostenido por apropiadísimas partituras clásicas, el conmovedor tono narrativo de la historia encuentra uno de sus puntos culminantes cuando suena el tema Emmenez moi (Si tú me llevas), cuya letra, música e interpretación pertenecen a Charles Aznavour, otro armenio gigantesco: "Llévame al País de las Maravillas / Me parece que la miseria será más llevadera al sol". 

Como detalle epocal, Guédiguian propone que la llamada “tercera edad” dista mucho de la imagen que había sobre ella años atrás, dado que aquí se habla de personas llenas de vitalidad, con proyectos y mirada hacia el futuro, no dispuestas a perder el tiempo en nimiedades.

En un impasse de su denodado activismo, por ejemplo, Rosa rezongará relatándole a un hermano comunista - que almuerza y duerme con el sombrero puesto - su empeño en convencer a los ecologistas para que luchen contra el capitalismo, rematando la charla con la frase "que estén tranquilos los burgueses: Nunca nos uniremos".

Historia colectiva de gente común, atravesada por la condición de migrante, que tanto comparte unos tallarines a la putanesca, como lamenta no contar con "una vida para ayudarse a uno mismo y otra para ayudar a los demás" (los jóvenes del clan, por ejemplo, realizan tareas solidarias con los damnificados por el derrumbe citado en el comienzo, enarbolando consignas tales como "actúa en tu barrio, piensa en el mundo")

Volviendo a la joven teatrista que introduce la historia, desencontrada desde hace tiempo con su padre, acortará esa distancia cuando el hombre, aludiendo a la citada estatua del autor de La Odisea, le sugiera un digno colofón de la obra comunitaria que desea montar: "Homero no lo vio, pero lo escuchó", gesto que sintetiza lo mucho que sirve el arte para amalgamar vínculos. 

La trama está plagada de envidiables líneas guionísticas dignas de apunte y colección: "Nadie muere tan pobre como para no dejar nada" / "Cómo ganar empeñándonos en perder" / "Cuando uno tiene un libro delante ya no existe el tiempo ni el espacio".

Tampoco faltan hallazgos visuales como el de sustituir un fade out con el plano detalle del oscurecimiento de la pantalla de bloqueo de un celular. 

Resumiendo, un film ideal para convencerse de que, a la larga o a la corta, la buena gente prevalecerá. - 


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